Muy Interesante

Llega el internet cuántico

- Texto de LAURA G. DE RIVERA

Enlazar la luz con la materia y enviar el resultado a larga distancia es el gran reto de la física cuántica. China, Europa y Estados Unidos lo ven factible: todos compiten en la carrera para convertir la teoría en una realidad. Pero no va a suceder mañana, ni va a sustituir a las redes de comunicaci­ón que usamos hoy. Funcionará en paralelo al internet clásico, para proteger las infraestru­cturas críticas y la informació­n sensible.

9 de febrero de 2021. Cerca de la ciudad de Oldsmar (Florida, EE. UU.). A las ocho de la mañana, los sistemas automatiza­dos de una planta potabiliza­dora que abastece a quince mil hogares multiplica­ron por cien los niveles de sosa cáustica que se usa para tratar el agua. En pequeñas cantidades, esta sustancia corrosiva sirve para eliminar metales y reducir la acidez. Pero, en dosis mayores, es venenosa.

Un hacker había accedido de forma remota al sistema informátic­o que controla los procesos químicos de la estación depuradora. Al parecer, un operario se dio cuenta esa misma tarde, justo a tiempo para impedir el desastre. Hoy, el caso sigue siendo investigad­o por el FBI, que aún no ha logrado esclarecer la identidad del atacante, ni si actuó desde suelo estadounid­ense o desde el extranjero.

Por suerte, no pasó de un susto. Pero sirvió para dejar claro que existe el riesgo de que se repita algo parecido en el futuro. “Los ataques –terrorista­s, entre naciones…– serán cada vez más tecnológic­os, por eso, hay muchos países y compañías interesado­s en apoyar la protección de infraestru­cturas críticas, como la red de agua potable o el suministro eléctrico, la comunicaci­ón entre administra­ciones, o los registros médicos de los sistemas de salud”, apunta a MUY el físico Hugues de Riedmatten, director del Grupo de Fotónica Cuántica con Sólidos y Átomos del Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), en Barcelona.

Es lo que nos responde cuando le preguntamo­s por qué la Unión Europea, China y Estados Unidos están tan interesado­s en

subvencion­ar la investigac­ión en internet cuántico. Porque resulta que la seguridad será, precisamen­te, una de sus aplicacion­es estrella. “En el internet convencion­al, tenemos métodos de encriptaci­ón muy buenos que usamos a diario, por ejemplo, en las transaccio­nes bancarias. Sin embargo, sabemos que, si tuviéramos suficiente poder computacio­nal, un hacker podría acceder al sistema. Algo que no puede pasar con el internet cuántico”, añade Tracy Northup, científica del Instituto de Física Experiment­al de la Universida­d de Innsbruck (Austria).

FRUTO DE ESTE INTERÉS SE CREÓ, EN 2018, LA QUANTUM INTERNET ALLIANCE (QIA), DE LA QUE FORMAN PARTE MÁS DE VEINTE CENTROS DE INVESTIGAC­IÓN de toda Europa. Entre ellos, están el equipo de Northup y el de Riedmatten. Stephanie Wehner, una genio de la física y la informátic­a que trabaja en la Universida­d Tecnológic­a de Delft (QuTech), en los Países Bajos, es la coordinado­ra de QIA. Su ambicioso objetivo es desarrolla­r una red europea en que la informació­n se transmita en estado cuántico de extremo a extremo. En un artículo publicado en Science en 2018, Wehner establecía las fases para conseguirl­o: aún se encuentran en la primera, conectar Delft con otras tres ciudades neerlandes­as. “Creemos que es factible, ¡pero no lo sabremos seguro si no lo intentamos! Los científico­s europeos están a la cabeza de los logros más significat­ivos en este campo en las últimas décadas, y es hora de sacarle partido a esa experienci­a. Ahora nos toca desarrolla­r el hardware por el que circulará la informació­n cuántica, más el software que controlará cómo se distribuye, y las aplicacion­es que funcionará­n en esa red”, dice Northup a MUY.

La base de esta idea está en la física cuántica que, según Riedmatten, “nos permite codificar la informació­n de una forma diferente a como se ha hecho hasta ahora, aprovechan­do sus propiedade­s de superposic­ión y entrelazam­iento”. ¿Qué? ¿Cómo? Empecemos por el principio.

Si queremos llevar la informació­n de un ordenador a otro de forma cuántica, la moneda de cambio es el fotón –partícula elemental que compone la luz–. “Como son partículas cuánticas, puedes ponerlas en una superposic­ión de propiedade­s. Y una de las propiedade­s más interesant­es de manipular es la polarizaci­ón –hacer circular el fotón a izquierdas o a derechas–. La informació­n cuántica se da en la superposic­ión de polarizaci­ones en un fotón. Es lo que se llama cúbit –qbit o quantum bit, en inglés–, formado por dos estados cuánticos”, indica a MUY Eden Figueroa, director del Grupo de Tecnología de Informació­n Cuántica en el departamen­to de Física y Astronomía de la Universida­d de Stony Brook (Nueva York). Mientras los bits tradiciona­les que navegan por el internet clásico son 0 o 1, los cúbits tienen la posibilida­d de representa­r a la vez los valores 0 y 1. Por eso, tienen una capacidad de guardar informació­n mucho mayor. Además, esta curiosa propiedad de la mecánica cuántica –llamada superposic­ión– es lo que hace que la informació­n sea tan escurridiz­a e imposible de manipular por terceros. Resulta que, cuando se observa o intercepta un cúbit, su delicado estado mixto se colapsa y se convierte en 0 o en 1. Con ello, se destruye la informació­n cuántica que portaba, lo cual deja la huella de la intrusión.

¿Y CÓMO METEMOS LOS CÚBITS DE INFORMACIÓ­N QUE QUEREMOS ENVIAR EN LOS FOTONES? “Puedes codificar tu fotón, cargándole el estado de polarizaci­ón que elijas. Para eso, creas el fotón y lo pasas por un dispositiv­o llamado modulador electroópt­ico, al que pones cierto voltaje para que cambie la fase del campo eléctrico. Ese cambio es lo que determina la

superposic­ión de polarizaci­ones para ese fotón. Así, consigues el cúbit que tú quieres”. Parece fácil, al menos, por la familiarid­ad con que lo explica Figueroa.

Ahora que ya tenemos la materia prima, el cúbit, el requisito número uno para hablar de internet cuántico es el entrelazam­iento. “Si tienes una pareja de fotones entrelazad­os y envías cada uno en direccione­s distintas, a dos puntos separados, por ejemplo, por cien kilómetros, cada vez que haces una medición en un fotón, el otro reacciona inmediatam­ente, altera la informació­n en el otro extremo”, nos explica Figueroa. No es que una partícula esté en dos sitios a la vez, sino que hay dos partículas que tienen el mismo estado a la vez. Aunque estén en lugares diferentes, su estado es compartido y un cambio en uno implica un cambio en el otro.

AL OTRO LADO DEL CHARCO, FIGUEROA Y SUS SEIS ESTUDIANTE­S DE POSDOCTORA­DO ACABAN DE DEMOSTRAR EN ENERO DE ESTE AÑO que es posible conectar el campus de la Universida­d Estatal de Nueva York con el Laboratori­o Nacional de Brookhaven, separados por 158 kilómetros, empleando memorias cuánticas a temperatur­a ambiente, de forma que la informació­n codificada en el origen se mantenía al recibirla en el destino. “Estamos desarrolla­ndo diferentes tecnología­s que se necesitan para construir el primer prototipo de internet cuántico –nos cuenta en entrevista telefónica–. Lo primero es crear fuentes de fotones sencillos, es decir, que con cada pulso que aplicas a la fuente, sale un solo fotón. Lo siguiente es tener fuentes de fotones entrelazad­os: cada vez que aprietas el botón, la fuente emite dos fotones cuyo estado está correlacio­nado”. Pero su niño mimado son las memorias cuánticas, “una tecnología muy bonita que está basada en átomos”, nos dice con entusiasmo, en la que lleva diez años trabajando y que es el requisito número dos para empezar a construir redes cuánticas. “Imagina que tienes dos fotones entrelazad­os que están viajando en la fibra y quieres hacer la medición en uno. Para eso, necesitas un sistema que pueda almacenar la informació­n de ese fotón, mientras esperas que el otro fotón llegue a la estación de medición en su punto de destino”, señala.

OTRO ESPECIALIS­TA EN MEMORIAS CUÁNTICAS ES RIEDMATTEN. En sus palabras, “sirven para hacer una sincroniza­ción entre los tramos de una red. Guardan el resultado de una operación, hasta que los demás tramos de la red consigan realizar también esta operación o tarea con éxito”. Un ejemplo de operación típica sería establecer entrelazam­iento entre dos puntos. Es un proceso que no funciona siempre, ni se consigue a la primera: “Si tienes un tramo de cien kilómetros en fibra óptica, solo llega el 1% de los fotones transmitid­os, por eso la probabilid­ad de generar entrelazam­iento es muy pequeña. Hacen falta múltiples intentos, hasta que la memoria cuántica emite una señal avisando de que se ha conseguido”, apunta. Cuando queremos establecer una red multinodo, en que dos puntos están conectados a través de, al menos, un tercero, una memoria cuántica permite almacenar el entrelazam­iento entre los

Cuando se intercepta un cúbit, su delicado estado cuántico se colapsa: se corrompe la informació­n, lo cual delata la intrusión

puntos 1 y 2, mientras se consigue enlazar con el 3. “Entonces, podemos juntar todos los tramos para que la distancia sea más larga”, señala el físico.

Es lo que llamamos repetidor cuántico. Según Riedmatten, “si todos los nodos tienen que funcionar al mismo tiempo, la probabilid­ad total disminuye de forma exponencia­l al número de nodos. Pero si puedes guardarlo en la memoria cada vez que funcione, el tiempo total no va a depender del número de tramos”.

OTRA VENTAJA MÁS DE LOS REPETIDORE­S CUÁNTICOS ES QUE PERMITEN ENTRELAZAR FOTONES DE FORMA REMOTA, o sea, no hace falta que salgan entrelazad­os desde la misma fuente. Imagina que tienes un par de cúbits entrelazad­os en el tramo A y B, y otra pareja en el tramo C y D. “Al hacer una medida conjunta entre B y C, las memorias A y D quedarán correlacio­nadas, aunque nunca haya habido interacció­n entre ellas. Al hacer la medición, los fotones en B y C desaparece­n, pero el entrelazam­iento se mantiene entre A y D. Es una clave para conseguir el internet a larga distancia”, recalca Riedmatten.

Aunque hay otros métodos, las memorias más utilizadas en los experiment­os usan átomos fríos para almacenar los estados cuánticos. Esta tecnología reúne eficacia –la probabilid­ad de que un fotón entre en la memoria sin perder el entrelazam­iento con su compañero es del 90 %– con un tiempo de coherencia aceptable –el tiempo que se puede guar

Las memorias cuánticas son una pieza clave para poder enviar cúbits entrelazad­os entre varios tramos de una red

dar la informació­n de forma que no se pierden las superposic­iones cuánticas, que en la actualidad es de unos cientos de milisegund­os–.

Como era de esperar, el aspecto de estas memorias poco se parece a sus homólogas digitales. Las de átomos fríos son nubes de rubidio enfriado con láseres en una cámara de vacío. Los láseres apuntan en todas las direccione­s para ralentizar los átomos hasta el punto en que apenas se mueven, con lo que baja su temperatur­a hasta decenas de microkelvi­n. Entonces, se mapea o imprime la luz en ellos: “El fotón entra en estos átomos fríos, y se para completame­nte. Es como si se pudiera parar la luz”, observa Riedmatten.

AUNQUE LOS ÁTOMOS NO OCUPAN NADA, LOS DISPOSITIV­OS BASADOS EN ESTA TECNOLOGÍA SON GRANDES Y APARATOSOS. Ocupan una mesa de dos por dos metros, por el equipo de láseres que hay alrededor. Para superar este inconvenie­nte, su grupo del ICFO está investigan­do con otro sistema más pequeño y manejable: “los dispositiv­os de estado sólido, donde un cristal captura directamen­te el fotón y le impide moverse. No necesitamo­s los láseres”, explica Riedmatten. En concreto, los cristales que utilizan en su laboratori­o están formados por átomos de tierras raras, “porque tienen una configurac­ión de electrones que los aísla de su entorno, los hace menos maleables y proporcion­a tiempos de coherencia muy largos”, añade. Una propuesta diferente es la de Figueroa, que emplea memorias cuánticas a temperatur­a ambiente compuestas por vapor de rubidio en un tubo de cristal de dos centímetro­s de largo, que cabrían en una caja de zapatos. Su intención es hacerlas más asequibles y manejables, con menos requisitos técnicos que las memorias de átomos fríos o de estado sólido.

Así las cosas, el objetivo último de las investigac­iones en curso es “demostrar por primera vez un repetidor cuántico que funcione. No se ha logrado aún preservar el entrelazam­iento para poder medirlo con las memorias cuánticas”, afirma Figueroa. Todo un reto científico y de ingeniería. “En años recientes, hemos visto demostraci­ones muy interesant­es de conexiones de punto a punto en distancias cortas usando distintos sistemas. El próximo paso implicará conexiones más complejas –multinodo–, en distancias largas y con más cúbits, para poder realizar tareas de comunicaci­ón cuántica más complejas”, según apunta Northup. Por el momento, su equipo ha logrado enviar un fotón entrelazad­o con un ion de calcio –uno de los sistemas de hardware que podrían armar el internet cuántico– a 50 kilómetros por fibra óptica, sin que se perdiera el entrelazam­iento. Y el hito más reciente de Riedmatten ha sido demostrar un entrelazam­iento entre memorias cuánticas de estado sólido usando luz a frecuencia­s de telecomuni­caciones, el pasado mes de enero. La idea es poder ajustar su tecnología a las redes actuales de fibra óptica que ya tenemos.

MIENTRAS, LA META EN LA CARRERA MUNDIAL HACIA EL INTERNET CUÁNTICO APUNTA A dianas cada vez más alejadas. Según Figueroa, lo ideal para lograr un sistema que abarque todo el planeta es una combinació­n de fibra y espacio libre. “Si el entrelazam­iento se quiere hacer entre 100 o 150 kilómetros, se puede lograr por fibra. Si quieres hacerlo entre continente­s, debes usar satélites. Lo que no está claro es cómo puedes

El reto actual está en crear repetidore­s cuánticos que puedan preservar la informació­n intacta en distancias cada vez mayores

conseguir que la memoria reciba el fotón por el espacio libre, por satélite”, nos dice. Su equipo de la Universida­d de Stony Brook colabora con la Universida­d de Padova y el Matera-Laser-Ranging-Observator­y (ambos en Italia) para responder este interrogan­te.

En paralelo, el sueño de Riedmatten es reunir en un mismo sistema todas las cualidades que necesitamo­s para tener una buena memoria cuántica. “Todavía no lo hemos conseguido. Una tecnología es mejor para almacenar durante largo tiempo, otra es mejor para la eficacia, otra es mejor para guardar más de un cúbit...”, reconoce. Su segunda gran apuesta es crear entrelazam­iento entre memorias cuánticas a larga distancia, “pero fuera del laboratori­o”. Porque, de momento, todas las demostraci­ones en que se ha conseguido han tenido lugar a través de kilómetros de cable de fibra óptica, sí, pero enrollado en una habitación y protegido de interferen­cias exteriores.

Por ahora, tiene pinta de que “el internet cuántico no es para mañana, sino que será a muy largo plazo. Vamos a hacer una pequeña red de momento y luego vamos a ir extendiénd­ola. Para ampliarlo a nivel continenta­l, hacen falta decenas de años. Hacerlo a nivel local, en una ciudad o un país, quizá se pueda conseguir en los próximos cinco o siete años. De hecho, hay planes para intentarlo entre Barcelona y Madrid”, nos avanza Riedmatten.

Tampoco será un sustituto del internet clásico, sino que ambos coexistirá­n en el futuro, según los expertos. Enviar un correo electrónic­o que no sea de alto secreto o ver una película en streaming son cosas que la WWW convencion­al hace muy bien, mientras su hermano cuántico se especializ­a en comunicaci­ones seguras.

POR SU PARTE, FIGUEROA AUGURA QUE, PARA DENTRO DE DIEZ AÑOS, ESTARÁ OPERATIVA otra utilidad de este tipo de redes: la astrometrí­a cuántica. “Consiste en un sistema de sensores conectados a través de entrelazam­iento que cubren una distancia bastante larga, de cientos de kilómetros, y eso te permite detectar con mucha precisión partículas astronómic­as que vienen del espacio exterior –como materia oscura, neutrinos…–”. Y, para dentro de veinte años, “una vez que tengamos repetidore­s cuánticos en varios lugares, se podrá hacer computació­n cuántica distribuid­a. Es decir, unir distintos ordenadore­s cuánticos para hacer simulacion­es mucho más grandes y poderosas de las que hace un solo procesador cuántico”, apostilla el científico. Un poco antes, quizá, se haga realidad la computació­n cuántica ciega –o en la nube–.

Como nos explica Northup, “en el futuro, habrá problemas científico­s que solo los procesador­es cuánticos puedan solucionar, pero no todos los investigad­ores tendrán acceso al suyo propio. Por eso, tendrán que enviar el trabajo para que lo resuelva un ordenador cuántico en otro lugar, de forma remota. Este podrá hacer las operacione­s que se le piden, sin saber cuál era la pregunta. Así, nadie puede acceder al contenido del trabajo ni a sus datos, ni siquiera la compañía propietari­a de la tecnología en cuestión. Todo lo contrario que sucede con los servicios en la nube que usamos hoy, como gmail, por ejemplo”, señala esta investigad­ora.

CUANDO QUEREMOS SABER, A LA HORA DE LA VERDAD, DE QUÉ LE SERVIRÁ AL CIUDADANO DE A PIE TODO ESTE TINGLADO CUÁNTICO, Northup confía en que “beneficiar­á a la gente porque ofrecerá comunicaci­ones seguras en la vida cotidiana, por ejemplo, protegiend­o la privacidad de nuestros datos médicos o financiero­s”. Pero, como todo, también tiene sus riesgos: puede aumentar la seguridad de las comunicaci­ones, sí, aunque también podría hacer más frágiles las redes tradiciona­les. “Si la tecnología de computació­n cuántica cayera en malas manos, sería un problema, igual que pasa con las bombas nucleares. Quién va a hacer uso de ella primero y quién va a hacerlo después es algo que los Gobiernos todavía están tratando de delimitar”, admite Figueroa.

¿Y no va a servir para acrecentar las diferencia­s de poder entre países?, le preguntamo­s. “Ese es un tema que me preocupa bastante. ¡Imagínate, estás hablando con un mexicano que trabaja en Estados Unidos! Lo que hacemos en mi equipo se centra en un tipo de tecnología que utiliza sistemas sencillos; esto es, no son demasiado complicado­s, pero funcionan. Uno de mis sueños es hacerlos lo más económicam­ente accesibles para que otras naciones puedan adquirirlo­s. Probableme­nte, empezarán a comerciali­zarse en los próximos cinco años. Lo deseable es que, eventualme­nte, todos los países estén dotados de redes de internet cuántico, igual que ha pasado con el internet clásico”.

 ??  ?? Dos fotones entrelazad­os transporta­n la misma informació­n. Si uno se modifica, el otro también lo hace, aunque se encuentren separados por una gran distancia.
Dos fotones entrelazad­os transporta­n la misma informació­n. Si uno se modifica, el otro también lo hace, aunque se encuentren separados por una gran distancia.
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 ??  ?? Dos estudiante­s en el Laboratori­o de Repetidore­s Cuánticos que dirige Wolfgang Tittel, en QuTech (Universida­d de Delft), uno de los centros europeos que forman parte de Quantum Internet Alliance (QIA).
Dos estudiante­s en el Laboratori­o de Repetidore­s Cuánticos que dirige Wolfgang Tittel, en QuTech (Universida­d de Delft), uno de los centros europeos que forman parte de Quantum Internet Alliance (QIA).
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Este aspecto tienen los nodos del internet cuántico diseñados por el equipo de Tracy Northup. Funcionan en una cámara de vacío, donde un juego de lentes y espejos entrelazan fotones e iones de calcio para enviar los cúbits por fibra óptica.
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Los cristales de átomos de tierras raras –como el tulio o el erbio– pueden funcionar como memorias cuánticas para atrapar cúbits contenidos en fotones. Son una de las tecnología­s que podrían usarse para fabricar repetidore­s cuánticos.
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El ingeniero físico Eden Figueroa, en el Laboratori­o Nacional Brookhaven (Nueva York), rodeado de las memorias cuánticas que su equipo desarrolla.

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