Animales parlantes
Descartes consideraba que, como los animales no hablaban, tampoco podían pensar y, por tanto, no tenían alma. Para él eran cuerpos, casi máquinas, que a veces repetían palabras para conseguir algo a cambio o gritaban ante el dolor como una reacción mecánica y no por dolor. En esta línea, otros filósofos hablaban de un lenguaje que solo era humano y no podían dominar los otros animales. La filósofa y escritora Eva Meijer afirma que sí hablan: «Claro que hablan. El problema es que no podemos escucharlos». En su libro Animales habladores. Conversaciones privadas entre seres vivos (Taurus, 2022) nos aleja de esa visión antropocéntrica que nos lleva a decir que los animales no pueden hablar o que algunas limitaciones se lo impiden.
Meijer sostiene que «el hecho de que los animales se expresen de maneras diferentes a la nuestra no quiere decir que sus lenguajes no tengan sentido». Apoyándose en estudios científicos desde la biología y la etología, en filósofos y en sus propias observaciones, Meijer propone una nueva manera de entender el lenguaje. ¿Qué otro nombre, si no, habría de recibir la capacidad de los loros para gastar bromas, manipular a otros o imitarlos y darse nombres propios como hacen también los delfines en libertad, la de los murciélagos para cotillear, la de los perros de pradera para describir a los visitantes inesperados y la de los elefantes para aprender palabras?
«La inteligencia animal se mide desde hace mucho tiempo en función de la inteligencia humana», escribe Meijer. Puede que haya llegado el momento de cambiar la perspectiva. «Desde el punto de vista de las hormigas, probablemente los humanos no son muy inteligentes, pues no son tan buenos en el trabajo en equipo; desde el punto de vista de las palomas, los humanos poseen una conciencia espacial muy limitada; y desde el punto de vista de los perros, los humanos adolecen de la incapacidad de guiarse por el olfato», escribe.
Cuando se habla de lenguaje animal, que es en realidad el lenguaje de los otros animales, a menudo se piensa que no va más allá de la mera expresión de emociones y de algunos ruidos. Según estudios recientes, los lenguajes de algunos animales tienen incluso gramática, como el canto de algunas aves y los patrones de la piel de los calamares. Meijier explica que en ocasiones «también cuentan con estructuras complejas, pueden ser simbólicos y abstractos y referirse a situaciones del pasado, del futuro o bien fuera del alcance de los animales en algún otro sentido».