Granjero busca máquina eficaz
Con el previsible aumento de la población mundial en las próximas décadas y el incremento en la necesidad de alimentos frescos, la agricultura es uno de los campos de mayor futuro para la robótica. Algunas de las labores que los robots pueden llevar a cabo ya son una realidad, y otras están pendientes aún de los futuros avances en campos como los sensores o la visión artificial. Pocos terrenos hay mejor abonados para trabajar en estas mejoras, pues aquí serán especialmente necesarias.
Los brazos robóticos juegan ya un papel muy importante
–en muchos países, la alimentación es el tercer sector con más robots, por detrás de la automoción y la informática–, sobre todo en los procesos de selección y embalaje. El siguiente paso es que los propios robots recojan frutas y hortalizas, pero quedan muchas aristas por limar: la capacidad para desplazarse por sí mismos entre los cultivos es una de ellas, pero no la mayor; más difícil resulta que distingan las piezas aptas para recogerse de las inmaduras o malas, algo a lo que hay que añadir que una manzana o un pimiento pueden variar mucho en tamaño y textura de un ejemplar a otro, y que las condiciones climáticas pueden alterar la percepción de la máquina. Sin olvidar su capacidad para calcular la distancia a la que está la pieza, y que tengan una precisión al cogerla que asegure que no la estropeen. Y todo a un ritmo de trabajo suficiente como para que la inversión sea competitiva.
No extraña que los robots agricultores no hayan salido aún de los laboratorios, que buscan solucionar estos problemas. De la dificultad de la tarea da ejemplo que cada grupo de investigación trabaje con una única fruta o verdura: lechugas, moras, cerezas… Distinguirlas y adaptarse a sus requerimientos de recogida queda lejos aún. La visión y el tacto robóticos deberán combinarse con la inteligencia artificial para producir, quizá dentro de no mucho tiempo, los primeros trabajadores automatizados del campo.