¡Cuánto dolor!
Dolor agudo, dolor crónico, dolor neuropático, dolor musculoesquelético, dolor nociceptivo, dolor orofacial y cefaleas, dolor oncológico, dolor psicógeno, dolor fantasma, dolor visceral, dolor iatrogénico... El dolor es un compañero habitual en nuestras vidas y, como dijo el médico alemán y premio Nobel de la Paz en 1952 Albert Schweitzer, “es para la humanidad un tirano más terrible que la misma muerte”.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor definió el dolor como “una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial”. Según este criterio, en España lo padecen de forma habitual, lo que es fuente de ansiedad y depresión, 12 millones de personas, y el 61 % de los españoles ha tenido una molestia dolorosa en los últimos meses. Pero la cosa no queda aquí: los expertos calculan que el dolor que padecen más de la mitad de esos 12 millones es crónico, un problema que en 2008 la Organización Mundial de la Salud reconoció como una enfermedad en sí misma y no solo un síntoma asociado a un proceso patológico. La buena noticia es que la medicina moderna cuenta con un amplio arsenal terapéutico para aliviarlo e incluso hacerlo desaparecer: opioides, analgésicos, fármacos coadyuvantes, radiofrecuencia, terapias de implante, neuroestimulación... No obstante, algunos tipos de dolor se antojan intratables, pero los científicos ya trabajan en nuevas armas procedentes de disciplinas emergentes, como la optogenética, que podrían acallarlos para siempre.