Resetear las defensas
La ciencia, si la comparásemos con un corredor, tiene más apariencia de fondista que de velocista. Las distancias en el campo de la investigación van más allá de los sesenta, cien o doscientos metros lisos; generalmente son carreras maratonianas, metas que se tardan años e incluso décadas en alcanzar y cuyo camino hasta ellas está lleno de trampas, de baches y de senderos que hacen volver a atrás e incluso al punto de partida. Digo esto porque la pandemia de la COVID-19 ha hecho que la sociedad entera tenga sus ojos puestos en los científicos, pidiéndoles en un silencio atronador respuestas y soluciones a la pandemia que se está llevando por delante a seres queridos, a nuestra economía, proyectos y sueños. Todos queremos respuestas aquí y ahora: ¿cuándo y cómo surgió el SARS-CoV-2? ¿Por qué se ha convertido en una epidemia global? ¿A qué se debe que sea tan inocuo para unos y letal para otros? ¿Cómo afecta a nuestros niños? ¿Son realmente eficaces los test? ¿Y las mascarillas? ¿Para cuándo un medicamento? ¿Y la vacuna, la veremos este año o el que viene? Es de suponer que llegará antes la terapia farmacológica que la vacuna. Sin una ni otra a la vista, la única alternativa para mantener a raya al SARS-CoV-2 está en alinear la conducta y los hábitos de la población con las recomendaciones que los epidemiólogos y los expertos en salud pública proponen para frenar el contagio por COVID-19. Lavarse las manos con frecuencia, usar mascarillas, desinfectar los objetos, respetar la distancia física... Algunos especialistas incluso recomiendan que
reseteemos nuestro sistema inmune para hacerlo más fuerte a las infecciones.