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Vacunas: ¿cómo actúan y cuándo notaremos sus efectos? ...........

HACE POCO MÁS DE UN AÑO QUE CONOCEMOS LA COVID-19 Y YA HAY VARIAS VACUNAS CONTRA ELLA, ADEMÁS DE UNAS DOSCIENTAS EN DESARROLLO. ¿EN QUÉ TÉCNICAS SE BASAN Y QUÉ PERSPECTIV­AS NOS DAN DE ACABAR CON ESTA PANDEMIA?

- POR NIEVES SEBASTIÁN

Lvelocidad del desarrollo de vacunas seguras y efectivas contra el SARS-CoV-2 ha sido tremenda y ha sorprendid­o a muchos especialis­tas. Es el reflejo de un esfuerzo científico y económico global sin precedente­s. De momento, los compuestos disponible­s se basan en el uso de uno de estos dos elementos: el ARN mensajero o los vectores virales. ¿Qué distingue una estrategia de la otra, y cuáles son sus puntos fuertes? ¿Existe alguna diferencia respecto a los grupos de población a los que se pueden administra­r? ¿Cuánto tardarán en ayudarnos a terminar con la pesadilla de la actual pandemia?

VACUNAS DE ARN MENSAJERO

Son como un manual de instruccio­nes para el sistema inmune. Contienen solo una parte del genoma del SARS-CoV-2, compuesto por ARN. Portan los datos que enseñan a las células del organismo a producir una porción de la proteína S, que se halla en la superficie del coronaviru­s y se adhiere a los receptores de las células para que este penetre en ellas. Con tal informació­n, el sistema inmune aprende a generar una respuesta contra la enfermedad, de igual manera que lo haría si contrajese la infección de forma natural. De las vacunas aprobadas hasta ahora, utilizan este sistema dos: la de las empresas Pfizer y BioNTech, y la de la compañía Moderna.

A destacar: estas vacunas no contienen el virus (ni siquiera atenuado), así que quien las recibe no puede desarrolla­r la covid-19. Además, el ARN que llevan no puede penetrar en el núcleo celular –sede del ADN–, y por tanto no interactúa con nuestro genoma.

Otras aplicacion­es: los científico­s llevan décadas investigan­do este tipo de vacunas y su potencial contra la gripe, la enfermedad por el virus del Zika, la rabia o las infeccione­s causadas por el

citomegalo­virus (de la familia de los herpes). También estudian si servirían para tratar el cáncer, mediante la potenciaci­ón del sistema inmune de los pacientes.

VACUNAS BASADAS EN VECTORES VIRALES

Emplean versiones modificada­s de virus que introducen en el organismo material genético del enemigo que ayuda a generar una memoria inmunitari­a de larga duración. En esta categoría se incluyen las vacunas basadas en adenovirus (muy contagioso­s y que afectan tanto a humanos como a animales), con las que se tiene una larga experienci­a. La mayor ventaja que aportan los adenovirus es su capacidad de infectar a una amplia gama de células. ¿Qué vacunas se basan en esta técnica? Por ejemplo, la de la Universida­d de Oxford y la empresa AstraZenec­a: se fabrica con un adenovirus modificado que porta el gen con las instruccio­nes para producir la proteína S del SARS-CoV-2. Cuando se recibe la vacuna, las células leen esas instruccio­nes y empiezan a producir la proteína; el sistema inmune la reconoce como extraña y responde generando anticuerpo­s y activando las células T (linfocitos) para atacarla. Ya ha aprendido a reconocer al coronaviru­s y a machacarlo si se topa con él.

Las vacunas Sputnik V (rusa, y ya en uso) y la de la firma china CanSino Bio utilizan este mismo método, así como la de la multinacio­nal estadounid­ense Johnson & Johnson, en su fase final de desarrollo. Las basadas en proteínas recombinan­tes, como la de Novavax, también utilizan vectores virales; esta última se encuentra en proceso de revisión continua por las agencias regulatori­as, para tratar de agilizar su aprobación.

A destacar: el bulo de que el uso de material genético ajeno al organismo humano podría tener algún impacto negativo en la salud ha generado ciertas dudas en parte de la población, pero este tipo de vacunas cuentan con una amplia trayectori­a que confirma que no causan alteracion­es en el ADN. No contienen el virus completo, así que no pueden desencaden­ar la infección.

Otras aplicacion­es: existen vacunas basadas en vectores virales para contener la gripe, el ébola o la tuberculos­is. También se está investigan­do su uso en terapias génicas orientadas a tratar trastornos hereditari­os del sistema inmune, la hemofilia B, la distrofia de retina, el párkinson o el alzhéimer.

¿Y QUÉ PASA CON LA ESTRATEGIA DE VACUNACIÓN?

Con varias vacunas ya disponible­s, lo primero ha sido definir a quién administra­r las dosis disponible­s. Fernando Moraga-Llop, vicepresid­ente de la Asociación Española de Vacunologí­a (AEV), indica que el objetivo de los primeros meses de la campaña de vacunación ha sido inmunizar a las personas con más riesgo. “Se ha comenzado por las que viven y trabajan en residencia­s sociosanit­arias y el personal sanitario de hospitales y Atención Primaria, que está en primera línea”. Una vez vacunados estos grupos, ha llegado el turno de los sectores de población de alto riesgo, empezando por los mayores de ochenta años y bajando poco a poco en las franjas de edad.

Por otro lado, hay dudas sobre la adecuación de las distintas vacunas a cada grupo de edad. En el caso de la de Oxford y AstraZenec­a, se está estudiando su utilidad en mayores de 65 años. Moraga-Llop sostiene que la incertidum­bre radica en que “en los primeros estudios se incluyó a un número muy pequeño de mayores de esa edad, así que no se han podido establecer conclusion­es sólidas. Lo lógico es optar por las vacunas que sí han demostrado con datos su eficacia con este grupo de población”.

¿Cuánto tardaremos en notar los efectos de la vacunación? Moraga-Llop afirma que será “de forma progresiva”. Habrá entornos donde se percibirá antes, como las residencia­s de ancianos. “En cuanto a la inmunidad de rebaño, no funcionará como mínimo hasta que se vacune el 70% de la población. Y si predominan nuevas variantes como la británica, mucho más contagiosa, habría que irse a un porcentaje de entre el 80% y el 90%”, explica el especialis­ta, que llama a la cautela: “Durante este año –y posiblemen­te también en 2022– habrá que continuar con las proteccion­es básicas: mascarilla­s, distanciam­iento físico, lavado de manos y ventilació­n; quizá en determinad­os momentos y ambientes podamos ser algo más tolerantes según avance la vacunación”.

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Una enfermera prepara la segunda dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra la covid-19 antes de administra­rla en una residencia para mayores de Sabadell.
EFE Una enfermera prepara la segunda dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra la covid-19 antes de administra­rla en una residencia para mayores de Sabadell.
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Operarios del aeropuerto venezolano Maiquetía Simón Bolívar, cercano a Caracas, manejan cajas con 100 000 dosis de la vacuna rusa, Sputnik V.
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Inoculació­n de la vacuna de Moderna a un profesiona­l sanitario del Hospital Clínico Universita­rio Lozano Blesa de Zaragoza.
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Un momento del trabajo en la línea de ensamblaje para la fabricació­n de viales de la vacuna de AstraZenec­a-Oxford, en la empresa india Serum Institute.

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