UNA BATALLA DE DÉCADAS
LA AMENAZA GLOBAL MáS PREVISIBLE SIGUE SIENDO LA GRIPE. ES PRECISO PERFECCIONAR LA VACUNA CONTRA ELLA
ALGUNOS MICROBIOS PATÓGENOS SON ENEMIGOS RECALCITRANTES. LOS HAY QUE MUTAN Y SE HACEN RESISTENTES; OTROS SE ADAPTAN CON RAPIDEZ Y LOGRAN ENGAÑAR A LOS ANTICUERPOS QUE LOS COMBATEN. ELLO DIFICULTA EL DESARROLLO DE VACUNAS EFICACES, Y ALGUNAS ENFERMEDADES, COMO EL SIDA Y LA TUBERCULOSIS, PERDURAN PESE A LOS INGENTES RECURSOS DESTINADOS A ERRADICARLAS DURANTE DÉCADAS.
Se busca vacuna frente al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), un agente patógeno avispado y sumamente peligroso. Recompensa: el remedio definitivo –o casi– a una enfermedad llamada sida que se cobra más de un millón y medio de vidas al año. En ello trabaja desde hace más de treinta años un ejército de científicos en todo el mundo; entre ellos, Mariano Esteban, un virólogo del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en Madrid. “Esta dichosa vacuna es la más difícil de todas. Seguimos sin conseguirla a pesar de los grandes esfuerzos y los medios invertidos en todo este tiempo”, nos confiesa Esteban.
El microbiólogo Juan Emilio Echevarría Mayo tiene bastante claro dónde reside el problema: “El VIH tiene tasas de evolución muy rápidas e infecta de manera persistente, de modo que con el tiempo genera en un mismo paciente poblaciones víricas muy diversas”. Por ello, es fácil que dentro de ese variopinto conjunto se produzcan mutaciones que le confieran resistencia frente a los anticuerpos generados por las vacunas. “De hecho, aunque el 99% de la población vírica sucumba a la acción de dichos anticuerpos, basta con que unos pocos virus con esas mutaciones sobrevivan y proliferen para que se restaure la citada población hasta su tamaño original, lo que hace que fracase la vacuna”, indica Echevarría.
Pero los científicos no pierden la esperanza. La batalla contra el VIH les ha enseñado mucho sobre cómo poner a los gérmenes entre la espada y la pared, sin darles tiempo a reaccionar. La clave, dice Esteban, es inducir respuestas inmunológicas selectivas. Es más, según nos cuenta, en la búsqueda de un remedio contra el sida, su grupo de investigación ha encontrando candidatos vacunales frente a la fiebre chikungunya –protege al 100 % en ratones y monos–, el virus zika –protege igualmente en esos roedores al 100%– y el ébola –que protege a los ratones en un 80% con una sola dosis–.
Según aclara este experto, el VIH es el más difícil de desentrañar. Precisamente por ello, los estudios sobre el virus de la inmunodeficiencia humana están suscitando adelantos tecnológicos en la lucha contra los agentes patógenos. “Gran parte de los que hemos ido adquiriendo en ese sentido se aplican hoy para tratar de combatir el coronavirus y el cáncer”, señala.
UN MOMENTO: ¿CÓMO QUE CÁNCER? ¿ACASO ES UNA ENFERMEDAD INFECCIOSA? EN ABSOLUTO. Pero es que el campo de acción de las vacunas no se limita a las enfermedades causadas por gérmenes. Como ya se ha explicado el la primera parte, lo que hacemos al vacunarnos es entrenar nuestro sistema inmune para defendernos de agresiones. Y eso es lo que es el cáncer: una agresión en toda regla por parte de algunas de nuestras células que, debido a una mutación, crecen sin control, hasta el punto de amenazar nuestra salud.
“El sistema inmune está continuamente eliminando células tumorales sin que nos enteremos –resalta Esteban–. Pero algunas veces la célula rebelde es tan hábil que consigue crear una especie de escudo a su alrededor y se vuelve invisible para los linfocitos y, por lo tanto, imparable”. Lo que define a estas mutantes tumorales son los neoantígenos, y contra ellos se dirigen las vacunas. “El cáncer es un proceso muy largo que funciona de manera similar al VIH, porque en ambos casos se introducen continuamente cambios”, explica el investigador. En su opinión, en el futuro existirán múltiples vacunas contra distintos tumores. De hecho, ya se han obtenido prometedores resultados contra los de próstata o los de mama.
Algo parecido ocurre con la enfermedad de Alzhei
mer, que quizá pueda llegar a prevenirse con una vacuna si conseguimos estimular el sistema inmune para que se defienda con uñas y dientes frente a la formación de depósitos de la proteína beta-amiloide, culpable de la muerte de las neuronas de los pacientes afectados.
A la vacuna del ébola también hace un tiempo que le colgamos el cartel de “Se busca”. No por su prevalencia, que es relativamente baja, sino porque causa una gran alarma. “Durante décadas se habían producido únicamente brotes intermitentes reducidos, de decenas o cientos de casos a lo sumo, en comunidades rurales del África subsahariana”, relata Echevarría. Quizá por ello a nadie le había interesado desarrollar una vacuna, pues no tenía el mínimo viso de ser económicamente rentable. Pero las cosas cambiaron en 2014. Aquel año, uno de esos brotes alcanzó grandes núcleos urbanos y demostró que el virus del Ébola podía producir epidemias de mayor tamaño. Llegaron a darse casos en Estados Unidos, Italia, el Reino Unido y España. “Como no contábamos con las herramientas necesarias para controlarlo, se perdieron miles de vidas”, insiste el investigador. En 2018 se confirmó la existencia de un brote en la República Democrática del Congo, en una zona en guerra, que ha causado unas 2300 muertes. Esta vez, sin embargo, estaba disponible una vacuna experimental, cuyo uso ha contribuido a evitar que las cosas se complicaran aún más.
A LA HORA DE ESTABLECER PRIORIDADES, EL EXPERTO EN PARASITOLOGíA MOLECULAR VICENTE LARRAGA DISCREPA.
Este argumenta que detrás de las fiebres hemorrágicas, como el ébola, hay virus muy agresivos que pueden llegar a matar a más de la mitad de los infectados, pero que es posible combatir con pocos medios. Además, el riesgo de que acaben provocando una epidemia es bajo, porque “quien se infecta se suele poner tan malo que no se puede mover de la cama”, recalca. De ahí que, cuando le preguntamos por el mayor reto en vacunación, este investigador del CSIC dirija su mirada a la tuberculosis, una enfermedad causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis que cada año mata a entre 1,5 y 2 millones de personas. Es más, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una cuarta parte de la población mundial tiene tuberculosis latente; esto es, aunque está infectada, aún no han enfermado ni puede transmitir el mal. Estos individuos tienen unas posibilidades de desarrollarlo a lo largo de su vida de entre el 5% y el 15%.
Pero no estamos del todo indefensos. Un equipo de investigadores de la Universidad de Zaragoza ha ideado una nueva vacuna que ha llegado a la fase 2 en Sudáfrica, donde la tuberculosis es endémica. “Pinta la mar de bien”, resume Larraga. Frente a la que se ha venido utilizando hasta ahora, basada en una cepa viva atenuada de la micobacteria Mycobacterium bovis –un microorganismo que causa la tuberculosis bovina y que está relacionado con la Mycobacterium tuberculosis–, su propuesta, denominada MTBVAC, usa una cepa atenuada de la bacteria aislada en humanos. Eso implica que tiene más de 400 antígenos extra, que al ser reconocidos por el sistema inmune generan una respuesta potente y duradera.
La malaria es otra enfermedad, esta vez parasitaria, a tener en cuenta, especialmente en África, donde se dan el 93% de los casos. Se estima que en 2018 la contrajeron 228 millones de personas, y, aunque muchos afectados sobreviven, unos 627000 pacientes perecen cada año, muchos de ellos niños de menos de cinco años. De momento, los científicos han invertido unos treinta años de investigación en tratar de dar con una vacuna. En 2019, al fin se logró que una, bautizada como RTS,S, saliera triunfante de la fase 3. No obstante, aún
deja bastante que desear, pues solo previene el 39% de los casos en pequeños de cinco a diecisiete meses. De momento, es la mejor opción que existe y forma parte de un programa de vacunación en Malawi y Ghana que continuará hasta 2022.
En nuestra conversación con Echevarría sale a relucir que hay gran cantidad de virus emergentes, que a veces nos transmiten los animales y que son capaces de pasar también de una persona a otra. Es el caso de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, el virus de Nipah o el de Marburgo, entre otros. “Solo producen enfermedad grave en casos esporádicos o en brotes reducidos, así que, de nuevo, nos encontramos con que no es rentable producir vacunas frente a ellos”. La pregunta inmediata que nos viene a la mente es si podrían ser los próximos en producir una alerta global. “Es posible, aunque la amenaza más previsible sigue siendo, sin duda, la aparición de un virus nuevo de la gripe frente al que no tengamos ninguna inmunidad”, responde Echevarría.
LAS CIFRAS HABLAN POR Sí SOLAS. PESE A CONTAR CON VACUNAS ESTACIONALES CADA INVIERNO,
esta enfermedad suscita de 3 a 5 millones de casos graves y hasta medio millón de fallecimientos al año, lo que conduce a pensar que perfeccionar la vacuna de la gripe debería estar en la agenda de los inmunólogos. Echevarría recuerda que en 2009 tuvimos un serio aviso, aunque, afortunadamente, “resultó que las personas mayores –con más riesgo– tenían inmunidad frente a aquella variante del virus, por lo que la mortalidad no fue tan alta como en principio se temía”.
En ese caso, la vacuna se obtuvo con rapidez, porque la comunidad científica está habituada a lidiar con la gripe, pero la fabricación en masa de este tipo de compuestos aún suscita ciertos problemas. “La privatización del desarrollo y producción de las vacunas ha proporcionado grandes avances a través de una fuerte inversión privada que, lógicamente, busca un legítimo beneficio económico”, recalca Echevarría. Y eso “no se lo puede proporcionar la preparación de vacunas contra enfermedades de baja prevalencia, aunque sean potencialmente emergentes”, apunta. En su opinión, solo si afrontamos seriamente este problema podremos estar preparados para las próximas amenazas globales.