Entrevista a Francisco José Muñoz Negrete
ENTREVISTA A FRANCISCO JOSÉ MUÑOZ NEGRETE, JEFE DEL SERVICIO DE OFTALMOLOGÍA DEL HOSPITAL UNIVERSITARIO RAMÓN Y CAJAL
El colapso en la asistencia médica y el confinamiento hicieron tambalear los cimientos del Sistema Nacional de Salud (SNS). Sin embargo, las enfermedades no entienden de virus emergentes y no suspenden su actividad en el paciente. El servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid), con el doctor Francisco José Muñoz Negrete al frente, es un ejemplo de buenas prácticas durante la pandemia. El especialista explica cómo han logrado mantener la asistencia oftalmológica, en la medida de lo posible, durante los peores meses de 2020.
¿Cómo se fomentan esas buenas prácticas y, por ende, que su unidad de Oftalmología sea un referente en calidad asistencial?
Lo que hemos implantado son medidas de protección del personal y de pacientes. Respecto a los primeros, hemos colocado barreras en la lámpara de hendidura para que haya una separación entre el paciente y el facultativo que lo está explorando, para que así no haya posibilidad de transmisión de aerosoles de uno a otro. También hemos aplicado las medidas generales de limpieza e higienización, junto a las normas preventivas generales del hospital: separación de asientos, mayor espacio temporal entre citas para evitar aglomeraciones, cartelería informativa…
Durante la fase más dura de la pandemia, ¿se mantuvieron las consultas presenciales?
La repercusión fue total porque solo se atendían urgencias de forma presencial –como desprendimientos de retina, glaucomas agudos o traumatismos– y el resto de las consultas se hacían de manera telefónica, para no hacer venir a aquellos pacientes que tenían patologías preferentes o que se presuponía que debían venir a consulta. Con el paso de los meses, se han ido recuperando las consultas presenciales, se han ido aplicando todas las medidas preventivas.
¿Cómo se reestructuró la asistencia en esos momentos respecto a pacientes que, por ejemplo, necesitaban recibir inyecciones intravítreas para el tratamiento de la degeneración macular?
En esos casos, tras revisar las historias clínicas de los pacientes, y en función de la urgencia o gravedad del caso, priorizábamos. Si se consideraba que la inyección era esencial, se continuaba con la atención. En otros, si era posible, demorábamos la administración. También es cierto que muchos pacientes a los que se les consideraba oportuno continuar con las inyecciones se negaron, por miedo, a acudir al hospital. Aunque se les recomendara desde el Servicio.
¿Hay datos concretos?
Probablemente, en la fase más dura de la pandemia solo se realizaron un 10% de inyecciones respecto a la cifra habitual de inyecciones en un contexto normal. De forma progresiva, sí se ha ido recuperando el ritmo de actividad. Aunque no en su totalidad, porque sigue habiendo personas que rechazan acudir presencialmente a recibir nuevas inyecciones.
¿Tienen constancia de pacientes que hayan perdido capacidad visual por la demora del tratamiento?
Sí, tenemos constancia de diversas situaciones. Ha habido algunos que han tenido pérdida irreversible de visión, otra pérdida menor… Y otros que, tras experimentar pérdidas, por fortuna, han podido recuperarse.
“MUCHAS PERSONAS A LAS QUE HABÍA QUE TRATAR SE NEGARON, POR MIEDO A ACUDIR AL HOSPITAL”