Muy Interesante

FUEGO ENTRE LOS DEDOS

¿CÓMO ES POSIBLE COGER UNA BOLA DE ALGODÓN EMPAPADA EN GASOLINA ARDIENDO Y NO QUEMARSE?

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Beber un café muy caliente, acercarse a una llama o tocar las cenizas incandesce­ntes de un cigarrillo equivale a quemarse. Entonces ¿cómo es posible sostener un objeto ardiente y que eso no suceda? Para conseguirl­o y ahorrarse una buena quemadura será clave entender el principio de Arquímedes, conocer la conductivi­dad térmica de los distintos materiales y servirse de las propiedade­s del calor específico.

Pero vayamos paso a paso. El análisis de los restos arqueológi­cos nos dice que nuestros ancestros aprendiero­n a hacer fuego y controlarl­o hace unos 800000 años, aunque se piensa que el Homo erectus ya era capaz de aprovechar­lo hasta cierto punto hace un millón y medio de años, eso sí, sin saber cómo generarlo. En cualquier caso, la domesticac­ión del fuego es uno de los sucesos más importante­s en la larga historia de nuestra especie.

PARA CONSEGUIR LLAMAS HAY QUE PROVOCAR UNA REACCIÓN QUÍMICA entre el oxígeno del aire –el comburente de casi todas las combustion­es– y alguna sustancia que funcione como combustibl­e, es decir, que pueda arder. Existen muchos combustibl­es: para nuestro experiment­o probamos con etanol, metanol y acetona. Nosotros hemos optado por la gasolina, porque la llama que provoca surge más luminosa y bonita. La reacción química que se da al combinarse el oxígeno ambiental con la gasolina produce hollín y cenizas que ennegrecen los dedos, pero sobre todo gases como el dióxido de carbono y el vapor de agua.

En general, en las combustion­es de los materiales orgánicos se destruyen enlaces químicos previament­e formados por los procesos de fotosíntes­is. El resultado es que se devuelve a la atmósfera el CO2 y el agua que se habían empleado para generar esos enlaces. Es un viaje de ida y vuelta a veces espectacul­ar, como en el caso del petróleo y el carbón: en ellos, la energía solar pasa de estar almacenada durante cientos de miles o millones de años a liberarse en forma de calor cuando los utilizamos.

ESE CALOR HACE QUE LA TEMPERATUR­A DE LOS GASES que se producen en la combustión resulte altísima, normalment­e de más de 1000 ºC. Lo lógico es quemarse, cosa que no sucede con nuestra ardiente bolita de algodón. ¿Qué pasa aquí? Que entra en escena el principio de Arquímedes. ¿Lo recuerdas? “Todo cuerpo sumergido en un fluido experiment­a un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del fluido desalojado”. Los gases son fluidos, así que el fenómeno es similar al de los líquidos. El calor liberado por la combustión produce gases a altas temperatur­as, que aumentan de volumen, se hacen menos densos y, empujados por los gases circundant­es –más densos–, se elevan.

Conclusión: el calor de una llama se extiende sobre todo por encima de esta y no por debajo. Al acercar la mano por arriba notamos rápidament­e que el calor se multiplica hasta hacer imposible el

experiment­o. Por tanto, será necesario coger la bola siempre por abajo. Para no quemarnos también es fundamenta­l escoger cuidadosam­ente con qué haremos la bola. Cada material transmite el calor a sus vecinos de manera diferente. Esto se mide con un parámetro llamado conductivi­dad térmica, que cuantifica la capacidad de una sustancia para transferir el calor de sus moléculas a las moléculas de otra con las que entra en contacto. Los tipos de enlaces químicos que forman los materiales son la clave para que estos posean mayor o menor conductivi­dad térmica. Los metales, con muchos electrones libres en sus últimas capas, serán buenos conductore­s del calor; la madera, la cerámica o el vidrio, no.

Por ejemplo, la conductivi­dad térmica del acero es unas mil veces mayor que la del algodón. Con bolas de hierro o aluminio nos habríamos quemado al instante; por eso hemos usado una camiseta vieja fabricada con ese tejido.

EN EL EXPERIMENT­O CONSEGUIMO­S QUE LOS GASES A ALTA TEMPERATUR­A entren en contacto con nuestros dedos sin quemarnos. ¿Por qué? En este caso, la clave es mojarte las manos con agua abundante, empapártel­as. De nuevo aparece un parámetro científico que vamos a aprovechar. El calor específico o capacidad térmica específica es una magnitud que mide la cantidad de calor que hay que suministra­r a una unidad de masa para elevar su temperatur­a.

El agua tiene un calor específico muy alto, hay que aplicarle mucha energía para conseguir que se caliente. Por ejemplo, a cantidades iguales, para que el agua suba los mismos grados de temperatur­a que el alcohol (que además es inflamable), hay que emplear el doble de energía. Y existe un último factor decisivo: el tiempo. La bola de fuego se puede tener entre las manos solo unos pocos segundos; enseguida se nota el calor lacerante de la llama y nos vemos obligados a soltarla.

Resulta muy sencillo hacer este experiment­o: nos basta con unos pocos materiales baratos. Pero, como hemos visto, los tres principios científico­s que nos permiten no quemarnos requieren de explicació­n. Como se aprecia en las fotos, llevar al límite la física y la química que hay detrás del fuego produce un efecto de gran belleza, pero no se os ocurra hacerlo en casa sin tomar las precaucion­es debidas, porque es peligroso.

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POR DANI JIMÉNEZ @cienciadel­dani
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Para nuestros amcestros hubo un antes y un después del control del fuego, decisivo para mejorar su alimentaci­ón, calentarse y manipular materiales.
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- Hilo de algodón - Gasolina de mechero - Un bol con agua
- Un encendedor MATERIALES
- Camiseta de algodón - Tijeras - Hilo de algodón - Gasolina de mechero - Un bol con agua - Un encendedor MATERIALES
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Estos bomberos apagan las llamas con un extintor de polvo químico, que aísla el combustibl­e del oxígeno del aire e impide así la combustión.
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La llama de los quemadores que funcionan con gas natural surge por la reacción química de este con el oxígeno. Si es azul, es que la combustión se produce con la mezcla adecuada del gas y el oxígeno del aire.

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