El estado estacionario
Hacia 1929, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble descubrió que el universo estaba en expansión, al detectar que las galaxias se alejan unas de otras, algo parecido a lo que sucede con los puntos de la superficie de un globo cuando este se hincha. Eso suponía que el universo tendría que haber partido de un tamaño muy inferior, hasta el punto de que en su origen habría sido diminuto. Para muchos físicos, todo habría comenzado con una gran explosión, pero otros no se encontraban cómodos con la idea.
En 1948, Fred Hoyle, Thomas Gold y Hermann Bondi, entre otros, propusieron como alternativa la teoría del estado estacionario, según la cual la expansión no supone necesariamente que el universo sea distinto con el tiempo, porque la disminución de la densidad podría compensarse con una creación continua de materia, de manera que tendría siempre el mismo aspecto, sin principio ni fin. De hecho, fue Hoyle el que acuñó despectivamente el término big bang, con objeto de desacreditar a la hipótesis rival. Sin embargo, la teoría pronto se enfrentó a observaciones astronómicas incompatibles con un universo que no estuviese cambiando. Los cuásares, por ejemplo, solo se observan a grandes distancias, lo que implica que ha habido muchos más en el remoto pasado. Al final, el golpe definitivo a las ideas de Hoyle y compañía se lo dio el descubrimiento en 1965 de la radiación de fondo de microondas, difícil de explicar en el contexto del estado estacionario y totalmente compatible, sin embargo, con el escenario del big bang.