SOLO LAS AYUDAS NO BASTAN
TRAS LA PRESENTACIÓN DE PLANES DE DIGITALIZACIÓN PARA EL FUTURO por parte de varios constructores del motor, vemos que el optimismo basado en las nuevas oportunidades de negocio de los vehículos eléctricos ha encendido una luz al final de un túnel que ya no admite más tinieblas. Hoy la repercusión de la industria del automóvil sobre el PIB es del 10 %, y podría llegar al 30 % en 2030.
Pero esto no pasa de ser un cuaderno de deseos. En el presente nos encontramos con un primer trimestre catastrófico lleno de situaciones inoportunas. La pandemia de protagonista acompañada de actores secundarios como la nueva normativa de emisiones (WLTP), la demonización del diésel y otros factores auguran momentos aún más difíciles de los hasta ahora vividos. Marcas legendarias que llenaron de sueños a los amantes del automóvil están abocadas a cambiar los caballos de potencia que se medían en cientos por kilovatios si quieren subsistir. Ciertamente, en los segmentos más pequeños los eléctricos han llegado con fuerza y aquí se demuestra que han hallado el posicionamiento más coherente del mercado en la actualidad.
Tras estas pequeñas pinceladas sobre el futuro y el presente me cuesta mucho entender que si es posible plantear la salvación de empresas dedicadas al ocio, con lo cual estoy totalmente de acuerdo, no existan planteamientos similares para salvar la industria del automóvil. El riesgo es real e inminente si hablamos de la desaparición de puestos de trabajo en factorías de coches y en fábricas de componentes, del cierre masivo de concesionarios y talleres. La salvación pasa por llegar a la normalización del índice de venta de vehículos para este país en el que vivimos, pero no tenemos que olvidar que en este momento las ayudas para la adquisición de coches ya no son suficientes.