El fraude del poliagua
Afinales de la década de 1960, un grupo de científicos del Instituto de Química Física de Moscú anunció el descubrimiento de una nueva forma de agua que bautizaron con el nombre de poliagua. No se trataba de ninguna especulación teórica: los investigadores mostraban fotografías y proporcionaban pequeñas muestras en finísimos tubos capilares de cuarzo. Al principio llamaron a la sustancia, cautamente, agua anómala. Boris V. Deryagin, uno de los mayores expertos soviéticos en química de superficies, llevó el descubrimiento a Europa Occidental en 1966 y puso al corriente a los científicos capitalistas de sus maravillosas propiedades: hervía a 150 ºC, se congelaba a -40 ºC y tenía una viscosidad comparable a la del sirope.
Los científicos occidentales intentaron reproducir el hallazgo soviético; unos lo lograron y otros no. El principal problema al que se enfrentaban los laboratorios empeñados en obtener el poliagua era la contaminación. Las cantidades utilizadas eran mínimas, casi microscópicas, y la presencia de una minúscula cantidad de otras sustancias cambiaba sus propiedades de manera radical. Trabajos posteriores probaron que, efectivamente, las muestras de poliagua estaban contaminadas con otras sustancias, lo que explicaba los cambios en los puntos de fusión y ebullición. El poliagua, como afirmó la revista Nature en 1971, se fue por el desagüe.