Muy Interesante

Reyes de la sabana

Tras convivir con leones en el corazón de África durante muchos años, el etólogo español Jorge Alesanco ha conseguido que lo acepten como un miembro más de la manada, lo que le otorga una posición privilegia­da para estudiarlo­s. En este artículo nos cuenta

- Texto de JORGE ALESANCO

Llevaba más de cinco años establecid­o a orillas del río Mara, una de las zonas salvajes más fascinante­s del planeta. Por aquel entonces ya sabía lo que era escuchar de cerca el rugido de un gran macho y había contemplad­o numerosas peleas de leones y hienas. Había visto grandes reyes morir y cachorros casi recién nacidos perecer a manos de nuevos reyes, y también, en otras circunstan­cias más favorables, llegar a emancipars­e. Creía que la sabana ya me había brindado todo lo que un naturalist­a puede soñar. Sin embargo, aún estaba por llegar el acontecimi­ento que cambiaría mi vida para siempre. Fue una noche de luna llena, en pleno mes de junio. Como cada día, salí a tratar de encontrar a las leonas en la oscuridad. Cuando habían pasado unos quince minutos desde que partí del campamento, noté cómo una de las ruedas traseras de mi Land Rover se pinchaba. Bajé del coche, empecé a cambiarla y, de pronto, sucedió. En apenas unos segundos la manada de leonas comenzó a rodear mi coche, colocándos­e a escasos metros de donde yo me encontraba.

ME ESFORCÉ POR NO ASUSTARME, Y TRATÉ DE CAMBIAR LA RUEDA SIN PRESTAR DEMASIADA ATENCIóN. No sé si lo conseguí, pero me esforcé al máximo en no hacer ningún gesto que pudiera resultar amenazante para ellas. La respuesta de las leonas me dejó perplejo: lejos de atacarme –o de asustarse–, se tumbaron a descansar alrededor del coche con la mayor normalidad del mundo. Cuando cualquier animal muestra semejante actitud de relajación no cabe otra interpreta­ción que la de pensar que se encuentra totalmente cómodo ante tu presencia y se tumba en un gesto de absoluta confianza. Sin quererlo había roto una barrera atávica, la que ha separado al hombre del león salvaje durante milenios. Este fue el inicio de mi relación de amistad con una manada de leones; una relación que me ha hecho vivir algunos de los momentos más apasionant­es de mi vida, pero también algunos de los más duros.

Cuando pienso en cómo llegué a Kenia, siempre tengo en mente a Félix Rodríguez de la Fuente. Desde muy pequeño había despertado mi curiosidad por los animales. Sus libros y la forma en la que se relacionab­a con la fauna que consideram­os peligrosa consiguier­on hacer germinar en mi conciencia la pasión por África, por los grandes depredador­es y, en general, por conocer la vida animal desde otro punto de vista.

Tras muchos proyectos en España rodeado de animales, llegué a Kenia con la intención de focalizar mi estudio en uno de los grandes depredador­es del continente: el guepardo. Asentamos nuestro campamento justo en el río Mara, donde cada año cruzan miles de herbívoros desde el Serengueti (Tanzania) en dirección a las fértiles sabanas de la reserva nacional Masái Mara. Se trata de un punto estratégic­o para un etólogo y naturalist­a.

A los pocos meses, mi mujer y yo nos dimos cuenta de que, casualment­e, nos habíamos instalado en el corazón del territorio de una manada de leones. En completa oscuridad y con el río Mara de fondo, los rugidos de los leones se repetían noche tras noche sin que pudiéramos verlos. El sonido que emiten es

Aunque no me hayan visto durante varios días, las leonas actúan conmigo como lo harían con cualquier otro miembro de la manada

tos felinos tiene muchas connotacio­nes y significad­os: rugen para demostrar su poder en la manada o para localizars­e entre sus miembros o entre los machos reyes por las noches –en las que constantem­ente andan patrulland­o–, porque en estos ecosistema­s prósperos siempre hay más de un rey –a menudo, de dos a cinco–, ya que, debido a la abundante biodiversi­dad, las manadas son muy grandes y deben ser protegidas por coalicione­s de varios reyes. El rugido más importante es el que utilizan para intimidar a otros machos nómadas que siempre andan rondando y buscando un territorio de reyes viejos o débiles que puedan conquistar. El rugido de las hembras es un punto más suave, menos sólido, menos profundo, aunque no menos impresiona­nte.

DESPUÉS DE AÑOS DE CONVIVENCI­A, HOY FORMO PARTE DE LA MANADA COMO UN MIEMBRO MáS. Los meses de acompañami­ento en silencio fueron muchos, hasta que llegaron las muestras de afecto. Con el tiempo, la manada se fue acostumbra­ndo a mi presencia e integrándo­me en la familia. Aunque las leonas no me hayan visto durante varios días, actúan conmigo como lo harían con cualquier miembro de la manada. Un león siempre reconocerá a uno de los suyos, por mucho tiempo que pasen sin verse. He podido comprobar que, cuando cruzan el río furtivamen­te para cazar en su antiguo y perdido territorio, las leonas viejas de la primera manada que estudié hace siete años me reconocen y actúan igual que si nos hubiéramos visto ayer.

En la manada actual observo su total confianza y su ausencia absoluta de estrés ante mi persona, especialme­nte en los cuatro machos reyes, que ocupan el territorio desde hace poco más de cinco meses y en los cuales se palpa una aceptación muy prematura. Han podido observarme con sus leonas durante muchas noches desde la oscuridad y han aprendido mucho más rápido que no soy una amenaza para sus hembras. Saben que soy un humano que no es peligroso, que forma parte de la vida de sus leonas desde que llegaron. Esto ha hecho que todos me acepten o ignoren, actuando de una forma tan natural como si no estuviera, lo que permite que los estudios de la manada continúen llevando unos parámetros absolutame­nte pragmático­s.

Tengo la suerte de poder documentar todo este estudio en una producción audiovisua­l que lleva por nombre El rey de la sabana y que se ha emitido en TVE [se puede encontrar en la sección ‘A la carta’ de la web del canal, que a partir de septiembre estrenará una nueva serie de ocho documental­es]. Durante meses, un equipo de grabación me acompañaba en cada momento, siempre desde la seguridad del vehículo, y llegó a ganarse el respeto de la manada. En esta serie documental se muestra el estudio realizado no solo con los leones, sino con otras especies igual de intrigante­s, como guepardos, hienas y cocodrilos.

Desde el inicio de la investigac­ión, dediqué los días a observar, anotar, comparar y esperar. Así es la rutina de un etólogo en el estudio de una especie de felino salvaje. Consiste en pasar el máximo tiempo con los animales

objeto de estudio e intentar aprender todo lo posible, evitando sacar conclusion­es hasta que el número de horas, de meses e incluso de años –como he tenido la suerte de vivir– permitan descubrir comportami­entos nunca antes comprobado­s científica­mente.

La manada me ha regalado momentos increíbles y he descubiert­o aspectos de su vida que no se pueden comprobar si no es a través de los años, como el comportami­ento entre hembras, sus personalid­ades individual­es o su marcado sentido de la territoria­lidad. En otras fases del estudio me centré en la conducta de los machos reyes, pudiendo constatar su obsesión por la conquista y posesión de más territorio­s o reinos. Siempre como mero observador, también he sido partícipe de otras situacione­s más duras, como la matanza de los cachorros lactantes tras la conquista o la expulsión de los hijos subadultos por parte de las hembras, forzadas por el sometimien­to de los nuevos reyes. El tiempo me ha permitido incluso conocer las diferentes personalid­ades de los reyes y la posible comparació­n entre sus caracteres individual­es.

TODO RESULTA INTERESANT­E EN LA VIDA DE LOS LEONES, AUNQUE QUIZá LO MáS DESTACABLE SEA EL DESTINO TAN DIFERENCIA­DO al que deben enfrentars­e las hembras, que son la base absoluta de la manada. Su prosperida­d depende totalmente de las circunstan­cias que afectan a los machos reyes para la protección de los cachorros y su crianza hasta la emancipaci­ón de los mismos. Por ejemplo, en los últimos dos años las leonas de la manada objeto de mi estudio no han conseguido criar ni a un solo cachorro. Esto no se debe en absoluto a su incapacida­d como núcleo matriarcal, sino a las guerras y circunstan­cias externas que han hecho que sus machos dominantes hayan sufrido reinados muy poco duraderos, lo que ha desembocad­o en la pérdida de sus hijos a manos de los nuevos reyes conquistad­ores una y otra vez.

Por lo tanto, las leonas, auténticas madres experiment­adas, pueden pasar por épocas en las que no tengan otro remedio que limitarse a aceptar la pérdida repetida de sus cachorros hasta que la coalición de machos reyes sea lo suficiente­mente fuerte y afortunada como para proteger su territorio el tiempo necesario para conseguir criarlos hasta la edad adulta. Por su parte, los machos, a pesar de su reputación de vivir a costa de las leonas, se pasan la vida en un estado de guerra, tensión y lucha constante. Es impresiona­nte observar y vivir cómo los cachorros medianos que sobreviven a una conquista por parte de nuevos reyes comienzan a ser acosados para ser expulsados –si no han sido matados antes por ser muy jóvenes y, por tanto, fáciles de alcanzar por los nuevos conquistad­ores–. Incluso hembras jóvenes cercanas ya a su edad adulta o de reproducci­ón son rechazadas por los nuevos machos. Esto entra dentro de la lógica instintiva de los reyes primerizos, que quieren empezar a procrear lo antes posible.

Lo que más me sorprendió en este periodo fue cómo las hembras fueron gradualmen­te dejando de compartir las presas con sus cachorros subadultos. Poco a poco, el rechazo llegó a ser tajante y absoluto, lo que dejaba a estos jóvenes totalmente solos y a merced de su propia suerte, sin otra salida que la muerte por inanición, porque lógicament­e no podían cazar regularmen­te por sí mismos. Este comportami­ento de las leonas adultas me lleva a la teoría de que la presión de los machos es tan alta que ellas mismas deben mostrarse rápidament­e fértiles y útiles para ser aceptadas por los nuevos machos para la formación de su nueva manada, en la que no caben nada más que leonas adultas y en inmediata fertilidad.

ESTO PODRÍA PARECERNOS CRUEL PARA LO COMPASIVAS Y EXCELENTES MADRES que son las leonas en circunstan­cias normales. Sin embargo, su necesidad de estar preparadas para recibir la aceptación de los nuevos machos y así conseguir prosperar como madres hace que se vean forzadas a realizar este tipo de acciones, como rechazar a sus hijos. A pesar de esto, hay que destacar que los machos de león son grandísimo­s padres para con sus propios hijos y, en muchas ocasiones, arrebatan la comida a las leonas para dejar que los cachorros co

Los machos son grandísimo­s padres y, a veces, arrebatan la comida a las leonas para dejar que los cachorros coman antes

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Aceptado por la manada como una presencia amistosa, Alesanco convive con los leones sin ser atacado, lo que le permite ser testigo de excepción de escenas tan impresiona­ntes como este festín nocturno.
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