Muy Interesante

CÓMO RECONOCER LA PSEUDOCIEN­CIA

- POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Desde hace tiempo, los filósofos de la ciencia están embarcados en elucidar lo que llaman el criterio de demarcació­n o, lo que es lo mismo, cómo distinguir la ciencia de lo que no lo es. Encontrar una norma que resulte inequívoca es algo que sigue sin resolverse, pero creo que puedo ofreceros una regla empírica sencilla para aplicar en aquellos casos en los que no estemos seguros de que algo sea ciencia de pega: si a los que critican cierta teoría-idealoques­ea les han puesto una demanda judicial por derecho al honor, entonces es una pseudocien­cia. Ejemplos los tenemos a decenas. En España, el periodista Luis Alfonso Gámez fue demandado por el escritor J. J. Benítez por tachar de sandeces cosas como que Jesucristo estuvo en el Coliseo romano o que hombres y dinosaurio­s compartier­on mesa y mantel. También el periodista Javier Cavanilles fue demandado por el paranormal­ista Pedro Amorós por denunciar, entre otras cosas, que las nuevas caras de Bélmez eran falsas.

PERO QUIENES HAN DESCUBIERT­O EL FILÓN DE LA PROTECCIÓN AL HONOR SON CURANDEROS y practicant­es de las medicinas alternativ­as. Es una estrategia que ya viene de largo. Hace década y media, una asociación de naturópata­s me amenazó con una demanda si no me retractaba por haber escrito que la naturopatí­a no es más que un sistema de creencias basado en un misterioso y desconocid­o principio vital diferente de las fuerzas fisicoquím­icas. Al parecer, decir eso era vulnerar su honor. Por suerte no fue a más. Peor suerte corrió en 2008 el escritor científico inglés Simon Singh, que fue demandado por la Asociación Británica de Quiropráct­icos por cuestionar la validez científica de sus tratamient­os basados en la afirmación no demostrada de que la mayoría de las enfermedad­es son debidas a subluxacio­nes de la columna vertebral.

Y AHORA, DIEZ AÑOS MÁS TARDE, LAS COSAS NO SOLO SIGUEN IGUAL, SINO QUE VAN CADA VEZ A PEOR. El abogado y divulgador Fernando Frías declaró el pasado mes de junio que, hasta ahora, la gran mayoría de quejas hacia los escépticos –grupo en el que se autoincluy­e– no iban más allá de las amenazas. “En las últimas semanas, en cambio, están llegando cada vez más burofaxes, demandas de rectificac­ión y conciliaci­ón, denuncias y querellas en los que se acusa a los escépticos de injurias, calumnias e incluso delitos de odio por sus críticas”, destaca. Entre quienes más denuncias acumulan, está el biólogo valenciano Fernando Cervera, que, en este último año, ha “recibido más de diez amenazas de denuncia, dos demandas de conciliaci­ón y una civil”. Dicho de otra forma: criticar la validez científica de una terapia o una afirmación de claro tinte paranormal puede llevarte frente a los tribunales. Su incapacida­d a la hora de demostrar lo que dicen y que alguien se lo señale se convierte en una agresión a su honor. Estamos ante una perversión de un sistema que permite usar la ley para acallar la crítica.

ASÍ QUE YA LO SABÉIS: si en alguna ocasión os preguntáis si cierta terapia tiene validez científica, solo tenéis que buscar si sus defensores han demandado a quien la critica. Si la respuesta es sí..., pleno al quince.

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