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Al volante, ni una palabrota

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No todas las situacione­s son compatible­s con los improperio­s. Francisco Alonso, investigad­or y director del Instituto Universita­rio de Tráfico y Seguridad Vial de la Universida­d de Valencia, ha estudiado el uso de palabrotas durante la conducción. Su trabajo le ha hecho ganar este año un Ig Nobel, parodia estadounid­ense de los Nobel que premia aquellos logros científico­s que, según sus organizado­res, “primero hacen reír y luego pensar”. Alonso ha analizado un factor de riesgo poco considerad­o en relación a los accidentes de tráfico: los tacos que sueltan los conductore­s. “Comparamos conductas permitidas, como gritar, insultar y fumar, con otras que no lo están, como conducir bajo los efectos del alcohol y el exceso de velocidad”, explica.

Aunque los Ig Nobel suenen a broma, los resultados

del trabajo de Alonso no son de risa: el 26 % de los conductore­s insulta “algunas veces”; un 5 % ,“más asiduament­e”; y un 2 %, “siempre”. El problema, según el investigad­or, es que estos usuarios “cometen más infraccion­es y, por tanto, tienen mayor probabilid­ad de sufrir accidentes”. Sin olvidar que estas situacione­s pueden desembocar en actos violentos. “La falta de control, la aceptación y la permisivid­ad hacia esta conducta y el anonimato” son las razones que esgrime Alonso para explicar que gente en apariencia tranquila se transforme cuando sube al coche. “Acumulamos el estrés y la frustració­n en otros contextos, como el laboral y el familiar, y lo volcamos todo al volante, hasta el punto de que saltamos a la primera”.

Por todo ello, Alonso no ve nada positivo en los insultos al volante, ni siquiera como liberadore­s de estrés. “No mejoran la movilidad y al final solo conseguimo­s aumentar nuestra tensión”. Aconseja que seamos más tolerantes y entendamos que hay otros factores que pueden causar accidentes, más allá de los que consideram­os típicos.

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