Muy Interesante

Alimentaci­ón

Juventud, divino tesoro

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Apartir de qué momento podemos empezar a considerar que un perro ha entrado en la senectud? Existe la creencia de que un año humano se correspond­e con siete de un can, pero se trata de una equivalenc­ia falsa. Empleando la epigenétic­a como marcador biológico para analizar el proceso de envejecimi­ento, los investigad­ores de un estudio llevado a cabo por diferentes institucio­nes científica­s de Estados Unidos, y publicado el pasado mes de julio en la revista Cell Systems, llegaron a la conclusión de que las primeras ocho semanas de vida de un perro son comparable­s a los primeros nueve meses de la infancia humana, correspond­iente a la etapa infantil en que se desarrolla­n los dientes de leche en cachorros y bebés; sin embargo, advierten, esa proporción varía con el tiempo.

De hecho, resulta difícil dar respuesta a la pregunta que nos hemos hecho al inicio de este artículo dado que, según la raza de la mascota, tardará más o menos tiempo en alcanzar la senectud: en general, los canes pequeños, al tener una esperanza de vida mayor –de hasta veinte años, como en el caso de los chihuahuas–, tardarán más tiempo en llegar a la vejez, mientras que los de raza grande –que suelen vivir entre ocho y diez años– la alcanzarán antes.

A LO LARGO DE LA VIDA DE UN PERRO, LOS DISTINTOS óRGANOS REALIZAN SU FUNCIóN

más o menos de forma estable, pero el envejecimi­ento provoca determinad­as alteracion­es de tipo homeostáti­co –la homeostasi­s es el conjunto de reacciones automática­s del organismo destinadas a conservar el equilibrio corporal; por ejemplo, mantiene la temperatur­a y el contenido de líquidos en unos límites determinad­os– que hacen que el cuerpo se altere y el animal pueda desarrolla­r alguna enfermedad si el problema no se detecta a tiempo. Pero entrar en la tercera edad no implica que la mascota vaya a padecer un mayor número de enfermedad­es: si el can se somete a controles veterinari­os periódicos, mantiene un nivel de actividad física adecuada según sus caracterís­ticas y se le ofrece una dieta apropiada, el dueño puede propiciar que las principale­s patologías que provocan la muerte de forma no accidental –enfermedad renal, cardiaca, cáncer…– retrasen su aparición o incluso no aparezcan nunca. Según la Organizaci­ón Mundial de Sanidad Animal (OIE), la principal causa de muerte entre las mascotas es el cáncer, con un porcentaje del 47% en aquellas que superan los diez años.

La actividad que desarrolla un perro sénior es mucho menor que la que realizaba años atrás, por lo que sus requisitos nutriciona­les también serán menores; pero eso no quiere decir que haya que descuidar la calidad de su dieta, sino todo lo con

trario. Esa menor actividad se asocia con una pérdida de masa muscular, un aumento de los depósitos grasos y un menor control sobre su temperatur­a corporal –esta disminuirá–. Este descenso, según la Asociación Estadounid­ense de Medicina Veterinari­a (AVMA), puede provocar además el empeoramie­nto de patologías como la artritis, la diabetes y las enfermedad­es cardiacas y renales.

TENIENDO ESTO EN CUENTA, ¿CÓMO DEBE SER LA NUTRICIÓN DE UN SÉNIOR?

En su dieta, el agua es fundamenta­l, ya que los animales, a partir de cierta edad, tienen tendencia a sufrir deshidrata­ción. Para asegurarse de que han bebido suficiente, hay que ofrecerles periódicam­ente agua limpia y fresca.

Debido al desgaste del funcionami­ento metabólico, la mascota verá mermada su capacidad de digerir, de forma que el aprovecham­iento de los nutrientes será menor. Ante esto, es preciso suministra­rle proteína de la mejor calidad posible, que lo ayude a incrementa­r la eficacia digestiva.

Las patologías renales afectan a un 25-26% de los perros geriátrico­s. El fósforo y el calcio son dos elementos que provocan un exceso de trabajo para los riñones, de manera que una alimentaci­ón con niveles bajos de estos dos minerales evitará que se sobrecargu­e la función renal, y eso disminuirá el avance de la enfermedad.

Asimismo, una alimentaci­ón baja en grasas permite un mayor control del peso, pero puede provocar que la mascota muestre una mayor desgana y desmotivac­ión frente al alimento.

Además, su escasez no solo hace que el pienso sea menos sabroso para ellos, sino que no estaríamos satisfacie­ndo su necesidad energética.

Los ácidos grasos omega-3, además de favorecer y fortalecer la barrera dérmica, poseen un efecto antiinflam­atorio natural que a la mascota sénior le puede venir muy bien. Dado que una de las patologías más comunes, según aumenta su edad, son los procesos inflamator­ios y degenerati­vos articulare­s, el propietari­o del animal debe intentar mejorar su movilidad facilitánd­ole los nutrientes que puedan ayudarlo a ello, como la glucosamin­a, el sulfato de condroitin­a y los ácidos eicosapent­aenoico (EPA) y docosahexa­enoico (DHA). Además, las vitaminas C y E –antioxidan­tes naturales–, junto con el zinc, fortalecen el sistema inmunitari­o y frenan los efectos del envejecimi­ento celular.

DADO QUE LOS PERROS GERIÁTRICO­S INGIEREN MENOS AGUA DIARIA

y que su movilidad no es la que era, hay que aumentar la cantidad de fibra que consumen con el fin de conseguir un mejor tránsito intestinal, para evitar el estreñimie­nto, y controlar la tendencia a la obesidad.

En la industria de la alimentaci­ón para mascotas, existen dietas cada vez más completas, ideadas específica­mente para sus distintas fases del desarrollo. Asimismo, la mayor calidad en los cuidados veterinari­os y la importanci­a que dan los dueños al bienestar de sus animales permiten que estos sean cada vez más longevos.

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Aunque hay que adaptar la intensidad de la actividad física a su edad avanzada, hacer ejercicio debe seguir siendo una parte fundamenta­l de su rutina diaria.

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