Muy Interesante

BESOS CON ARTE

- Textos de VALÉRIE TASSO

Los latinos lo llamaban suavium. Señalaba un propósito muy concreto: el de acortar al máximo la distancia, ser partícipe de territorio­s a los que otros no tienen acceso y anunciar que una interacció­n sexual es pretendida. Escribió Maupassant: “El beso es la manera más verdadera de callarse diciéndolo todo”. Nunca una declaració­n de amor requiere menos palabras ni habla más de uno que cuando se besa apasionada­mente. El suavium no era el osculum, el beso de respeto que se entregaba a la autoridad o a las reliquias; ni el basium, ese beso afectivo, fraternal, amistoso o familiar que se podía otorgar públicamen­te en las calles de Roma sin despertar recelo. El suavium era otra cosa. Exigía, por su finalidad de intimidad y recato, una función de análisis olfativo y del gusto de la carne de la que iban a participar los besados. Con su atavismo antropofág­ico, es quizá el mejor sistema que han ideado algunas culturas (no es universal) para valorar la idoneidad de la persona con la que vamos a compartir una situación afectiva y salutífera comprometi­da y de riesgo. Imaginemos que al llegar a casa y rastrear en la nevera no recordamos cuánto hace que abrimos esa botella de leche y nos entra la duda de si estará en condicione­s de ser ingerida. Acercamos la nariz al tapón y olemos, y si eso no nos echa para atrás, bebemos. Si nunca hubiéramos tomado leche o la botella fuera de una marca desconocid­a, el proceso sería aún más enfático. Eso es un beso: intentar averiguar qué vamos a ingerir antes de ingerirlo, antes de verterlo en nuestro organismo y en nuestros afectos. Y también es mucho más, es un gesto erótico y trascenden­te (¿quién no recuerda su primer beso apasionado?) que el arte no podía ignorar. En lo que sigue veremos una breve y artística selección de besos.

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