Kissing Coppers. Banksy
La escena apareció en plena calle, sobre la pared del pub Prince Albert de Brighton, en el sur de Inglaterra, en 2004. Los atónitos transeúntes debieron pensar que qué diablos hacían dos masculinos polis, debidamente uniformados, besuqueándose apasionadamente. Era otra sorpresa de Banksy, el famoso activista y artista callejero británico. La obra Kissing
Coppers (Policías besándose) estaba hecha con su habitual técnica de estarcido sobre plantilla y pretendía plantear una doble reflexión. Por un lado apelaba a la autoridad, normalmente muy poco besable, muy poco dada a mostrarse íntima y vulnerable; por otro, llamaba la atención sobre el impacto que aún pudiera causar el que dos viriles varones se besasen tierna y furtivamente. Es cierto que la historia del arte recoge innumerables besos y aproximaciones carnales homosexuales, especialmente femeninas, pero el punto de cachondeo de Bansky con esta pieza es notable, y no en vano es una de sus más apreciadas contribuciones a la causa. Claro que no todo el mundo se lo tomó como un gesto de tolerancia y buen rollo.
La obra fue atacada y pintarrajeada repetidas veces por vándalos, y la ciudad, Brighton, que se considera el centro británico del movimiento reivindicativo gay, ha visto cómo los ataques homofóbicos han aumentado en los últimos años. En 2008, el pub Prince Albert decidió, en vista de la violencia que provocaba, transferir el original a un lienzo y colocó en su lugar una réplica. El original fue vendido (no hay que olvidar que Bansky es uno de los artistas más cotizados actualmente en el mercado) por más de medio millón de dólares en una sala de subastas de Miami. A servidora, y no dudo de que probablemente a la mayoría, quizá le sorprenda más el revuelo y la confrontación que pueda causar una obra artística que lo sorprendente de la creación en sí. Pero es que los besos siguen siendo para muchos materia reservada.