¿UNA ABDUCCIÓN A FINALES DEL XIX?
EL PRIMER TESTIMONIO DE ESAS EXPERIENCIAS DATA DE ENTONCES.
LA MAYORÍA DE LAS APARICIONES DE LA
AERONAVE FANTASMA se limitan a la visión de luces entre las que el testigo intuye una silueta similar a la de alguno de los artefactos que se creía que iban a conquistar el cielo: máquinas con aspecto de dirigible, barco de vapor o pájaro. Fruto de confusiones con cuerpos astronómicos, del ingenio de bromistas y de invenciones periodísticas, responden a lo que la opinión pública espera ver pronto surcando los cielos: un invento humano pilotado por humanos, aunque en unos pocos casos se cita a sus tripulantes como vecinos de Marte. No es de extrañar en un momento en el que los supuestos canales marcianos cautivan a medio mundo.
Como pasará cincuenta años después con los primeros platillos volantes, algunos medios presentan a los testigos como dignos de crédito aunque lo que cuenten sea increíble, mientras que otros lo achacan a la bebida o a trastornos mentales. Así ocurre en el caso de Joseph Joslin, vecino de San Luis a quien en abril de 1897 una criatura bípeda
hipnotiza y retiene en su nave durante tres días de los que dice no recordar nada. El St.
Louis Globe-Democrat cuenta una historia sorprendentemente parecida a las abducciones de la segunda mitad del s. XX, pero solo avisa al final del artículo de que Joslin “ha sido diagnosticado de sufrir alcoholismo”.