Muy escéptico
LAS DESAPARICIONES DE BARCOS Y AVIONES EN ESA ZONA DEL ATLÁNTICO NO SE SALEN DE LO NORMAL, COMO SE DEMOSTRÓ HACE DÉCADAS, PERO ES UN ASUNTO QUE SIGUE APASIONANDO.
El tema resurge cada dos por tres en los medios de comunicación desde 1974, cuando Charles Berlitz –lingüista y nieto del fundador de las academias de idiomas Berlitz– publicó un libro del que se han vendido más de veinte millones de ejemplares en treinta idiomas. En ese superventas, titulado simplemente El Triángulo de las Bermudas, el escritor sostenía que en esa región del Atlántico “más de cien barcos y aviones” se habían esfumado “en medio de una atmósfera transparente” y se habían perdido “más de mil vidas humanas”. Incluía una larga lista de incidentes, que se remontaban a tiempos de Colón, y provocó una oleada de títulos similares, de los que el propio Berlitz escribió dos:
Sin rastro (1977) y El Triángulo del Dragón (1989), localizado este último en el mar de China.
Ahora, el oceanógrafo Simon Boxall, de la Universidad de Southampton (Gran Bretaña), afirma que las desapariciones de barcos en la zona podrían deberse a olas de treinta metros originadas por grandes tormentas. Esa habría sido, según él, la causa de la tragedia del USS Cyclops, un buque militar de abastecimiento de 165 metros de eslora que se evaporó con sus 306 tripulantes en marzo de 1918 cuando navegaba de Barbados a Norfolk (Inglaterra). Boxall y sus colaboradores sometieron una réplica del barco a las condiciones de una violenta tormenta en un simulador de olas y no aguantó a flote. El USS Cyclops pudo hundirse “en dos o tres minutos”, ha aventurado el científico.
Las olas gigantes son allí bastante frecuentes, según han constatado satélites de la Agencia Espacial Europea, y se cree que están detrás de las zozobras de muchas grandes embarcaciones. ¿Pero expli-
carían las desapariciones del Triángulo de las Bermudas?
Aunque es posible que esas tempestades provoquen naufragios, convertirlas en la explicación del misterio es tan ingenuo como culpar a Venus de todas las visiones de ovnis. Para empezar, ¿por qué se esfuman entonces los aviones? Además, abogar por una única causa demuestra un gran desconocimiento de la historia real de un enigma que nació como tal en febrero de 1964.
Si bien en 1950 un despacho de la agencia AP ya había llamado la atención sobre desapariciones de barcos y aeroplanos en un “limbo brumoso de los perdidos” delimitado por las islas Bermudas, Florida y Puerto Rico, pasaron catorce años hasta que el divulgador de lo paranormal Vincent Gaddis bautizara la zona como Triángulo de las Bermudas, en la revista Argosy. Contaba, entre otras, las historias del Marine Sulphur Queen, que “navegó hacia lo desconocido” cuando en 1963 iba de Beaumont (Texas) a Norfolk, y del Vuelo 19, los cinco aviones torpederos con catorce hombres que se desvanecieron durante una misión de entrenamiento en diciembre de 1945. Gaddis amplió el misterio en su libro Horizontes
invisibles (1965) con casos como los del Cotopaxi, que desapareció en 1925 “en ruta de Charleston a La Habana”, y el buque alemán Freya, encontrado sin tripulación cerca de Cuba en octubre de 1902. Pero el que se llevó el gato al agua fue Berlitz.
EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS SE HIZO MUNDIALMENTE CONOCIDO gracias a su primer libro sobre el tema; en esencia, una versión larga del trabajo de Gaddis. Este había apuntado como causa de los hechos a “un fenómeno que podría ser llamado agujero en el firmamento”. Así, sin más. Posteriormente, Berlitz y compañía achacaron las desapariciones a anomalías magnéticas y gravitacionales, maquinaria atlante, monstruos marinos y, por supuesto, extraterrestres. Los libros sobre el enigma se multiplicaron: El Triángulo del Diablo (Richard Winer, 1974), El limbo de lo perdido (John Wallace Spencer, 1975), El triángulo mortal de las Bermudas (Alejandro Vignati, 1975)… Y a la misteriosa región se sumaron otras once similares repartidas por todo el globo donde también “parecen actuar las fuerzas maléficas y misteriosas que en aquel se manifiestan”, escribía Antonio Ribera, el padre de la ufología española, en Los doce triángulos de la muerte (1976).
Un año después del superventas de Berlitz, llegó a las librerías sin apenas publicidad El misterio del Triángulo de las Bermudas solucionado. A su autor, Lawrence Kusche, bibliotecario de la Universidad Estatal de Arizona, le llevó dos años investigar uno a uno los sucesos sobre los que se erigía el enigma. Había llamado por teléfono y mandado cartas y telegramas a navieras, archivos, aseguradoras, museos, militares, periódicos y bibliotecas de todo el mundo. Su conclusión era demoledora: “La leyenda del Triángulo de las Bermudas es un misterio manufacturado. Empezó a causa de una investigación descuidada y fue elaborada y perpetuada por escritores que, consciente o inconscientemente, se sirvieron de errores, razonamientos incorrectos o simple sensacionalismo”.
Así, por hablar solo de los casos citados aquí, el USS Cyclops se había hundido en medio de una tempestad frente a Virginia debido a su pesada estructura y a que iba sobrecargado; la Guardia Costera de Estados Unidos había concluido que el Marine Sulphur Queen era un buque inseguro, con problemas de mantenimiento y estructurales, que no estaba en condiciones de navegar; el Vuelo 19 fue víctima de un cúmulo de errores en una misión de entrenamiento sin instrumental y acabó estrellándose en el Atlántico; al Cotopaxi se le perdió la pista en una tempestad después de que la tripulación informara de una vía de agua; y el Freya sufrió los efectos de un maremoto cuando navegaba entre México y Chile... ¡por el Pacífico!
ADEMÁS, HAY CASOS INVENTADOS DE CABO A RABO, como el del carguero noruego Stavenger, supuestamente desaparecido en las Bahamas en 1931, pero que en realidad nunca existió. ¡Qué fácil es que se esfume algo que no existe! Las explicaciones son variadas, como en todo conjunto de accidentes los hay sin explicar y no hay constancia de una mayor siniestralidad en esta región que en otras. Como dijo en 1979 el explorador submarino Jacques Cousteau, el enigma del Triángulo de las Bermudas es un montaje editorial “para vender libros. Un camelo”.
JACQUES COUSTEAU, EL FAMOSO EXPLORADOR SUBMARINO, DIJO QUE TODO ERA UN MONTAJE EDITORIAL