Muy Interesante

De palabras

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La conquista del Polo Sur fue una de las más formidable­s hazañas del siglo XX: el explorador noruego Roald Amundsen (1872-1928) y otros cuatro hombres recorriero­n durante meses el casquete polar, a pie, con perros y trineos, hasta alcanzar el destino de su misión el 14 de diciembre de 1911.

Entre otras innovacion­es técnicas, aquellos aventurero­s llevaban un recipiente cerrado herméticam­ente que conseguía mantener los líquidos calientes durante horas gracias a las facultades aislantes del vidrio cuando se aplica el vacío. Amundsen y sus compañeros estuvieron entre los primeros en utilizar ese tipo de botellas protegidas por corcho y forradas de metal, comerciali­zadas por sus inventores –unos sopladores de vidrio alemanes– con la marca Thermos. Luego se hicieron tan populares que la gente rápidament­e empezó a llamarlos termos.

Existen muchos más casos de denominaci­ones de productos registrada­s legalmente por sus fabricante­s que acabaron convertida­s en sustantivo­s de uso común. Se llama metonimia a la facultad de crear un término a partir del significad­o de otro, y hay decenas de ellas: clínex, rímel, nailon, fotomatón y plastilina originaria­mente fueron Kleenex, Rimmel, Naylon, Photomaton y Plastilina.

En nuestro país, también ocurrió con las bambas, un tipo de zapatilla deportiva que se vendía con la marca Wamba, como el rey godo. También durante años ha sido corriente llamar pan bimbo al pan de molde, o papel

albal al papel de aluminio. Lo mismo ocurrió con el tá

per, una palabra que viene de Tupperware; o el papel

celo, que tiene que ver con su primera denominaci­ón comercial, Sellotape, a su vez procedente de celofán, fusión de celulosa y diáfa

no. En Andalucía y Canarias, a esta cinta adhesiva trans- parente se la llama de otra manera, papel fiso, porque en las tiendas se vendía como Fixo.

Uno de los casos más llamativos es el de Ping-Pong, una marca registrada por la firma John Jaques Ltd., y que se inspiró en el ruido que hacían las pelotas de celuloide al golpear con las raquetas y la mesa. Quién iba a pensar que daría nombre a un deporte que en España se castellani­zó como

pimpón, profesiona­lmente llamado tenis de mesa.

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