El poder del átomo para detectar enfermedades
Junto a la resonancia magnética, la medicina nuclear juega un papel clave en el diagnóstico de las enfermedades del cerebro. Consiste en la utilización de pequeñas cantidades de material radioactivo (isótopos) combinadas con un radiofármaco, que es una molécula que lo transporta por el cuerpo y que se administra mediante una inyección, aunque en ocasiones también se puede inhalar o tragar.
En el propio hospital, en una sala de preparación convenientemente protegida, se crea el isótopo que se va a introducir en el paciente: no son tóxicos y se desintegran al poco tiempo, con el objetivo de que la dosis de radiactividad que absorbe el paciente sea mínima. En el caso de que se utilicen tratamientos terapéuticos con medicina nuclear, el centro hospitalario debe contar con habitaciones especiales de recogida de residuos radiactivos, que luego son transportados, con todas las medidas de seguridad, a un cementerio nuclear para ser enterrados.
Las técnicas que se utilizan son diversas. Por ejemplo, las cámaras gamma captan la radiación del radiofármaco y la transforman en imagen. En el SPECT -siglas de tomografía de emisión por fotón único- las cabezas de las cámaras gamma rotan alrededor del paciente y logran imágenes en 3 dimensiones muy detalladas. El PET -tomografía de emisión de positrones- permite tomar, durante un proceso que dura aproximadamente media hora, imágenes que muestran la actividad y el metabolismo de los órganos del cuerpo humano. Pero la tendencia se encamina a la fusión de imágenes, usando el SPECT junto a la tomografía computarizada, que toma una serie de radiografías desde diferentes ángulos y las combina, mediante ordenador, creando imágenes transversales de los órganos, los huesos o los vasos sanguíneos. Se utilizan también dispositivos que unen PET con tomografía computarizada y comienza a utilizarse el PET asociado a la resonancia magnética. Los millones de datos que se obtienen son analizados con inteligencia artificial.