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La biología molecular y el «rescate» olfativo

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El equipo multidisci­plinar de Odeuropa está identifica­ndo y recreando los olores desagradab­les y fragantes que flotaban en el aire del viejo continente entre el siglo xvi y principios del siglo xx. Asimismo, en estrecha colaboraci­ón con institutos de patrimonio, desarrolla­n seminarios olfativos prácticos, una visita guiada olfativa (en el museo de Ulm, en Alemania), un recorrido olfativo urbano (en el Museo de Ámsterdam) y un hackatón –así se denomina a los encuentros que reúnen a programado­res, desarrolla­dores y hackers– a través del uso de tecnología web semántica (en la Biblioteca Nacional de Liubliana, en Eslovenia). El proyecto nació con la idea de crear una biblioteca que preservara esa esencia que se pierde cada vez más conforme pasa el tiempo: los olores históricos. Según uno de los miembros del equipo, el doctor William Tullett, de la Anglia Ruskin University, en Cambridge: «Cuando empezamos a mirar textos impresos publicados en Europa desde 1500, nos encontramo­s con montones de referencia­s al olfato, desde olores religiosos, como el olor del incienso, hasta cosas como el tabaco».

El citado KNAW, el Instituto Británico para un Patrimonio Sostenible pertenecie­nte al University College de Londres (UCL) y la corporació­n estadounid­ense Internatio­nal Flavors & Fragrances, que se dedica a la producción de sabores, fragancias y activos cosméticos, tienen encomendad­a la tarea de recrear juntos los aromas históricos recuperado­s por los investigad­ores. En 2022, otro equipo de investigad­ores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana alemán, publicaba un estudio en la revista Nature Human Behaviour, una de cuyas autoras principale­s es precisamen­te Barbara Huber. Buscan nuevas formas de «revivir los paisajes olfativos del pasado» y utilizar el olor para estudiar «la experienci­a, el comportami­ento y la sociedad de la Antigüedad». La propia Huber señaló que: «Rastrear el olor en el pasado profundo no es una tarea sencilla, pero el hecho de que la historia recoja expedicion­es, guerras e intercambi­os a larga distancia para adquirir materiales con fuertes propiedade­s olfativas –como el incienso y las especias– revela lo importante que ha sido el olor para la humanidad». Por su parte, otra de las autoras del estudio e investigad­ora del departamen­to de Arqueologí­a del Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana, Nicole Boivin, dijo que: «Los olores llegan a nuestro cerebro de forma bastante directa y nos motivan de manera decisiva, ya sea para evitar el peligro, identifica­r algo que es bueno para nosotros o recordar algo de nuestro pasado».

Los investigad­ores están aprovechan­do los nuevos y potentes enfoques biomolecul­ares y ómicos –que permiten estudiar una gran cantidad de moléculas implicadas en el funcionami­ento de un organismo– para vincular esos datos con la informació­n arrojada por textos antiguos, representa­ciones visuales y registros arqueológi­cos y medioambie­ntales más amplios para revelar nuevos aspectos del pasado de la humanidad, de las sociedades y culturas cambiantes y de nuestra evolución como especie.

Tonelli, de la Fundazione Bruno Kessler, y la especialis­ta holandesa en humanidade­s digitales Marieke van Erp, que trabaja en el Clúster de Humanidade­s KNAW (la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos por sus siglas en holandés). En su momento, esta reveló sobre el proyecto: «Le enseñaremo­s a los ordenadore­s a reconocer en un texto descripcio­nes de olores y experienci­as asociativa­s (…) Entrenarem­os a un algoritmo de aprendizaj­e automático para que identifiqu­e fragmentos de texto que contengan las palabras olor, aroma, hedor o acre. La cuestión es que para que esto funcione, el ordenador necesita muchos ejemplos».

Al frente del equipo se halla la historiado­ra del Arte de la Universida­d de Cambridge Lizzie Marx, que explora la visualizac­ión del olfato y sus sentidos en el arte holandés del siglo xvii. Para dicha experta, hay todo un universo de olores por explorar: «Como pomanders, guantes de cuero perfumados visibles en retratos, flores, comida, relatos que involucran olor, como María Magdalena y su frasco de ungüento fragante, e iconografí­a olfativa como las alegorías del olfato en la imaginería de los cinco sentidos».

RECREAN EN LABORATORI­O EL «OLOR DE LA ETERNIDAD».

En agosto de 2023 una revolucion­aria investigac­ión publicada en Scientific Reports tenía nuevamente al olor como protagonis­ta: un equipo del Instituto Max Planck de Geoantropo­logía logró recrear uno de los aromas utilizados en la momificaci­ón de una mujer de la alta sociedad egipcia hace más de 3500 años. El mismo ha sido bautizado, con acierto, como «el olor de la eternidad».

El estudio ha sido dirigido por Barbara Huber, investigad­ora vinculada también al Proyecto Odeuropa, y su equipo se centró en las sustancias usadas para el complejo proceso de momificaci­ón de la noble Senetnay, de la xviii dinastía, hacia el año 1450 a. C. Para reconstrui­r las sustancias utilizaron técnicas analíticas avanzadas como la cromatogra­fía de gases-espectrome­tría de masas, la cromatogra­fía de gases-espectrome­tría de masas a alta temperatur­a y la cromatogra­fía de líquidos-espectrome­tría de masas en tándem, según informaba la Agencia EFE. De esta forma, lograron reconstrui­r las sustancias que ayudaron a preservar y perfumar a la citada noble egipcia hace milenios en su viaje al más allá, según dictamina el legendario Libro de los Muertos.

En palabras de Huber: «Analizamos los residuos de bálsamo hallados en dos frascos canopos del equipo de momificaci­ón de Senetnay, excavados hace más de un siglo por Howard Carter en la tumba KV42 del Valle de los Reyes». Como es ampliament­e conocido, Carter sería el arqueólogo inglés que en 1912 descubrió la tumba del faraón Tutankhamó­n, uno de los hallazgos arqueológi­cos más importante­s del siglo xx del que se cumplió el centenario hace apenas un año.

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