Cómo se originó el primer viento de la Tierra
Recientemente un equipo de científicos liderados por Guillaume Dupont-Nivet, especialista en paleoambiente del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia, hizo un hallazgo sorprendente. Después de años de analizar sedimentos de Birmania, Tayikistán y el nordeste del Tíbet, descubrieron una fina capa de polvo de 40 millones de años. Eran las huellas del primer monzón que cruzó el nordeste del Tíbet; antes de ello, no hay nada. Los monzones proporcionan agua a la mitad de la población mundial y se producen en las zonas tropicales y subtropicales, aunque el más poderoso es el del sur de Asia. A medida que aumenta el calor del verano, el aire fresco y cargado de humedad sale del océano, se calienta y sube, y libera su húmeda carga cuando alcanza las temperaturas más frías. En el invierno sucede lo contrario con los vientos glaciales que brotan del Ártico y soplan polvo por toda Asia y los océanos circundantes.
Para Dupont-Nivet y su equipo, los monzones pueden haber tenido un papel fundamental en el clima de la región. De acuerdo con sus conclusiones, las fuertes lluvias provocaron un gran desgaste de las montañas, conocido como meteorización. Este proceso extrae dióxido de carbono de la atmósfera de varios modos: por ejemplo, el polvo resultante, cuando llega al mar, alimenta el plancton que luego absorbe CO2 a medida que crece. Con menos dióxido de carbono para aislar la atmósfera, el efecto invernadero se debilitó y el clima se enfrió.
Las huellas de aquel primer monzón se encontraron en granos de polen fosilizados, a partir de los cuales determinaron las especies de plantas. Su análisis permitió seguir la evolución de las mismas a través de las diferentes épocas y los distintos climas, hasta que llegó su final, cuando el desierto reinó en la zona. El estudio de los granos de polen sirvió, asimismo, para conocer las condiciones bajo las cuales prosperó cada una de las especies y trazar un mapa de las temperaturas en la región.