Entrevista a Concepción Pérez Hernández
ENTREVISTA A CONCEPCIÓN PÉREZ HERNÁNDEZ, JEFA DE LA UNIDAD DEL DOLOR DEL HOSPITAL UNIVERSITARIO DE LA PRINCESA
La pandemia de la covid-19 ha tensionado al máximo la asistencia sanitaria y, con ello, muchos pacientes han visto alterada la atención en sus dolencias. En algunos hospitales se llegaron a anular consultas o se cerraron unidades completas. No es el caso del Hospital Universitario de la Princesa (Madrid). La jefa de la Unidad del Dolor de este centro madrileño, Concepción Pérez Hernández, explica cómo han podido mantener la atención, sobre todo, en pacientes oncológicos.
Con la crisis sanitaria desatada por el SARS-CoV-2, los enfermos de cáncer han tenido que enfrentarse al miedo al contagio y a la incertidumbre sobre su dolencia. En este contexto, ¿cómo ha podido manejar la atención a estas personas durante los meses más duros?
La covid-19 ha cambiado a todos nuestra forma de vivir, incluida la gestión de nuestros miedos, y más en personas con enfermedades y tratamientos que pueden debilitar el sistema inmunológico, como son aquellos que padecen cáncer. Durante el inicio de la pandemia, en nuestra unidad se mantuvieron las visitas presenciales a aquellos pacientes con dolor irruptivo oncológico (DIO) intenso que lo precisaban. Fueron atendidos el mismo día que lo hacía su oncólogo, de tal manera que no se realizasen visitas innecesarias al hospital.
También atendimos en persona fuera de la programación a enfermos que lo requerían por mal control del dolor. Y siempre se adoptaron todas las medidas que en aquel entonces estábamos empezando a imponer: mascarillas, desinfección de espacios, ventilación, etcétera. También se intentaba mantener un clima de calma y tranquilidad, a pesar del desconocimiento y la incertidumbre de aquellos tiempos. Uno de los cambios es que muchos pacientes se priorizaron para consulta telemática.
Sin embargo, la mayor repercusión negativa en esos momentos fue la suspensión de los quirófanos, con lo que numerosas técnicas analgésicas tuvieron que retrasarse o incluso anularse. A partir de mayo, volvimos a retomar las técnicas intervencionistas y quirúrgicas, y la actividad volvió a la normalidad –o a la nueva normalidad– en la que nos hemos quedado en las siguientes olas. Sin embargo, quizá esta no ha sido la realidad de muchos otros hospitales y centros, donde se anularon las consultas y las unidades se cerraron.
¿Cómo trabajan desde su unidad para garantizar la asistencia a estos pacientes, incluso en los momentos más duros de la crisis sanitaria de la covid-19?
Nosotros tenemos una ruta asistencial del paciente, integrada dentro de los servicios de oncología, que permite un seguimiento sin aumentar riesgos de exposición o visitas al hospital. Ya estaba instaurada antes y se ha mantenido durante las sucesivas olas de la covid-19. Además, ha existido en todo momento un seguimiento telemático, que también estaba regulado, y aumentó mucho en los momentos iniciales de pandemia. Permitió y permite que todos los pacientes que lo necesiten puedan recibir asistencia sanitaria cuando la atención presencial no es absolutamente necesaria.
El dolor irruptivo oncológico es uno de los aspectos más delicados y que más preocupa a los pacientes. ¿Es posible anticiparse a él?
Sí, por supuesto. El dolor en los afectados por cáncer es muy frecuente, y la mejor manera de adelantarse es preguntar por la existencia del mismo y sus características. Una vez que se detecta el DIO, hay que tratarlo precozmente, y, por supuesto, resulta fundamental poner un tratamiento específico. Hay que recordar que muchos de los episodios son desencadenados por determinados estímulos –moverse, comer…– y que en estos casos es más eficaz y sencillo hacer un tratamiento preventivo del dolor, antes de que se instaure el DIO.
¿Crees que existe suficiente concienciación sobre el impacto del DIO en estos pacientes?
Creo que hemos avanzado mucho, pero aún queda un largo camino por recorrer. Es cierto que, a día de hoy, la mayoría de los profesionales que tratan a personas con cáncer es consciente de la necesidad de abordar el dolor, de que un tratamiento adecuado del mismo aumenta tanto la supervivencia como la calidad de vida del afectado. Sin embargo, como decía, aún queda por delante mucho recorrido, como ser más proactivos y preguntar al paciente o abordar su miedo no solo al dolor, sino a sus tratamientos. También es importante gestionarlo en todos sus aspectos: la causa, las presentaciones, si es irruptivo o no, etcétera.
¿Cómo se puede progresar en el control del dolor irruptivo oncológico?
El avance debe venir de la mano conjunta de pacientes y especialistas: no solo es importante concienciar al profesional sanitario de la valoración exhaustiva del DIO, sino también empoderar al enfermo para poder participar activamente en su tratamiento y permitir un abordaje más individualizado.
¿Cree que es tiempo de poner el foco en otras enfermedades y en el impacto que la covid-19 esta teniendo en estas?
Claro. Hay vida más allá de la covid-19. La pandemia ha cambiado nuestras vidas y existe el peligro de que existan retrocesos en el ámbito de la salud. Sin embargo, aunque el SARS-CoV-2 haya venido para quedarse, creo que no debe ser así. Junto con la necesidad de avanzar y tratar esta pandemia, no podemos permitir que se paralice la investigación ni el tratamiento de otras patologías.
“HAY QUE SER MÁS PROACTIVOS Y PREGUNTAR AL ENFERMO POR EL TEMOR AL DOLOR Y SUS TRATAMIENTOS”