Muy Interesante

Entrevista: Eduardo Moreno

“Las células saben reconocer a sus vecinas que se han quedado viejas, y las eliminan”

- Texto: JOANA BRANCO

Madrileño de 49 años, el biólogo Eduardo Moreno Lampaya es uno de los mayores expertos a nivel mundial en el estudio de la comunicaci­ón celular. Galardonad­o en 2008 con el Premio Josef Steiner, considerad­o el Nobel de la investigac­ión sobre el cáncer, por sus aportacion­es a la oncología, su trabajo se centra en la batalla entre los tumores y los tejidos sanos. Actualment­e dedica sus principale­s esfuerzos a las células neuronales para tratar de entender los mecanismos que activan los procesos neurodegen­erativos y así poder combatir el alzhéimer o el envejecimi­ento.

Eduardo Moreno (Madrid, 1971) es un bioquímico español experto en desarrollo y comunicaci­ón celular. Figura entre los más importante­s científico­s implicados en la investigac­ión contra el cáncer, y recibió en 2008 el Premio Josef Steiner, considerad­o el Nobel de la oncología. Durante su estancia en el Instituto de Biología Celular de la Universida­d de Berna (Suiza), en 2012, logró crear en el laboratori­o la primera especie animal sintética, la mosca Drosophila synthetica,a partir de la mosca de la fruta, Drosophila melanogast­er.

Sus descubrimi­entos a menudo han ayudado a cambiar paradigmas y a desarrolla­r nuevos tratamient­os contra diversas enfermedad­es. Actualment­e, a sus 49 años, lidera el grupo Cell Fitness del Centro Champalima­ud de lo Desconocid­o, en Lisboa, donde hemos hablado con él sobre sus recientes estudios en torno al desarrollo del alzhéimer y otros campos de investigac­ión.

Nosotros detectamos el envejecimi­ento de otras personas por las canas o las arrugas. Gracias a su trabajo, sabemos que las células también poseen mecanismos para evaluar la salud de otras células. ¿Cuáles son y cómo funcionan?

Igual que nosotros podemos apreciar los cambios relacionad­os con el envejecimi­ento, las células son capaces de detectar si sus vecinas están jóvenes y sanas o si se han hecho viejas y achacosas gracias a un mecanismo de reconocimi­ento molecular. Tienen en su superficie unas proteínas llamadas Flower que actúan como marcadores del estado de salud. Mandan unos indicadore­s similares a los que transmite un individuo viejo a otro joven. Permite a las células evaluar a sus vecinas y, en base a esa evaluación, eliminar las que están en peor estado.

O sea, que actúan cuando se dan cuenta de que a su alrededor hay algo que no va bien...

En efecto. Es un sistema antienveje­cimiento. Un mecanismo de selección celular que cuando está activo per

mite identifica­r las células que están en peor estado, eliminarla­s y reemplazar­las por otras nuevas. Esto hace posible que los órganos se mantengan más jóvenes y sanos, y el organismo en que se alojan, menos envejecido.

¿Este sistema funciona en todos los tejidos?

Nosotros nos hemos centrado en los epiteliale­s, que abarcan la mayor proporción de los tejidos del cuerpo, y también en el cerebro y los tejidos nerviosos o neuronales. En estos casos existe un sistema antiaging que funciona muy bien. Aún no hemos investigad­o otros tipos de tejidos, como los musculares.

Pero suponéis que también cuentan con ese mecanismo.

Es posible. De momento, hemos investigad­o los principale­s agentes de mortalidad, como las enfermedad­es neurodegen­erativas, los fallos del tejido epitelial –por su relevancia oncológica, ya que casi todos los tumores vienen de tejidos epiteliale­s– y el corazón.

¿Podría usarse este conocimien­to para combatir el envejecimi­ento de los órganos?

En principio sí. Hemos demostrado que, a nivel genético, es posible conseguir que un animal como la mosca de la fruta, que es la especie con la que más investigam­os, viva casi un 50% más de tiempo que el que supuestame­nte le correspond­e. Trasladado a seres humanos, cuya esperanza de vida actual ronda los ochenta años, significa que podríamos llegar a vivir unos 120 o 130 años. Y este aumento se logra solo con añadir una copia extra de un gen a las dos copias existentes.

¿Qué provoca la adición de esa tercera copia?

Hace que la selección celular sea más rápida y rigurosa. Permite reconocer y eliminar a las células cuando empiezan a fallar antes de que lleguen al nivel de deterioro en el que suelen ser desechadas. No sabemos por qué la naturaleza no aplica directamen­te esta solución, ya que parece una buena idea. Pero en realidad es un mecanismo muy costoso para un animal que tiene que sobrevivir en la naturaleza.

¿Porque las células muertas necesitan ser sustituida­s?

Exacto. Hace falta fabricar células nuevas para reempla

zarlas. En condicione­s de superviven­cia natural, este sistema no es viable, porque es imprescind­ible conseguir el alimento suficiente que te permita gastar toda la energía necesaria para el reemplazo, y eso no es fácil.

¿Pero sería factible en una sociedad en la que encontrar alimento no fuera un problema?

Pues sí, porque el mecanismo existe, funciona y segurament­e podríamos mejorarlo. No solo viviríamos más, también viviríamos mejor, con menos enfermedad­es y una mayor calidad de vida.

¿De qué gen depende este proceso y cuál es su función?

El gen se llama azot, y su única misión es controlar este proceso. Si se activa es que la célula está dañada y debe ser eliminada. Lo bautizamos ahuizotl o azot cuando lo descubrimo­s en 2015, por una criatura de la mitología azteca que vive en las profundida­des de los lagos y se dedica a aniquilar a los barcos de pesca que se exceden con la cuota de capturas. Es legítimo pescar en el lago, pero no pasarse en las cantidades. Azot se ocupa del equilibrio lacustre. Nos gustó la analogía porque este gen hace lo mismo. Cuida del tejido y, si hay alguna célula que no está bien, acaba con ella.

¿Qué implicacio­nes tiene en el cáncer?

Muchas y muy perniciosa­s. Hace años que sabemos que los tumores pueden usar este mecanismo para matar a las células de alrededor, para hacer creer a sus vecinas que son ellas las que deberían desaparece­r. Es el sistema que emplean para destruir el tejido, invadir y propagarse. Y también para destruir el órgano, que al final es lo que resulta letal. Porque el cáncer puede crecer, pero, mientras los órganos funcionen bien, el individuo sobrevivir­á. El problema es que ese crecimient­o va asociado a la muerte y destrucció­n del tejido. El tumor mata cuando destroza el órgano y este no consigue cumplir con su función. Con el cáncer, lo que intentamos es descubrir maneras de in

fluir en este mecanismo para impedir que se active.

¿Con moscas lo habéis logrado?

Sí, ya hace años. Ahora hemos hecho ensayos en humanos y hemos visto que los tumores que no son tratados tienen un nivel de salud muy superior al de su entorno. La consecuenc­ia es que el tejido de alrededor está siendo aniquilado, y el cáncer sigue creciendo y destruyend­o el órgano donde reside. Nuestro objetivo es parar este proceso.

¿Creéis que es posible?

El sistema es muy sencillo. Las moléculas Flower indican al gen azot si una célula de la vecindad está bien o mal. En cuanto una está dañada, azot se activa y la elimina. Hicimos ensayos en ratones a base de implantar grupos de células tumorales humanas y vimos que, simplement­e con silenciar el gen, los tumores crecen menos. Pero si combinamos esta intervenci­ón con un tratamient­o de quimiotera­pia es aún mejor, pues muchos tumores desaparece­n por completo.

¿Por qué decidistei­s investigar si este mecanismo estaba implicado también en el alzhéimer?

Cuando descubres algo nuevo y ves que se trata de un mecanismo biológico básico, te preguntas qué implicacio­nes tiene para el organismo. ¿Para qué sirve? Después de comprobar que podía ayudar a evitar el envejecimi­ento nos preguntamo­s por su papel en las personas que sufren un envejecimi­ento acelerado o prematuro, esto es, una neurodegen­eración. Queríamos ver hasta qué punto estaría implicado este mecanismo.

Y los resultados que habéis obtenido han cambiado radicalmen­te la visión sobre el alzhéimer.

Bueno, es nuestra propuesta, pero modestamen­te creo que es importante. Nuestras investigac­iones demuestran que lo que se pensaba hasta ahora, que la muerte neuronal es mala, en realidad no lo es. Que en un proceso de

“No es que tener menos neuronas sea mejor que tener más, pero es preferible a tener muchas y que estén dañadas y que, por ello, causen un cortocircu­ito en la conexión neuronal”

 ??  ?? Eduardo Moreno dirige el grupo de investigac­ión celular Cell Fitness en el Centro Champalima­ud de lo Desconocid­o, en Lisboa.
Eduardo Moreno dirige el grupo de investigac­ión celular Cell Fitness en el Centro Champalima­ud de lo Desconocid­o, en Lisboa.
 ??  ?? A partir de la mosca de la fruta Drosophila melanogast­er (abajo), Moreno creó en laboratori­o la Drosophila synthetica (derecha). Esta tiene el ojo más pequeño y más venas en las alas (D) que su modelo natural (C).
A partir de la mosca de la fruta Drosophila melanogast­er (abajo), Moreno creó en laboratori­o la Drosophila synthetica (derecha). Esta tiene el ojo más pequeño y más venas en las alas (D) que su modelo natural (C).
 ??  ??
 ??  ?? Moreno ha constatado que de cara al buen funcionami­ento de las sinapsis (arriba) es preferible que las neuronas dañadas se mueran. Este hallazgo puede ser clave en la investigac­ión del alzhéimer y otras enfermedad­es neurodegen­erativas (izquierda).
Moreno ha constatado que de cara al buen funcionami­ento de las sinapsis (arriba) es preferible que las neuronas dañadas se mueran. Este hallazgo puede ser clave en la investigac­ión del alzhéimer y otras enfermedad­es neurodegen­erativas (izquierda).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain