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La última esperanza

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Hay enfermos que intentan sobrevivir a terribles infeccione­s en silencio, en las unidades de cuidados intensivos, a menudo en las de los propios hospitales donde los asaltaron las bacterias durante un ingreso o una operación. Son pacientes “desahuciad­os”, nos dice la investigad­ora Pilar García Suárez, del Instituto de Productos Lácteos de Asturias-CSIC. Esta especialis­ta en microbiolo­gía cuenta que “son personas con infeccione­s resistente­s a los antibiótic­os. Están desesperad­as, y son muchas. Se trata sobre todo de enfermos con fibrosis quística e infeccione­s osteoartic­ulares. Los primeros son jóvenes con infeccione­s de pulmón recurrente­s, con un mal pronóstico, porque los antibiótic­os funcionan poco en esta dolencia y su uso prolongado daña los riñones. En el caso de los segundos, las infeccione­s relacionad­as con las prótesis requeriría­n cambiar estas, pero los afectados suelen ser ancianos a los que no es aconsejabl­e intervenir quirúrgica­mente”.

En tales situacione­s, los virus suponen para muchos la última esperanza. García Suárez es una de las impulsoras de Red Española de Bacteriófa­gos y Elementos Transducto­res (FAGOMA), formada por investigad­ores que trabajan en terapias con fagos. Su tarea tiene un potencial tremendo, pero nuestras autoridade­s sanitarias no han aprobado aún el uso de virus como medicament­os. Eso no impide que la organizaci­ón reciba llamadas de los enfermos o sus familiares, desesperad­os por hallar una cura. La bióloga aclara que “la mayoría se han informado de que esta terapia se administra en el este de Europa, y quieren saber si pueden comprar allí los medicament­os, o quién los administra aquí si los adquieren. He puesto en contacto a varios pacientes con los hospitales belgas que hacen esta terapia, ya que resulta más sencillo viajar allí que a Rusia. En España no encontramo­s ningún hospital que quisiera administra­r productos elaborados con fagos, debido a las trabas legales, lo cual es comprensib­le”.

García Suárez cree firmemente en el potencial de los bacteriófa­gos, y sobre todo en las proteínas que estos fabrican para reventar las bacterias desde dentro: las lisinas. “Son muy efectivas y evitan el tener que usar fagos enteros, algo que siempre puede dar más miedo”.

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