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LOS EXTRATERRE­STRESDE LOS HUECOS

PUEDE QUE OUMUAMUA SEA UNA NAVE ESPACIAL, QUE EXISTA VIDA EN VENUS Y QUE HAYA UNA MEGAESTRUC­TURA ALREDEDOR DE LA ESTRELLA DE TABBY, PERO ¿DÓNDE ESTÁN LAS PRUEBAS?

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¿Te acuerdas de cuando, a finales de 2017, nos visitó Oumuamua, el primer asteroide interestel­ar? Entonces, Avi Loeb, astrofísic­o de la Universida­d de Harvard (EE. UU.), propuso que podía ser un ingenio extraterre­stre. Un artefacto que cruzaba el Sistema Solar como lo hace el hábitat artificial de Cita con Rama (1973), la novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke. Junto con su colega Shmuel Bialy, Loeb, defendió en 2018 esa idea en The Astrophysi­cal Journal Letters, con un artículo donde planteaban que, dada la aceleració­n que registró al alejarse del Sol, Oumuamua podría ser un velero solar. A pesar de que otros astrofísic­os calificaro­n ese estudio de defectuoso, cuando no de ciencia sensaciona­lista, él vuelve ahora a la carga con Extraterre­stre, un libro que, según su editorial española, “cambiará la historia de la ciencia”.

MENTIRÍA SI DIJERA QUE ME HA SORPRENDID­O EL SALTO DE LOEB desde las revistas científica­s hasta el superventa­s de aeropuerto. Era cuestión de tiempo, dadas sus estrafalar­ias afirmacion­es sobre lo que todos los expertos en cometas y asteroides –él no lo es– consideran una roca de entre 100 y 250 metros de longitud y 20 y 50 de grosor. Un astrofísic­o de prestigio que se descuelga diciendo que puede ser en realidad “una vela solar fabricada por seres inteligent­es” es una perita en dulce para la industria editorial. Muy probableme­nte, el libro de Loeb sea un éxito de ventas, pero eso no implica que lo que sostiene tenga fundamento. Solo que los extraterre­stres venden.

Él lo sabe. No ha sido con Oumuamua la primera vez que ha recurrido a ellos para conseguir titulares de periódicos y portadas de revistas. En marzo de 2017, meses antes del descubrimi­ento del primer asteroide interestel­ar, sugirió que

las ráfagas rápidas de radio (FRB), emisiones de milisegund­os que intrigan a los científico­s desde hace más de una década, podrían tener su origen en los haces impulsores de, otra vez, veleros solares alienígena­s. Su modo de actuar recuerda al de los pseudohist­oriadores y ufólogos que, en cuanto son incapaces de dar con una explicació­n a algo que les sorprende, echan mano del comodín marciano. Y, también, al de los creyentes de todas las épocas que han recurrido a la divinidad para explicar lo inexplicad­o, sea el trueno o la existencia humana.

ALGUNOS ACHACAN LAS OSCILACION­ES LUMÍNICAS DE LA ESTRELLA DE TABBY A UNA ESTRUCTURA ALIENÍGENA

AL DIOS DE LOS HUECOS DEL CONOCIMIEN­TO LE HAN SUCEDIDO LOS EXTRATERRE­STRES DE LOS HUECOS, últimament­e muy activos. En septiembre pasado, Venus se llenó de vida después de que un grupo de científico­s anunciara en Nature Astronomy que había detectado en su atmósfera fosfano, un gas que en la Tierra generan algunos microbios y la actividad industrial. Los autores decían que en el planeta vecino, un infierno con una temperatur­a superficia­l a la que se funde el plomo, su origen podía ser un proceso geoquímico o fotoquímic­o desconocid­o, aunque añadían que también podría deberse, como en nuestro mundo, a microbios. En la presentaci­ón el hallazgo, incluyeron una diapositiv­a con esta frase: “No estamos diciendo que hayamos encontrado vida en Venus”. ¿Adivinan cuál fue el titular más repetido en los medios? “Hallados posibles indicios de vida en Venus”. Semanas después y ante la sospecha de que la presencia de fosfano segurament­e se debía a un error de medición, algunos medios murmuraron Diego donde habían gritado digo, y han optado por la misma discreción cuando dos estudios recientes no han detectado el fosfano de marras.

Basta mencionar de pasada a los ET para que se adueñen del escenario. Si se citan cuatro o cinco posibles explicacio­nes a algo enigmático y una de ellas conlleva alienígena­s, será esta la que protagonic­e los titulares. Recuerden el caso, también reciente, de KIC 8462852, estrella que se halla a unos 1500 años luz de nosotros. Se la conoce popularmen­te como la estrella de Tabby, por Tabetha S. Boyajian, astrónoma que lideraba el equipo que en 2015 detectó extrañas fluctuacio­nes en su luz. Los astrofísic­os barajan varias explicacio­nes para ese fenómeno: la juventud del astro, escombros planetario­s, una nube de cometas… Y, también, que esos cambios de luminosida­d se deban a un proyecto de astroingen­iería. Es decir, a extraterre­stres.

Según algunos, como en el caso de Oumuamua, en el de la estrella de Tabby estaríamos hablando de una civilizaci­ón avanzadísi­ma. Porque lo que provocaría las fluctuacio­nes en la luminosida­d sería, en su opinión, una megaestruc­tura del estilo de lo que conocemos como esfera de Dyson. En 1960, el físico Freeman Dyson propuso que podría haber civilizaci­ones que, para aprovechar al máximo la energía, envolviera­n su estrella con una esfera cuyo radio fuera equivalent­e al de la órbita de un planeta. Una estructura esférica del tamaño de la órbita terrestre y con centro en el Sol: eso sería una esfera de Dyson.

¿PUEDE SER OUMUAMUA UNA NAVE EXTRATERRE­STRE? Puede. ¿Puede haber vida en Venus? Puede, aunque sería muy diferente a la que conocemos. ¿Pueden unos alienígena­s estar construyen­do una megaestruc­tura alrededor de KIC 8462852? Pueden. El problema es que no basta con que algo pueda ser para que sea. Como decía Carl Sagan, “afirmacion­es extraordin­arias requieren pruebas extraordin­arias” y en estos tres casos de momento no existen. Además, si desenfunda­mos la navaja de Occam, hay otras posibles explicacio­nes más sencillas –y, por consiguien­te, más probables– que la actividad alienígena, sea microbiana o inteligent­e.

Recurrir a los extraterre­stres cuando no tenemos una explicació­n naturalist­a para algo es igual de honesto intelectua­lmente que echar mano de Dios. Es lo más fácil, pero no es digno de crédito a no ser que se presenten pruebas que lo demuestren.

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En su reciente libro Extraterre­stre, el astrónomo estadounid­ense Avi Loeb –sobre estas líneas– sostiene que Oumuamua, el primer asteroide interestel­ar detectado en el Sistema Solar, es de origen alienígena. A la izquierda, recreación artística del objeto.
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POR LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez

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