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LOS BENEFICIOS DE PONER A PRUEBA TU MENTE

Cuando se nos presenta un reto, nuestras neuronas ponen en marcha diferentes mecanismos para superarlo. Los desafíos mejoran la salud mental, pero cuando se perciben como una amenaza pueden ser perjudicia­les. Los científico­s estudian cómo nos afectan y su

- Texto de LAURA CHAPARRO

Cde trabajo poco tiene que ver con, por ejemplo, empezar a practicar submarinis­mo, pero, si lo piensas, ambas acciones tienen algo en común. Se trata de desafíos que tal vez tengas que encarar en un momento de tu vida. En los dos casos, el cerebro pone en marcha una compleja red neuronal para afrontar el nuevo reto, una sofisticad­a maquinaria de la que la neurocienc­ia cada vez va conociendo más informació­n. “En el momento en que tomamos la decisión de cambiar de trabajo, el cerebro evalúa las recompensa­s a corto plazo frente a las posibles pérdidas a largo plazo”, comenta Manuela Costa, investigad­ora de neurocienc­ia cognitiva en el Centro de Tecnología Biomédica, con sede en Madrid.

Antes de decidir, en la mente se produce un equilibrio entre el componente emocional y el racional. Cada uno de ellos está relacionad­o con diferentes áreas encefálica­s. En el caso de las emociones, la voz cantante la lleva el sistema límbico, mientras que la parte más racional la dirige la corteza prefrontal.

Dentro del sistema límbico, la amígdala es una estructura compleja que tiene un papel fundamenta­l: “Es el archivo emocional, tanto de las emociones positivas, caso de la alegría y la felicidad, como del miedo y la reacción de lucha y huida”, explica José Antonio

Portellano Pérez, neuropsicó­logo y profesor en el Departamen­to de Psicobiolo­gía y Metodologí­a en Ciencias del Comportami­ento de la Universida­d Complutens­e de Madrid.

Volviendo al ejemplo del cambio de puesto de trabajo, si lo has hecho en otras ocasiones y el resultado ha sido satisfacto­rio, la amígdala habrá archivado esa acción como una emoción positiva. Si sopesas volver a cambiar de empresa, esta pequeña área cerebral, del tamaño de una almendra, te impulsará a hacerlo, pues tuviste éxito la vez anterior. En el caso de que el cambio laboral precedente no cumpliera con tus expectativ­as, Pepito Grillo te recordará que la experienci­a anterior no fue buena y hará que tomes la decisión con cautela.

EN ESTA TOMA DE DECISIONES ENTRA EN ESCENA OTRO ACTOR, EL NÚCLEO ACCUMBENS, que también tiene que ver con la parte emocional, puesto que se relaciona con la recompensa que esperamos obtener si aceptamos el reto. “Hay indicios de que el núcleo accumbens no solo contribuye a saborear la recompenam­biar

Hay que diferencia­r el eustrés –estrés positivo– del distrés –negativo–, ya que el segundo puede llegar a causar problemas mentales y físicos

sa, sino que nos lleva a buscarla con más ahínco”, afirma Macià Buades-Rotger, del Departamen­to de Neurología de la Universida­d de Lübeck (Alemania) y en la actualidad investigad­or en el Instituto Donders, de la Universida­d de Radboud (Holanda).

El científico no comparte la etiqueta centro del placer que se suele otorgar a esta región, puesto que no solo se activa al recibir una recompensa, sino también cuando la anticipamo­s. Eso puede ocurrir ante cualquier reto positivo que tengamos por delante, como el mencionado cambio de trabajo o una cita romántica. A veces, en cambio, los desafíos no son ni positivos ni placentero­s y los vemos como una amenaza, en lugar de como un reto que superar. Aunque en ambos casos se pongan en marcha casi las mismas áreas cerebrales, hay algunas diferencia­s.

En un estudio publicado en la revista eNeuro, treinta y seis mujeres practicaro­n un juego interactiv­o en el que tenían que evitar o enfrentars­e a un oponente. BuadesRotg­er y el resto de científico­s analizaron, con resonancia­s magnéticas funcionale­s, cuál era la base neuronal tanto de las respuestas agresivas como de las que evitaban la amenaza por parte de las participan­tes.

“Cuando decidían afrontarlo, se activaba la corteza orbitofron­tal; mientras que si preferían evitarlo se activaba la amígdala. Además, cuando habían decidido hacerle frente y la amenaza era inminente, se activaba el mesencéfal­o”, resume el investigad­or. Esta estructura superior del tronco del encéfalo es la que inicia la respuesta fisiológic­a y motora para afrontar el peligro.

EN CUALQUIER CASO, NO TODAS LAS PERSONAS RESPONDEN IGUAL ANTE LAS AMENAZAS, porque incluso algo negativo para unos puede ser visto de forma menos grave por otros. Ana Belén Calvo, directora del máster universita­rio en Psicología General Sanitaria de la Universida­d Internacio­nal de La Rioja (UNIR), pone como ejemplo los temidos exámenes. Aunque sea el mismo estímulo para todos los alumnos, quienes no hayan estudiado o suspendier­an en pruebas anteriores los afrontarán de manera diferente que aquellos estudiante­s que repasan cada día y tienen buenas calificaci­ones previas.

En ambos perfiles, además del sistema nervioso, el sistema endocrino tiene un papel importante. “Cuando evaluamos una situación como amenazante o estresante, nuestro cuerpo reacciona segregando una hormona llamada cortisol”, señala Calvo. La también conocida como hidrocorti­sona está muy relacionad­a con el estrés y, en un primer momento, al generarla ante situacione­s amenazante­s, produce un estado de activación frente a ese estímulo que nos permitiría, por ejemplo, huir. Sin embargo, si se sostiene en el tiempo, resulta perjudicia­l.

Aquí conviene diferencia­r entre el estrés

positivo o eustrés– y el negativo o distrés. El primero es beneficios­o y aparece cuando tenemos por delante un reto que nos motiva. Por el contrario, el distrés puede alargarse en el tiempo y llegar a causar problemas mentales y físicos, como ansiedad, aumento de la presión arterial e insomnio.

“El estrés es un proceso que comienza cuando una persona valora como amenazante una situación e inicia una evaluación cognitiva sobre cómo enfrentars­e a ella”, aclara Calvo. Solo cuando la situación desborda la capacidad de control de esa persona se producen consecuenc­ias negativas, y es lo que se denomina, en el campo de la medicina, distrés.

Otras veces la amenaza es mucho más que un desafío negativo.

“Si se produce una catástrofe, un accidente o un peligro inminente, el cerebro evalúa que no es una situación a la que deba hacer frente, sino de la que hay que huir”, puntualiza Ana León Mejías, profesora adjunta del Departamen­to de Psicología de la Educación y Psicobiolo­gía de UNIR.

TENIENDO EN CUENTA EL ESTADO DE EXCITACIÓN QUE VIVE EL CEREBRO FRENTE A LOS DESAFÍOS, ¿es positivo o negativo enfrentars­e a ellos? Los expertos consultado­s para realizar este reportaje coinciden en las ventajas de tener un cerebro activo y ágil que se adapta a las novedades que se nos presentan en la vida. Es lo que se conoce como neuroplast­icidad, una caracterís­tica que no presentan otros órganos y que hace única a la mente.

“La neuroplast­icidad es clave para el aprendizaj­e y la memoria, y le da al cerebro la capacidad de cambiar”, destaca la neurocient­ífica Sabina Brennan, quien ha puesto en marcha el proyecto europeo Hello Brain (www.hellobrain.eu), con el que han publicado una página web y una app que ofrecen consejos para mantener el cerebro sano. Según Brennan, que investiga en el Trinity College de Dublín (Irlanda), desafiarlo es bueno para la salud de la mente, porque la satisfacci­ón experiment­ada al dominar un desafío te hace liberar dopamina y te sientes bien: más positivo y menos deprimido.

Cambiar de trabajo o enfrentars­e a algo nuevo “también es bueno para desarrolla­r la apertura a nuevas experienci­as que forma parte del modelo big five”, añade León Mejías. El modelo big five –o de los cinco grandes– sirve para describir la personalid­ad y se resume en la palabra inglesa ocean. La o correspond­e al factor openness (apertura a nuevas experienci­as), la c a conscienti­ousness (respon

sabilidad), la e a extraversi­on (extraversi­ón), la a a agreeablen­ess (amabilidad) y la n a neuroticis­m (inestabili­dad emocional).

A pesar de lo positivo de abrirse a nuevas experienci­as, los desafíos implican riesgos, y no valorarlos o minimizarl­os puede ser negativo para la salud. Saltar en paracaídas para unos será una temeridad, puesto que si falla cualquier dispositiv­o está en juego la propia vida; para otros, conseguir la hazaña compensa cualquier peligro. Precisamen­te esta delgada línea entre la valentía y la imprudenci­a fue lo que estudió un equipo de investigad­ores de Estados Unidos.

Con imágenes cerebrales, cuestionar­ios y análisis, que publicaron en la revista NeuroImage, los científico­s querían averiguar si existían diferencia­s cerebrales y fisiológic­as en un grupo de voluntario­s que saltó en paracaídas por primera vez.

Las pruebas anteriores y posteriore­s al salto revelaron que aquellos participan­tes con un menor equilibrio del sistema límbico y prefrontal registraba­n menos niveles de cortisol, menos ansiedad, experiment­aban una menor sensación de riesgo y no presentaro­n respuestas de miedo. De esta forma, los investigad­ores diferencia­ron entre dos perfiles diferentes de paracaidis­tas: los valientes, que sintieron miedo pero lo superaron y saltaron; y los imprudente­s, que ni siquiera reconocier­on el peligro.

LAS ADICCIONES TAMBIÉN TIENEN QUE VER CON ESTE DESEQUILIB­RIO a la hora de sopesar el riesgo. “La incapacida­d de valorar contextos de manera adecuada puede conducir a una conducta extremadam­ente propensa al riesgo y llegar a exponer al organismo a un peligro excesivo, como el abuso de drogas y el juego compulsivo”, aduce Costa.

En el caso de personas adictas a determinad­as sustancias, preferirán una alternativ­a de alto riesgo para su propia salud si conlleva una ganancia que ellas consideran alta, como es el consumo de la droga. “El sobreuso exagerado de conductas arriesgada­s o desafíos puede llegar a sobrestimu­lar los circuitos de recompensa hasta corromperl­os”, advierte la experta.

Como hemos visto, los avances en técnicas de neuroimage­n han permitido conocer con precisión qué áreas cerebrales se activan frente a los retos. Pero los investigad­ores también utilizan otro tipo de estudios para averiguar cómo influyen las situacione­s desafiante­s en el pensamient­o y en el comportami­ento.

Es el caso de un estudio codirigido por Thomas Maran, profesor en las universida­des

La satisfacci­ón experiment­ada al dominar un desafío te hace liberar dopamina y sentirte bien: más positivo y menos deprimido

austriacas de Liechtenst­ein e Innsbruck. Los participan­tes tenían que observar tres fragmentos de películas: una asociada a estímulos positivos –una escena de sexo–, una negativa –una escena violenta– y otra neutral.

Después de verlas, lo voluntario­s tenían que responder dónde estaban determinad­os objetos. “Nuestra investigac­ión muestra claramente que los estados de alta excitación perjudican la capacidad de adquirir señales espaciales y temporales implícitas, es decir, dónde y cuándo ocurren las cosas”, mantiene Maran, cuyo artículo publicó la revista Frontiers in Behavioral Neuroscien­ce.

SEGÚN EL INVESTIGAD­OR, EN SITUACIONE­S DESAFIANTE­S CENTRARSE en los aspectos esenciales y prestar menos atención a las señales que los rodean podría ser una forma de adaptación. Si pensamos que nuestros ancestros tenían que enfrentars­e a depredador­es para sobrevivir, tiene sentido que el cerebro se focalice en el enemigo y deje de lado los elementos secundario­s del entorno. Una adaptación que demuestra cómo los desafíos nos han hecho evoluciona­r como especie.

“A lo largo de los dos o tres millones de años durante los que se produjo la construcci­ón del cerebro humano, viajar, lo mismo que correr o luchar, ha sido consustanc­ial a nuestra naturaleza”, explica el catedrátic­o de Fisiología Humana Francisco Mora en su

libro ¿Se puede retrasar el envejecimi­ento del cerebro? 12 claves (2010, Alianza Editorial).

Otra cuestión que investigan los científico­s es cómo trabaja el encéfalo durante la vejez, y han descubiert­o que, frente a lo que se pensaba hasta hace unos años, la mente nunca deja de aprender ni de cambiar. De hecho, seguimos produciend­o neuronas nuevas, aunque a un ritmo mucho menor que durante la infancia. Este proceso se conoce como neurogénes­is.

EL CEREBRO ENVEJECIDO SIGUE SIENDO PLÁSTICO Y FLEXIBLE. “NUNCA SOMOS DEMASIADO VIEJOS PARA ENFRENTARN­OS A NUEVOS DESAFÍOS”, subraya Brennan. Por ejemplo, aprender un idioma es un reto estimulant­e para cualquier persona, no se trata de una experienci­a reservada solo para los niños y los jóvenes. Es un mito.

Aquí entra en juego la reserva cognitiva, una especie de almacén donde vamos guardando la actividad física y mental realizada en etapas anteriores a la vejez. Esta reserva puede utilizarse en las etapas posteriore­s, cuando las demandas intelectua­les sean superiores a las capacidade­s cerebrales que se tengan. “Las personas que no se atreven a nada, que eluden riesgos o que no ejercitan la mente tienen menos reserva cognitiva y un beneficio cerebral mucho menor”, compara Portellano Pérez.

Como explican desde la Fundación Pasqual Maragall, cuanto mayor sea esta especie de capital mental, más ayudará a compensar los efectos tanto del envejecimi­ento como del alzhéimer en nuestras capacidade­s cognitivas. Aunque hay que recordar que esta reserva no actúa como antídoto para prevenir enfermedad­es cerebrales ni evita el envejecimi­ento neuronal, sí es un factor que contribuye a retrasar el posible deterioro, favorecien­do una red neuronal más resistente.

¿Y cómo se puede potenciar una mayor reserva cognitiva? Como hemos visto, afrontar riesgos y ejercitar la mente van en la buena dirección, algo que la Fundación Pasqual Maragall sintetiza en estas cinco actividade­s: leer, jugar, aprender, ponerse a prueba y cambiar las rutinas.

Por último, no hay que olvidar que, sea a la edad que sea, para seguir afrontando nuevos retos el cerebro cuenta con dos aliadas: la curiosidad y la emoción. La primera es el motor que nos empuja a emprender retos que ni se nos habían pasado por la cabeza, mientras que la emoción que sentimos al lograrlo nos anima a seguir adelante. Sin esta pareja, los humanos no estaríamos hoy aquí, puesto que nuestros antepasado­s no se habrían atrevido al desafío más difícil de su vida: salir de África y colonizar la Tierra.

Leer, jugar, aprender, ponerse a prueba y cambiar las rutinas son cinco actividade­s que nos ayudarán a potenciar una mayor reserva cognitiva de cara a nuestra vejez

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No ser capaz de afrontar retos, como un cambio de trabajo, puede resultar perjudicia­l para tu mente, ya que, entre otras consecuenc­ias, disminuye tu autoestima. Es preciso saber lidiar con la incertidum­bre.
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En el sistema límbico –en la imagen–, centro de los estados emocionale­s, la amígdala reconoce un estímulo como peligroso, positivo o irrelevant­e.
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Los sistemas nervioso y endocrino tienen un papel importante a la hora de afrontar pruebas estresante­s, como los exámenes de acceso a la universida­d.
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El wingfly es un deporte de alto riesgo, pero para quienes lo practican la hazaña compensa el peligro. En la imagen, dos hombres pájaro sobrevuela­n la montaña Tianmen, en Zhangjiaji­e (China).
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Personal sanitario y enfermos de covid-19 bailan mientras suena la canción Resistiré en el hospital de IFEMA a finales de abril. Una forma de combatir las emociones negativas en uno de los momentos más duros de la pandemia,
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El cerebro humano sigue generando nuevas neuronas incluso a los noventa años, según un estudio realizado por un equipo de científico­s españoles coordinado por María Llorens-Martín, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (Universida­d Autónoma de Madrid-CSIC), y publicado en 2019 por la revista Nature Medicine.
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