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Hoy, las aves migratorias no se animan a cruzar los 14 kilómetros de mar que las separan de tierra firme. Estamos en el Observatorio del Estrecho, en Punta Camorro, en Tarifa (Cádiz) –muy cerca del punto más meridional del continente europeo–, y el viento sopla con furia a 80 km/h. Un mal día para jugarse el tipo tratando de pasar a Marruecos, así que los emplumados emigrantes prefieren posponer esta etapa hasta que el tiempo mejore.
Este observatorio ornitológico y centro de investigación forma parte del Centro Internacional de Migración de Aves (CIMA), una instalación alzada con la colaboración de Red Eléctrica, la Fundación Migres, la Junta de Andalucía y el Ministerio de Defensa, desde la que se estudian en detalle los espectaculares desplazamientos de estos animales y cómo puede afectar el cambio climático a la migración de las aves.
PUENTE INTERCONTINENTAL. El CIMA está situado en un lugar estratégico: el Parque Natural del Estrecho, punto de contacto entre Europa y África y donde confluyen el frío océano Atlántico y el cálido mar Mediterráneo. Esta peculiaridad lo convierte en un paso clave en las migraciones en ambos sentidos, según la estación, bien en busca de los templados inviernos del sur, bien de los suaves veranos del norte.
Cada año, millones de ejemplares cruzan nuestro país en dirección a este enclave. De ahí, la importancia de otro de los proyectos impulsados por Red Eléctrica, denominado Cartografía de corredores de vuelo, que pretende identificar las zonas de paso de las aves y señalizar los tramos del tendido eléctrico peligrosos para evitar accidentes.