EN CUESTIÓN DE NOMBRES, NO VALE TODO
Si tienes un hijo y quieres ponerle de nombre Caín, Judas o Lenin, desiste porque –afortunadamente– no te lo van a permitir. Es cierto que cada vez se escuchan más nombres exóticos –Winston, Mercury, Franklin...–, y que hay países donde no existen apenas restricciones al respecto, de modo que un recién nacido puede llamarse Netflix, Pluto o Yusneivy –como se pronuncia U. S. Navy–, pero en España sigue vigente una ley del Registro Civil de 1957, actualizada desde entonces varias veces, que protege el interés de los menores para evitar ocurrencias que puedan causarles perjuicio o ser motivo de burla.
Así, no es posible en España que alguien atienda por Hitler, Stalin o Marx. Tampoco se aceptan nombres de ciudades, como Denver, Tokio o Moscú –los protagonistas de la popular serie La casa de papel no podrán inspirar a los progenitores–, ni de frutas. Si habías pensado en llamar a tu hija Ciruela o Mandarina, debes saber que al empleado del registro no le va a parecer bien.
Están prohibidos, igualmente, los acrónimos: olvídate de ponerle a una niña Carlena, fusión de Carlos y Elena, o a un niño Jomar, de José y Marcelina. Y tampoco valen objetos, productos o marcas comerciales como Chanel, Nutella, Disney o Batman.
No pienses que estamos disparatando. En el siglo pasado, un médico uruguayo, Roberto Bouton, recorrió el país como galeno rural y elaboró una lista con las gracias más extrañas de sus pacientes: Subterránea, Tránsito, Pejerto, Desdichado –son ganas de arruinarle la vida a alguien–, Teléfono, Oxígeno, Filete o Calendario. ¡Imagínate llamarte Calendario!
Lo que no es posible en España –salvo en casos puntuales que atenten gravemente contra el decoro– es rechazar nombres comunes que resulten chocantes en combinación con el apellido. Así, hace unos años, un periódico publicó una lista de personas reales que probablemente no lo pasaron muy bien en el colegio: Ana Tomía, Elena Nito, Andrés Trozado, Susana Torio, Inés Queleto, etcétera.
Así que cuidado, por favor, si tienes que elegir un nombre para uno de tus vástagos. Ante la duda, y si es varón, puedes decantarte por Víctor, cuyo santo –fue un papa, un eremita, un mártir...– se celebra en nuestro país treinta veces al año.