¿HIPNOSIS O TONTERÍA?
Todos hemos visto en la tele a algún hipnotizador de salón convenciendo a una persona de que es una gallina y debe cacarear. Y todos hemos dudado: ¿está la cobaya hipnotizada o solo le sigue la corriente al artista? Como afirma Graham Wagstaff, profesor de Psicología de la Universidad de Liverpool, no se necesita ningún estado de conciencia alterado para hacer esas y otras cosas. Todo se explica si confluyen tres condiciones: una, el deseo de complacer al hipnotizador; dos, la convicción de que no hay peligro en hacerlo; y tres, la certeza de que, si pasa algo, otro asumirá las consecuencias. NO SOLEMOS DUDAR DE LA EXISTENCIA DE LA HIPNOSIS, pero ¿en qué consiste? Más de dos siglos después de que comenzara a hablarse del fenómeno, seguimos sin una definición válida. Hay una idea común de lo que es más o menos ese trance, pero no existe forma de diferenciarlo objetivamente de estados como la somnolencia. A partir de la medida de las constantes fisiológicas resulta imposible decir si un individuo está o no hipnotizado. Uno de los hipnólogos más importantes de la primera mitad del siglo XX, el estadounidense Frank A. Pa ie, era consciente de esto, y por eso hacía firmar a los voluntarios de sus experimentos esta declaración previa: “Solemnemente manifiesto que no estaba falseando o imitando el trance hipnótico, sino que estaba verdaderamente hipnotizado, y que no recuerdo los eventos de las pruebas”.
ESTE ASUNTO DE LA DESMEMORIA ES PROBLEMÁTICO. En los años 70 y 80, el psicólogo estadounidense Nicholas Spanos demostró que eso de no recordar lo que pasa cuando te hipnotizan es una falacia. En uno de sus experimentos indujo a un grupo de voluntarios esta sugestión: si alguien decía psicología cuando estaban hipnotizados, debían toser. Spanos observó que, cuando despertaban, no recordaban conscientemente esa tontería, pero que tosían como posesos si alguno de los presentes en la prueba pronunciaba la voz psicología. Sin embargo, el científico había preparado una trampa. En el campus de su universidad contaba con un cómplice que, en los días siguientes, fue preguntando a cada participante dónde se encontraba la facultad de Psicología. Y ninguno tosía.
ESTE Y OTROS EXPERIMENTOS han llevado a algunos científicos a concluir que el trance hipnótico no existe. Quien discrepe debería optar a la recompensa ofrecida desde 1986 por el mentalista estadounidense Kreskin, conocido por sus espectáculos de hipnotismo: cien mil dólares a quien demuestre que tal estado mental es real. Aún no ha tenido que soltar ni un centavo.