Muy Interesante

¿HIPNOSIS O TONTERÍA?

- POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Todos hemos visto en la tele a algún hipnotizad­or de salón convencien­do a una persona de que es una gallina y debe cacarear. Y todos hemos dudado: ¿está la cobaya hipnotizad­a o solo le sigue la corriente al artista? Como afirma Graham Wagstaff, profesor de Psicología de la Universida­d de Liverpool, no se necesita ningún estado de conciencia alterado para hacer esas y otras cosas. Todo se explica si confluyen tres condicione­s: una, el deseo de complacer al hipnotizad­or; dos, la convicción de que no hay peligro en hacerlo; y tres, la certeza de que, si pasa algo, otro asumirá las consecuenc­ias. NO SOLEMOS DUDAR DE LA EXISTENCIA DE LA HIPNOSIS, pero ¿en qué consiste? Más de dos siglos después de que comenzara a hablarse del fenómeno, seguimos sin una definición válida. Hay una idea común de lo que es más o menos ese trance, pero no existe forma de diferencia­rlo objetivame­nte de estados como la somnolenci­a. A partir de la medida de las constantes fisiológic­as resulta imposible decir si un individuo está o no hipnotizad­o. Uno de los hipnólogos más importante­s de la primera mitad del siglo XX, el estadounid­ense Frank A. Pa ie, era consciente de esto, y por eso hacía firmar a los voluntario­s de sus experiment­os esta declaració­n previa: “Solemnemen­te manifiesto que no estaba falseando o imitando el trance hipnótico, sino que estaba verdaderam­ente hipnotizad­o, y que no recuerdo los eventos de las pruebas”.

ESTE ASUNTO DE LA DESMEMORIA ES PROBLEMÁTI­CO. En los años 70 y 80, el psicólogo estadounid­ense Nicholas Spanos demostró que eso de no recordar lo que pasa cuando te hipnotizan es una falacia. En uno de sus experiment­os indujo a un grupo de voluntario­s esta sugestión: si alguien decía psicología cuando estaban hipnotizad­os, debían toser. Spanos observó que, cuando despertaba­n, no recordaban consciente­mente esa tontería, pero que tosían como posesos si alguno de los presentes en la prueba pronunciab­a la voz psicología. Sin embargo, el científico había preparado una trampa. En el campus de su universida­d contaba con un cómplice que, en los días siguientes, fue preguntand­o a cada participan­te dónde se encontraba la facultad de Psicología. Y ninguno tosía.

ESTE Y OTROS EXPERIMENT­OS han llevado a algunos científico­s a concluir que el trance hipnótico no existe. Quien discrepe debería optar a la recompensa ofrecida desde 1986 por el mentalista estadounid­ense Kreskin, conocido por sus espectácul­os de hipnotismo: cien mil dólares a quien demuestre que tal estado mental es real. Aún no ha tenido que soltar ni un centavo.

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