La edad sí importa
El tiempo no pasa en balde para el sistema inmune, que es muy distinto según la etapa vital en la que nos encontremos. “Hasta los diez años no está aún bien desarrollado; su respuesta en niños difiere de la de los jóvenes y adultos”, explica Matilde Cañelles, que insiste en que hay que tenerlo en cuenta a la hora de vacunar.
En el caso de los ancianos, el problema es que sus defensas están bastante desgastadas. “Por una parte, les cuesta más montar una respuesta, ya que muchas de sus células T y B de memoria –encargadas de afrontar futuras infecciones causadas por el mismo agente patógeno– han ido muriendo con el tiempo”. Un buen ejemplo lo encontramos en la vacuna de la gripe, que es menos efectiva en los más mayores que en jóvenes y adultos.
Además, como en la vejez predomina la respuesta innata, es más fácil que esta se desboque por falta de control y ocurra lo que se conoce como tormenta de citoquinas. “Se trata de hallazgos recientes; tanto es así que ha aparecido una rama nueva de la inmunología dedicada a la edad anciana”, añade Cañelles. Por ello, en los ensayos clínicos con vacunas hay que trabajar con muestras amplias de individuos de todas las edades.
Según esta inmunóloga, en el caso del nuevo coronavirus, “es previsible que, en los distintos tipos de vacunas que se están desarrollando, existan diferencias en las respuestas en función de la edad; así pues, para cubrir todo el espectro de la población solo cabe seguir apostando por varias a la vez”.