Una nueva forma de revancha
El 25 de mayo de 2019, una trabajadora de 32 años del grupo industrial Iveco se suicidó después de que el día anterior se hubiera difundido un vídeo entre algunos compañeros donde aparecía practicando sexo. El episodio recordó a otro sucedido en Italia tres años antes, cuando una napolitana de 31 se quitó la vida deprimida por las burlas y comentarios que estuvo soportando durante meses, después de que su exnovio compartiera en WhatsApp una grabación de contenido sexual que saltó a otras redes sociales. En el caso de Iveco, la Inspección de Trabajo exculpó a la empresa tras asegurar que la difusión del vídeo no fue lo que incitó a la víctima a suicidarse, sino que fue el miedo a que lo viera su marido. La justicia cerró el caso porque no pudo encontrar quien lo había difundido.
Sagrada intimidad. La noticia puso de actualidad la pornovenganza, como se llama al acto por el que alguien comparte imágenes o vídeos sexuales sin el consentimiento de alguno de sus protagonistas como revancha por alguna supuesta afrenta. Normalmente se trata de exparejas despechadas que buscan vejar a su anterior compañero. En España fue célebre el episodio en 2012 de la publicación de un vídeo de ese tipo de la concejala del Ayuntamiento de Los Yébenes (Toledo) Olvido Hormigos. Al quedar impunes los autores, el Código Penal incluyó en su reforma de 2015 un nuevo artículo que castiga la divulgación no autorizada de imágenes o grabaciones cuando menoscaben gravemente la intimidad personal.
Es una medida semejante a las adoptadas por países como Alemania, donde es ilegal guardar imágenes íntimas de una expareja que ha pedido borrarlas; el Reino Unido, donde se han endurecido las penas tras observar un aumento en estas conductas; o Estados Unidos, donde cada vez más estados castigan esta práctica.