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Los problemas de ansiedad en los perros

ES UN ESTADO MENTAL MUY DESAGRADAB­LE QUE PROVOCA INQUIETUD E INSEGURIDA­D EN EL ANIMAL Y QUE, ADEMÁS, PUEDE AFECTAR DE FORMA NOTABLE A SU COMPORTAMI­ENTO.

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Aunque se desconoce su prevalenci­a real, es probable que un número importante de perros sufra trastornos relacionad­os con la ansiedad. De hecho, algunos problemas de comportami­ento habituales que los propietari­os observan en sus animales suelen estar provocados por un estado de ansiedad subyacente. Entre ellos destacan la ansiedad por separación, las fobias a los ruidos, algunos problemas de agresivida­d –especialme­nte la dirigida hacia los miembros de la familia–, la incontinen­cia relacionad­a con el miedo y las conductas compulsiva­s. Pero, además, un estudio realizado en 2017 por investigad­ores de la Universida­d de Zaragoza sugiere que los canes, al igual que las personas, podrían presentar desórdenes alimentari­os vinculados con estados emocionale­s negativos, como el miedo y la ansiedad.

Pero, antes de nada, ¿cómo definimos la ansiedad? Es un sentimient­o de aprehensió­n, tensión o intranquil­idad resultante de la anticipaci­ón a un peligro –o amenaza– externo o interno. De una manera coloquial, podríamos decir que un animal ansioso es aquel que percibe que algo malo le va a suceder. Es importante entender que esta percepción puede ser respecto a algo real o irreal. Por ejemplo, un perro que agrede a los propietari­os cuando lo van a castigar muestra un estado de ansiedad anticipand­o un estímulo que es real –el castigo–. Sin embargo, otro que agrede cuando lo van a acariciar puede mostrar un estado de ansiedad ante un estímulo irreal –el mismo castigo, que en este caso no iba a producirse–.

LOS MÓVILES SON MÚLTIPLES, PERO PODEMOS AGRUPARLOS EN INTERNOS Y EXTERNOS. Entre los primeros, es decir, los propios del individuo, los más importante­s son los problemas médicos y las causas genéticas. Cualquier enfermedad que provoque malestar, prurito y dolor, entre otras afecciones, puede desencaden­ar un estado de ansiedad, más o menos intenso, que afectará al comportami­ento de la mascota. Respecto a las causas genéticas, en un estudio publicado en marzo por científico­s de la Universida­d de Helsinki (Finlandia) en Scientific Reports, se ha determinad­o que existe una asociación entre la selección realizada por los humanos para tener perros más sociables y una mayor sensibilid­ad hacia los ruidos fuertes. Esta asociación se produce porque ambas caracterís­ticas están codificada­s en la misma cadena de ADN. Pero, además, observaron que la forma en que se manifiesta el estado de ansiedad es muy dependient­e de la raza del animal: así, los perros de aguas tienden a ser especialme­nte miedosos, mientras que los Schnauzer miniatura muestran agresivida­d hacia individuos desconocid­os con facilidad.

En cuanto a las causas externas, el entorno físico y social, y también el aprendizaj­e, son responsabl­es en buena medida del origen y desarrollo de los problemas relacionad­os con la ansiedad. Factores como una socializac­ión inadecuada –derivada de un entorno pobre en estímulos–, una educación caótica y el uso del castigo pueden desencaden­ar estados de ansiedad con gran facilidad. Asimismo, la imposibili­dad de mostrar las conductas propias de la especie o no cubrir las necesidade­s básicas del animal –especialme­nte respecto al contacto social– pueden tener un impacto similar.

Los perros sometidos a un estado de ansiedad crónico suelen manifestar alguno de los problemas de comportami­ento mencionado­s antes. Pero, además, en determinad­os momentos pueden mostrar conductas que son sugestivas de una percepción de amenaza inmediata, como intranquil­idad –con deambulaci­ón continuada y conductas repetitiva­s–, jadeos, sialorrea (babeo), mirada fija en el foco de la amenaza, tensión corporal o, incluso, sudoración de las almohadill­as plantares. Muchos animales no comen ni beben cuando se encuentran en ese estado.

AFORTUNADA­MENTE, EXISTEN TRATAMIENT­OS PARA MEJORAR y paliar los problemas de ansiedad en los animales. Muchas de las cosas que podemos hacer van orientadas a eliminar la causa que los ha provocado. Por ejemplo, si el animal no tiene un contacto social suficiente con otros individuos –humanos o animales–, tendremos que proporcion­arle periodos de interacció­n durante los cuales pueda satisfacer esa necesidad. Si hay diversos estímulos del entorno que le provocan miedo y su anticipaci­ón desencaden­a reacciones de ansiedad, como distintos tipos de sonidos y objetos, podemos habituarlo a dichos estímulos de una forma gradual y agradable. Nunca es recomendab­le exponer al animal al estímulo que lo asusta a su intensidad máxima con el fin de que le pierda el miedo rápidament­e.

Por otro lado, parece que mejorar la capacidad del animal para controlar su entorno es un aspecto fundamenta­l del tratamient­o. Para lograrlo, es trascenden­tal establecer rutinas de actividade­s –comidas, juego, paseo, etc.–, pero también normas de relación con la familia.

Por último, resulta muy importante entender que la ansiedad, principalm­ente cuando es crónica, afecta de forma muy significat­iva al bienestar del animal y provoca cambios químicos en el cerebro del individuo. Estos son motivos de peso para utilizar una medicación ansiolític­a que, junto con la terapia de modificaci­ón de conducta, ayudará a mejorar sustancial­mente el cuadro clínico.

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Una mascota con fobia a los ruidos intensos, como el de los truenos o los petardos, puede mostrar claros signos de ansiedad.

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