Una vacuna de ARN es simplemente una idea, el plan para sintetizar una proteína semejante a alguna del agente patógeno
nas producidas contra él. Por tanto, lo primero que podemos decir de ellos es que, cada uno a su manera, virus y vacunas, son recaderos. Retomando la metáfora del aeropuerto, el éxito de un virus consiste en ser como una de esas hojas de papel que transportan pequeños mensajes, pero en su caso no proceden de la torre de control, pues llegan del exterior.
CADA PARTÍCULA DE SARS-COV-2 CONSTA DE UN ARN ARROPADO POR ALGUNAS OTRAS MOLÉCULAS COMO ARMADURA. En nuestro aeropuerto, el coronavirus sería un folio metido en una maleta roja. En una infección, el virus accede a una de nuestras células, se deshace del armazón que lo protege y libera su ARN para que sea leído por las factorías de la célula afectada. Los operarios del aeropuerto toman el folio como una orden, incapaces de distinguirlo de los mensajes de la torre de control. Las breves instrucciones que porta indican que deben seguirse una serie de pasos para copiar masivamente el texto e introducirlo en otras tantas maletas rojas, que saldrán en distintos vuelos hacia otros destinos. En ese proceso desbocado, el aeropuerto queda desorganizado e inutilizado para siempre. De manera análoga, nuestras células mueren sobreexplotadas y confundidas por el virus, cuyas copias se dispersan preparadas para seguir infectando.
Una vacuna de ARN es también una hoja escrita que llega al aeropuerto en una mochila, pero con una finalidad completamente distinta. En sus instrucciones se pide al personal que invierta unos breves instantes en fabricar unas cuantas asas de maleta roja. En este caso, la hoja escrita que llega en la maleta no exige ser reproducida, por lo que el mensaje no se propaga. Los nuevos asideros circulan por el aeropuerto hasta que son detectados. La inesperada presencia es comunicada a los encargados de seguridad y a la Interpol, para que no permitan que ninguna maleta que porte un elemento parecido acceda a molestar y gastar recursos a ningún otro aeropuerto.
Lo fascinante de una vacuna de ARN es que los productos a los que da lugar, las asas rojas, no son realmente dañinos. Se consideran estorbos para el funcionamiento del aeropuerto, catalogados como extraños. Al clasificar los asideros como elementos a vigilar, realmente se está entrenando a los cuerpos de seguridad a vigilar las maletas rojas, que son las realmente dañinas. Se anticipan a un enorme problema en potencia de forma sencilla y discreta. El gran éxito de un fármaco de estas características consiste en ser un mensaje que debe ejecutarse, pero que no requiere ser copiado ni propagado. Con sintetizar unos cuantos ejemplares de asas de maleta roja es suficiente para alertar al sistema inmunitario, que será quien realmente haga el trabajo subsiguiente.
Los virus y las vacunas de ARN utilizan estrategias parecidas: ambos explotan la tendencia natural de la célula a ejecutar, a traducir, todo texto de ARN que ingresa en su interior. Pero lo hacen con finalidades opuestas. Los virus entregan un ARN con unas cuantas subpalabras, un mensaje que al ser leído produce todo lo necesario para su propagación: copias del propio mensaje, del propio ácido ribonucleico, y de las proteínas que lo protegen en su viaje. Es decir, albergan la información mínima necesaria para su reproducción y liberación fuera de la célula, donde continúan su progresión.
SIN EMBARGO, EL TEXTO DE UNA VACUNA DE ARN ES SOLAMENTE UNA IDEA, un plan para sintetizar una proteína semejante a alguna del virus. Nada más. Una vez producida, se exhibe en la membrana de la célula, que resulta equivalente a la oficina de objetos perdidos. El sistema inmunitario detectará ese objeto extraño y se entrenará para darle tratamiento de enemigo. Así, quedará definitivamente preparado para localizar una infección futura de un virus que ingrese luciendo algo semejante a esa proteína. Con una vacuna lo que ganamos es tiempo para que nuestro sistema inmunitario prepare su arsenal.
Es fascinante el ingenio que hay detrás de la estrategia de introducir ARN en células
Dada la inestabilidad del ARN que incorpora, la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNtech debe conservarse a una temperatura de -80 ºC. A la izquierda, administración de este fármaco a una trabajadora del centro de mayores Los Olmos, en Guadalajara.
vencia del virus en letargo; así, en determinadas circunstancias, ese texto puede ser leído reactivando el virus. Tal es el caso, por ejemplo, del agente patógeno de la varicela-zóster, que generalmente nos agrede en la infancia. Lejos de desaparecer, se integra en determinadas células nerviosas y puede reaparecer en el futuro como la incómoda culebrilla.
ESTE VIAJE HACIA EL NÚCLEO ES INUSUAL. NO PUEDE HACERLO CUALQUIER MOLÉCULA DE ARN PRESENTE EN EL CITOPLASMA de la célula, ni siquiera en presencia de una TI. Afortunadamente, son necesarias determinadas señales en la secuencia del ácido ribonucleico para que la retrotranscripción ocurra. Aun así, nuestro genoma revela que su historia ha estado plagada de numerosos fenómenos de inserción de material vírico, que, sin duda, han jugado un papel importante en la evolución.
Las vacunas de ARN no tienen la capacidad de convertirse en ADN ni migrar al núcleo. Cabe aclarar que su limitación es más bien la contraria: su corta vida y difícil viaje hasta la célula. De hecho, el ácido ribonucleico es una molécula tan lábil que uno de los mayores retos en su aplicación terapéutica ha sido crear el envase esférico de nanopartículas que la protegen. Aparte de la elaboración del envase, también es necesaria la síntesis del mensaje específico que se quiere transmitir en la vacuna. Sin embargo, la producción de ARN es un procedimiento menos complejo que los clásicos métodos de obtención de vacunas. Reparemos en la diferencia principal entre las vacunas de ácido ribonucleico y las clásicas: en lugar de crear un virus atenuado o una proteína concreta, con las primeras simplemente le damos los planos de ejecución del proceso al cuerpo. Es tan distinto como fabricar un mueble comparado con fotocopiar las instrucciones.
Sin duda, las circunstancias desafortunadas de esta pandemia, que han llevado al desarrollo urgente de vacunas de ARN por primera vez en la historia, pueden suponer un cambio revolucionario para muchas enfermedades. Esta molécula habría así recibido
El llamado ARN de interferencia –izquierda– tiene el potencial de bloquear la producción de proteínas dañinas o incentivar la de aquellas con efectos beneficiosos. Abajo, pipetas usadas durante una investigación en el Instituto Max Planck (Alemania) con ácido ribonucleico para combatir infecciones bacterianas.