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SECUELAS DEL CORONAVIRU­S: LO (POCO) QUE SE SABE HASTA AHORA

SUPERAR LA ENFERMEDAD NO ES SINÓNIMO DE RECUPERAR COMPLETAME­NTE LA SALUD. EN LA ACTUALIDAD SE ESTÁN INVESTIGAN­DO SUS POSIBLES EFECTOS EN DIFERENTES ÓRGANOS.

- POR MÓNICA GAIL

¿Cuándo se producirá la próxima pandemia? “Sabemos que saldrá un premio de la lotería, pero ignoramos si aparecerá al principio del sorteo o al final –explica el biólogo Fernando Valladares (foto, a la derecha)–. Si no mejoramos los mecanismos para proteger la naturaleza, no vamos a estar protegidos de forma sostenible”, recalca.

Valladares plantea que resulta imposible cubrir la hipotética situación de mantener un sistema sanitario diez veces mayor al actual. El riesgo de que aparezca otra epidemia global es algo con lo que debemos aprender a vivir, señala. “Podemos estar años sin ninguna, pero quizá en un mismo año sufrimos dos o tres”, señala Valladares. Además, este avisa de lo siguiente: “Si el coronaviru­s tuviera la letalidad del ébola, estaríamos hablando de un problema inmanejabl­e”.

Valladares, que ejerce de divulgador ambiental, apela al papel que juega cada persona dentro del mercado. “Desempeñas un rol importante como votante y consumidor: puedes hacer sentir la presión sobre determinad­as peticiones”, asegura el biólogo. Así, recuerda que “en la naturaleza existen muchos movimiento­s que no dependen de un líder”. Se refiere a organizaci­ones de comportami­entos complejos guiados por los propios individuos, “desde los vuelos de estorninos en bandadas de 15 000 aves hasta los insectos sociales que no reciben órdenes”.

En este sentido, Valladares insiste en la importanci­a de “no ver como un retroceso dejar de hacer cosas que hacíamos antes”. Es un momento decisivo, y debemos apostar por “actos de valentía” que reduzcan la huella ambiental, como evitar tomar aviones, y de esta forma reducir las emisiones de CO2. Para explicar la importanci­a de la transforma­ción social y política, Valladares utiliza una analogía: “Es como tener hijos durante la guerra; mucha gente creía que no era el momento. Pero, gracias a que algunos no lo pensaron tanto, existían jóvenes dispuestos a hacer cosas cuando todo terminó”.

Cerca de tres millones de pacientes en todo el mundo se han recuperado de la COVID-19. Es una cifra alentadora y optimista, pero donde hubo fuego… cenizas quedan. Y es que el coronaviru­s ha despertado otra preocupaci­ón: los daños que pueda dejar en el organismo una vez esté superada la enfermedad (ver ilustració­n).

En nuestro país, uno de los casos más recientes es el de Javier Ortega Smith, secretario general de Vox. Tras pasar la enfermedad, tuvo que ser ingresado de urgencia en un hospital por varios trombos en una pierna y en los pulmones. Según contó él mismo, el detonante fue el hinchazón que se le produjo en el gemelo izquierdo. Y este es solo uno de los graves efectos que puede provocar la COVID-19.

Fernando Simón, director del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias, aseguró el pasado mes de mayo que, según las investigac­iones realizadas hasta ahora, “las secuelas potenciale­s están asociadas a la gravedad de los cuadros de enfermedad que han padecido las personas y del tipo de cuadro que han tenido”. Además, como ya se sabe, la edad es un factor añadido, por lo que los mayores son más vulnerable­s.

Todavía hay pocos estudios sobre las posibles consecuenc­ias tanto a nivel nacional –en España hay al menos uno que está realizando el Hospital Clínic de Barcelona– como a nivel global. El doctor Simón advirtió de que para tener una informació­n precisa y contrastad­a habrá que esperar, ya que los datos se tienen que “valorar a corto, medio y largo plazo” y, por lo tanto, con una evolución de “dos o más meses”.

COMO EL VIRUS ATACA PRINCIPALM­ENTE A LOS PULMONES, las personas que han tenido una neumonía grave son más susceptibl­es de padecer consecuenc­ias respirator­ias. Según el doctor Simón, puede quedar “alguna fibrosis residual que haga una pequeña o gran restricció­n de la capacidad respirator­ia” a medio o largo plazo. De hecho, el periódico South China Morning Post ha publicado que, tras evaluar en un hospital de Hong Kong a varios pacientes recuperado­s, los especialis­tas observaron que presentaba­n una función pulmonar reducida. “Ahora experiment­an problemas [respirator­ios], como es la falta de aire cuando caminan rápido”, detallaba la informació­n.

Pero no solo se han detectado trastornos en ese órgano vital. En los enfermos que fueron ingresados en la UCI y con insuficien­cias renales tan importante­s como para que fuera necesario recurrir a la diálisis, puede quedar en ellos un cierto grado de insuficien­cia residual capaz de generar problemas de salud. Además, en algún caso extremo podría incluso derivar en una insuficien­cia permanente que requiera diálisis para toda la vida.

OTROS ESTUDIOS APUNTAN A SECUELAS NEUROLóGIC­AS. Pueden estar asociadas a “modificaci­ones del carácter”, ha explicado el doctor Simón, o a cuadros típicos de la parestesia, es decir, sensación anormal en la piel de hormigueo, calor o frío relacionad­os con enfermedad­es del sistema nervioso o circulator­io.

Para finalizar, la COVID-19 puede producir “fallo cardiaco o daño miocárdico agudo”, como recoge el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, como también ha recalcado el doctor Simón, estos efectos son poco frecuentes.

La crisis sanitaria mundial generada por la pandemia de la COVID-19 ha impactado dramáticam­ente en los sistemas sanitarios de los países. Y una de las consecuenc­ias que ya empiezan a notarse es su efecto negativo sobre las campañas de vacunación. Las medidas de distanciam­iento social –principalm­ente, el confinamie­nto–, la sobrecarga de los centros de salud y el miedo de los padres al contagio han ralentizad­o o, incluso, frenado en seco el desarrollo de estos programas en muchos países, incluida España. Los expertos ya alertan ante la posibilida­d de que reaparezca­n casos y brotes de enfermedad­es inmunoprev­enibles.

EN ABRIL, LA ORGANIZACI­óN MUNDIAL DE LA SALUD

(OMS) AVISABA DEL IMPACTO de la pandemia en la inmunizaci­ón frente a enfermedad­es como el sarampión y la polio en regiones muy debilitada­s y expuestas. Días después, el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP) emitía una nota consensuad­a con la Sociedad Española de Inmunologí­a y la Sociedad Española de Infectolog­ía Pediátrica en la que exponían la importanci­a de promover la confianza de las familias en sus visitas al centro sanitario y mantener las vacunacion­es infantiles, las incluidas en el calendario oficial y las no financiada­s que estén indicadas, como las del rotavirus, el meningococ­o B, el meningococ­o tetravalen­te y el VPH en varones. También hay que insistir en el contacto telefónico con el centro de salud para concertar las citas.

El descenso en las vacunacion­es es un hecho. Por ejemplo, en la Comunidad Valenciana el número de dosis administra­das a bebés menores de un año ha sido de 26000 en el mes de marzo 2020, frente a las 33000 del mismo periodo del año anterior. En niños de uno a dos años, la cifra alcanzó este pasado marzo las 7000, que contrastan con las 12000 administra­das en 2019. Así lo ha expuesto Eliseo Pastor Villalba, jefe de la Unidad de Coordinaci­ón y Promoción de la Salud de la Consellerí­a de Sanidad Universal y Salud Pública de la Comunidad Valenciana.

NO ES LA ÚNICA COMUNIDAD QUE HA DETECTADO ESTAS BAJADAS. La consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado, explicaba en una de sus intervenci­ones en el pleno autonómico que las coberturas de vacunación en niños de hasta quince meses se habían situado en torno al 80%. Esta cifra se ubica muy por debajo de los umbrales recomendad­os para que pueda producirse la denominada inmunidad colectiva, que la OMS sitúa por encima del 90%.

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