ESCASEZ DE VOCACIONES CIENTÍFICAS
Cada vez menos jóvenes se deciden por una carrera experimental. El número de matriculados está en caída libre desde finales de los 90. Cierto es que en las encuestas de percepción social de la ciencia la sociedad reconoce su importancia y defiende que no debe recortarse la inversión en I+D+I. Es más, en ellas siempre aparece la profesión de científico como una de las más valoradas. Entonces, ¿por qué tan pocos quieren serlo?
DICEN QUE EL FENÓMENO ES COMPLEJO y que hay muchas causas que explican esa paradoja: que las matemáticas son un coco; que un mal profesor puede arruinar la ilusión de ser científico; que tenemos un mal modelo educativo que prima la memorización frente a la reflexión; que las carreras de ciencias son más exigentes; que los jóvenes ni se las plantean porque apenas conocen sus salidas o en qué consistirá su trabajo...
DESDE LAS INSTITUCIONES SE LANZAN CAMPAÑAS para hacerlas más atractivas; en ellas se proclama que son una buena opción de futuro y que Europa va a necesitar muchos científicos y tecnólogos, pero los jóvenes siguen sin llenar sus aulas. Se lanzan acciones de cultura científica y los investigadores van a colegios e institutos a contar sus experiencias para que la ciencia se sienta como algo cercano. Pero su impacto sobre los estudiantes es más bien nulo. Existe otra paradoja: la ciencia gusta como entretenimiento cultural, pero no para trabajar.
LO RARO ES QUE AÚN HAYA QUIENES SE SORPRENDAN de que nos estemos quedando sin cantera científica. ¿No han pensado que esta espantada tendrá alguna relación con la falta de expectativas de un futuro profesional estable? ¿Que lo habitual es que un investigador –o investigadora– bien entrado en la cincuentena todavía sobreviva gracias a contratos temporales asociados a proyectos? Dicen que ser científico es una vocación, pero antes que eso es una profesión, y no lleva añadido un voto de pobreza. Quizá la escasez de vocaciones tenga mucho que ver con la imposibilidad de meterse en una hipoteca.
UNA CURIOSIDAD: SOLO CUATRO CONSEJERÍAS de comunidades autónomas tiene la palabra ciencia en su nombre, y una de ellas la sustituye por el término investigación. En el resto, la ciencia está enterrada en distintos departamentos, hasta el punto de que en algunos casos hay que hilar muy fino para averiguar dónde está adscrita. Y todos sabemos que si algo no aparece, es que no existe, como el Ministerio de Ciencia e Innovación en esta pandemia. Por eso no me resulta extraño que una investigadora me dijera, con el corazón en un puño: “Prefiero que mi hija me diga que de mayor quiere ser cualquier cosa menos científica”. Que pase esto sí debería preocuparnos.