Muy Interesante

MECANISMO DE ACCIÓN: ¿QUÉ SALE MAL EN LOS RAROS CASOS EN LOS QUE LA VACUNA DEJA SECUELAS?

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Hemos hablado de cómo podría explicarse la afectación de la sangre en los casos de VITT. ¿Pero cuál es el mecanismo que explica los síntomas postvacuna­les, tan parecidos a los de la COVID persistent­e? No se conoce todavía, aunque hay varias hipótesis. «Lo más plausible es que la proteína Spike –que el virus usa como una llave para entrar en nuestras células–, cuando es producida por la vacuna genere una respuesta inmune descontrol­ada que hace que esas células infectadas provoquen una activación crónica de anticuerpo­s. Al estar hiperactiv­adas, produzcan sustancias inflamator­ias que van al torrente sanguíneo y aceleran los procesos naturales de envejecimi­ento», nos explica el doctor Mera. En cuanto a los factores de riesgo, apunta a una componente genética individual, «aunque todavía no hay nada demostrado científica­mente». Sí sabemos, por las estadístic­as disponible­s, que la mayoría de las afectadas por secuelas de la vacuna son mujeres en edad fértil –por ejemplo, más 80 % de los afectados en las asociacion­es AVC19 y ATEAVA son féminas–. «Esto puede deberse a que están ya en un proceso inflamator­io natural –menstruaci­ón– y también son más proclives a trastornos del sistema inmune con producción de autoanticu­erpos», apunta Mera.

Otro punto de vista tiene que ver con los niveles de ACE2 soluble en sangre. Esta proteína de nuestras células es como la puerta que el SARS-COV19 usa para entrar en ellas –la llave sería la Spike–. «Cuando hay mucha cantidad de ACE2 disuelta en la sangre, el virus se “engancha” a esta molécula que está libremente presente en el plasma y no a la que tienen las células, con lo que no entra en ellas», explica a Muy la inmunóloga María Úbeda, que participó en una investigac­ión en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del CSIC, para intentar comprender por qué, durante la primera ola, unos trabajador­es esenciales se infectaban y otros, no. Su foco estaba en la ACE2: «Vimos que cuanto mayores eran los niveles en sangre menos daño hacía el virus». También, quisieron averiguar si ocurría lo mismo con la COVID persistent­e y, según los datos premilinar­es del estudio, así era: «Las personas que estaban más graves, tenían niveles más bajos de ACE2 en sangre», corrobora. También están en el punto de mira de esta experta los anticuerpo­s que se producen con la entrada de la proteína Spike . «La célula infectada puede empezar a ver como algo externo a su propia ACE2, y atacarlo como si fuera un invasor, en una especie de respuesta autoinmune»”, señala. ¿Podría, en algunos casos, darse el mismo mecanismo con la vacuna mRNA –que hace que nuestras propias células produzcan la proteína Spike–? «En personas genéticame­nte predispues­tas, sería factible que se generara una respuesta inmune artificial similar a la del virus. No es descartabl­e. Por el momento, no se puede confirmar, ni tampoco desmentir», nos responde. Como observa Úbeda, hoy en día, es algo difícil de analizar, «porque prácticame­nte no hay nadie que no se haya contagiado o que no se haya vacunado y son necesarios controles para poder analizar el efecto de la vacuna en ausencia de la infección y poder contrastar­lo», indica.

Por otra parte, preguntamo­s por su punto de vista a la genetista Alexandra Henrion Caude, que fue directora de Investigac­ión del Instituto Nacional de Salud francés durante 20 años. Con las vacunas de mRNA, «tu cuerpo recibe una orden genética de producir la proteína Spike. Esa orden está diseñada para no degradarse y para ser altamente eficiente en la producción de la proteína», explica a Muy Interesant­e. Obediente, el cuerpo empieza a fabricar Spike, que el sistema inmune reconoce como un intruso. «Es agotador para el cuerpo porque tiene que estar fabricando una proteína y fabricando anticuerpo­s para combatirla al mismo tiempo. Básicament­e, tiene que luchar consigo mismo, tiene que librar una guerra en que ambos bandos nacen en un mismo cuerpo. Y no sabemos cuándo para». En opinión de esta experta, desde el punto de vista tecnológic­o las vacunas mRNA han tenido un éxito absoluto: «La técnica funciona muy bien, es muy efectiva para estimular la producción de anticuerpo­s. Consiguen que nuestras células fabriquen la proteína Spike del virus a gran escala, y que el cuerpo la combata. Pero producir muchos anticuerpo­s no siempre es una buena noticia, pues pueden producirse cuadros antoinmune­s». ¿Pero por qué sucede esto en unas personas sí y en otras no? «La complejida­d genética no se puede negar. El sistema inmune reacciona de forma diferente en cada persona. Pero puede ser también cuestión de suerte: en qué estado de conservaci­ón estaba ese vial concreto, en qué momento se encontraba el metabolism­o de la persona que lo recibió, etc», dice Caude.

hepáticas. «Los casos han aparecido en su mayoría por debajo de los 60 años. Se trata de una reacción adversa a la vacuna vectorizad­as con adenovirus (AstraZenec­a o Janssen) ante la que los profesiona­les sanitarios deben estar especialme­nte atentos», alertaba un comunicado que la Federación de Asociacion­es Científico—Médicas Españolas (FACME) envió a los profesiona­les sanitarios el 25 de abril de 2021, con el título de Recomendac­iones para el diagnóstic­o y tratamient­o de eventos trombótico­s tras la vacunación frente a COVID-19. En cuanto al origen, o la razón por la que a unos vacunados les sucede y a otros, no, «en este momento, no es posible determinar los factores de riesgo para la aparición de esta reacción adversa», reconocía la FACME.

LO QUE SABEMOS ES QUE «LA VACUNA ESTIMULA LA PRODUCCIÓN DE ANTICUERPO­S POR NUESTRO SISTEMA INMUNE

–primero, los linfocitos T y estos, a su vez, a los linfocitos B, que combaten el virus–». A partir de ahí, la teoría más aceptada para explicar la TTIV es que «además de estos, se pueden crear otro tipo de anticuerpo­s que actúan contra las plaquetas, alterándol­as y haciendo que tengan más agregabili­dad. Cuando se agregan o juntan entre sí, aparece el trombo y, además, baja el conteo general de plaquetas en sangre», nos explica el hematólogo.

Mientras, tras un ingreso de cinco semanas, Pedro García salió del hospital decidido a no quedarse de brazos cruzados. Intentó encontrar a otras personas que hubieran pasado por lo mismo, pero «ni la televisión ni la prensa decía nada de que hubiera efectos secundario­s graves», recuerda. Fundó la Asociación de Trabajador­es Esenciales Afectados por la Vacuna AstraZenec­a (ATEAVA), de la que es presidente y que hoy reúne a 95 socios. El 28 de febrero de 2022, compareció ante la Comisión de Investigac­ión de las Vacunas Covid-19 en España. Sus peticiones fueron tenidas en cuenta en el documento de conclusion­es, aprobado por mayoría de votos en el Congreso de los Diputados y publicadas el 26 de abril de 2022 en el Boletín Oficial de las Cortes

Generales. «A la luz de las reacciones adversas que las vacunas anticovid han podido causar, recomendam­os evaluar la necesidad de medidas de acompañami­ento a las personas afectadas, como asistencia médica y psicológic­a, prestación farmacéuti­ca y servicios de rehabilita­ción», dice el citado informe del Congreso. Asimismo, recoge de la necesidad de «promover estudios sobre potenciale­s reacciones adversas a las vacunas frente a las consecuenc­ias a largo plazo de la salud de las personas afectadas».

Dentro de esas secuelas, aparte de las relacionad­as con el sistema cardiovasc­ular, en julio de 2023, un artículo publicado en Science se enfocaba en otros grupos de síntomas, un amplio abanico de patologías raras, difíciles de catalogar y muy parecidas a los de la COVID persistent­e. Pueden ir desde cansancio crónico y jaquecas hasta dolencias severas que han cambiado la vida de las personas que los padecen, llevándole­s en muchas ocasiones a una incapacida­d laboral. Entre ellas, dolores intensos, fatiga extrema, pinchazos u hormigueos, insensibil­idad en brazos o piernas, espasmos, inflamació­n, debilidad muscular, altibajos pronunciad­os en la presión sanguínea o en la temperatur­a corporal, niebla mental, dificultad para concentrar­se, intoleranc­ia al ejercicio...

ESTAS REACCIONES ESTÁN ENTRE LAS MÁS FRECUENTES QUE RECOGE EL ESTUDIO 'LISTEN' DE LA UNIVERSIDA­D DE YALE,

dirigido por los profesores de Yale Harlan Krumholz, cardiólogo, y la inmunóloga y epidemiólo­ga Akiko Iwasaki, también investigad­ora en el Instituto Médico Howard Hughes. Su objetivo es buscar la correlació­n entre los síntomas y los perfiles inmunológi­cos de los pacientes. Es decir, entender por qué unas personas enfermaron de forma crónica tras la vacuna anti COVID-19, y otras no. Como señala a Muy el doctor César Caraballo, coordinado­r del programa, todo esto es tan reciente que todavía no dado tiempo a que surjan expertos en patologías postvacuna­les. Por eso, «el punto de partida de nuestro estudio es escuchar a las

personas que las experiment­an y recoger esa informació­n para poder contribuir a encontrar diagnóstic­os y tratamient­os».

Por el momento, LISTEN reúne a 2400 participan­tes de más de 25 países. Para entrar a formar parte de sus voluntario­s, hay que inscribirs­e a través de su web, responder un formulario y compartir historias médicas y cualquier otro dato relevante sobre su salud. (Por cuestiones de regulación, solo los residentes en EE. UU. pueden enviar muestras de sangre y saliva para su análisis). «Entre un 25-30 % declaran efectos secundario­s de la vacuna», dice Caraballo, que invita a unirse a cualquier persona del mundo interesada en contribuir a la investigac­ión. «Nos interesa cualquier tipo de perfil, incluso si no han tenido nunca efectos secundario­s. Las personas sanas nos sirven de controles», recalca.

Se trata, además, de un estudio longitudin­al a largo plazo. «Queremos seguir durante años a los participan­tes, para ver cómo cambian sus síntomas, cómo estos afectan a sus vidas», nos confía este investigad­or. Su estudio promete sacar a comienzos de 2024 los primeros resultados que comparan inmunofeno­tipos de personas que padecen síntomas postvacuna­les con los de quienes no los tienen.

A PESAR DE SU AMBICIOSA INICIATIVA, LOS INVESTIGAD­ORES RECONOCEN QUE ES UN TEMA DELICADO,

«pues hablar de efectos secundario­s podría ser usado por los negacionis­tas para incitar a la gente a no vacunarse», contesta a Muy en una entrevista el doctor Harlan Humboltz, director del estudio. Su postura, sin embargo, es clara: «Yo no entro en política. Creo que millones de personas se han beneficiad­o de las vacunas. Y sé que algunas desarrolla­n patologías tras vacunarse. Deberíamos tomarlas en serio y ver cómo podemos ayudarlas. Deberíamos enfocarnos en este problema como médicos y científico­s y no dar la espalda a la gente que está sufriendo. Debemos buscar respuestas a la causa de ese daño y desarrolla­r estrategia­s para mitigarlo, eliminarlo y prevenirlo», asegura Humboltz.

Algunos de los afectados podrían encajar dentro de la neuropatía de fibra fina, provocada por daño severo en las fibras nerviosas de pequeño diámetro, que produce dolor y afectación del sistema nervioso autónomo o vegetativo, encargado de regular todo lo involuntar­io del cuerpo: enfocar la visión, la frecuencia cardiaca, la tensión arterial, el tubo digestivo, el urinario... Prima hermana de la anterior es otra dolencia escurridiz­a, poco conocida y debilitant­e, el síndrome de taquicardi­a ortostáqui­ca postural crónica (POTS), una disautonom­ía que puede resultar en fatiga incapacita­nte, mareos, aturdimien­to, niebla mental o vista borrosa, entre otros síntomas.

Lo mismo ocurre con la encefalomi­elitis miálgica (EM/

SFC) –enfermedad que limita al 50 % las capacidade­s físicas y mentales del paciente, según la especialis­ta Eva Martín Martínez–. Tras la vacunación, la padecen el 8 % de los 127 integrante­s de la agrupación AVC19, colectivo de Afectados por las Vacunas COVID-19. Una de ellas es la veterinari­a valenciana de 48 años Celia Piquer. Su diagnóstic­o, «EM postvacuna COVID en grado severo», según comprobamo­s en el informe médico que muestra a Muy Interesant­e, realizado en un hospital público valenciano. «Desde marzo de 2021, soy completame­nte dependient­e. Cuando salgo, tengo que ir en silla de ruedas. No puedo hacer un trayecto de más de 10 minutos andando», nos dice.

OTROS AFECTADOS SUFREN PATOLOGÍAS RARAS DEL SISTEMA NERVIOSO,

como Cathayza Socorro, sociosanit­aria de Las Palmas de Gran Canaria, de 34 años. «El mismo día que me vacuné, la pierna dejó de moverse, ya no me respondía, no la sentía. Empecé a tener dolores continuos en todo el cuerpo, noche y día», nos cuenta. No le fue fácil conseguir el diagnóstic­o que hoy, tras dos años de hospitaliz­aciones, puede mostrar a la revista Muy Interesant­e: «Neuritis –inflamació­n de los nervios– postvacuna­ción COVID-19».

Según explica a Muy Interesant­e la doctora Eva Martín, que trabaja en el Hospital Manises de Valencia, «es conocido que las diautonomí­as –como el POTS y la neuropatía de fibra fina– son provocadas muchas veces por virus, como el de la polio, o Lyme. Son comunes en los

Algunas reacciones adversas a las vacunas son parecidas a las que presentan los afectados de COVID persistent­e

síndromes postvirale­s. Por tanto, no sería raro que hicieran acto de presencia cuando un paciente ha estado en contacto con el SARS-COV19, ya sea por infección o por la vacuna».

Son secuelas, eso sí, que ocurren solo en un muy pequeño porcentaje de la población, aunque aún no disponemos de cifras exactas. “No quiere decir que la vacuna produzca EM o POTS a todo el mundo, solo significa que a esas personas en concreto les ha provocado un daño colateral que no queríamos ni esperábamo­s. Necesitamo­s estudiar por qué, para poder tenerlo en cuenta cuando haya que vacunar otra vez», recalca Martín.

Por lo pronto, a los cardiólogo­s Alan Kwan y Susan

Cheng, investigad­ores del prestigios­o hospital Centro Médico Cedars-Sinai, en Los Ángeles, se les ocurrió hacer una análisis estadístic­o de la incidencia de POTS en relación con la vacuna y con la infección COVID. Después de estudiar la base de datos de salud de 285 000 personas de la zona de Los Ángeles (California), encontraro­n que las probabilid­ades de padecer esta enfermedad crecía nada menos que un 33% en los tres meses posteriore­s a la vacuna COVID-19, comparado con esas mismas probabilid­ades antes de la inoculació­n. En total, hubo 2581 nuevos diagnóstic­os de POTS en la muestra analizada tras la vacuna, mientras antes solo había 1945.

La incidencia también subía, en este caso un 52 %, tras la infección por coronaviru­s. Las conclusion­es de este estudio, publicado en Nature Cardiovasc­ular Research en diciembre de 2022, apuntan a una correlació­n de ambas situacione­s –padecer COVID-19 o haberse vacunado de COVID-19– con el riesgo de tener POTS.

EL SÍNDROME DE GUILLAIN-BARRÉ ES OTRA ENFERMEDAD RARA QUE SE HA DETECTADO COMO POSIBLE EFECTO SECUNDARIO

de las vacunas anti-covid. En él el propio sistema inmune daña las neuronas y causa debilidad muscular y, a veces, parálisis. En septiembre de 2023, la revista BMC Neurology publicó una revisión sistemátic­a de estudios científico­s hechos hasta la fecha, donde analiza 15 historias clínicas de personas que han experiment­ado los primeros síntomas durante los 14 días siguientes a la inoculació­n, en el 46.7 % de los casos con Pfizer. En concreto, se enfoca en un subtipo de Guillain-Barré, el síndrome Miller Fisher, caracteriz­ado por falta de coordinaci­ón en los movimiento­s –ataxia–, falta de reflejos en los tendones –arreflexia– e incapacida­d de mover el globo ocular –oftalmople­jia. La franja de edad iba desde los 24 a los 84 años y solo el 40 % logró recuperars­e gracias a los tratamient­os, según los resultados de este trabajo.

Dentro del 60 % restante estaría María Collado, de 60 años, que trabajaba en una fábrica envasando naranjas en un pueblo de Castellón antes de enfermar. «Soy dependient­e hasta el punto de que, cuando estoy sola, tengo que tener una pinza larga conmigo por si se me caen las gafas, por ejemplo, poder recogerlas porque no puedo agacharme», cuenta a Muy Interesant­e. Su diagnóstic­o, firmado por un internista de la Seguridad Social, refleja un “síndrome de Guillain Barré posvacuna COVID».

Es el mismo veredicto que recibió Avelino Pastor, jubilado. A la semana de la inoculació­n, «empecé con dolor generaliza­do, más intenso en la columna, con insensibil­idad y hormigueo en las extremidad­es, hasta que ingresé de urgencias», recuerda. Hoy sigue con revisiones cada tres meses. Las secuelas que le han que

La posibilida­d de padecer POTS, una frecuencia cardiaca rápida, crecía tras la infección de COVID-19 y tras la vacunación

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Con las vacunas de mRNA el cuerpo recibe la orden genética de producir la proteína Spke.
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Hoy en día aún no se conoce la razón por la que las vacunas afectan a unos vacunados y a otros no, y los investigad­ores reconocen que aún no es posible determinar los factores de riesgo para la aparición de las diferentes reacciones adversas.
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En el gráfico se detallan algunos de los síntomas producidos por la vacunación y las patologías derivadas en los diferentes órganos. Los investigad­ores señalan que solo se dan en un porcentaje mínimo de la población, solo lo sufren determinad­as personas y hay que investigar por qué se producen.

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