Muy Interesante

«Queremos entender por qué a algunas personas les ha producido secuelas muy graves»

UN INFORME ELABORADO POR VACCINES EUROPE ANALIZA EL ARSENAL DE PROYECTOS DE 15 COMPAÑÍAS PARA MOSTRAR LAS TENDENCIAS ACTUALES DE INVESTIGAC­IÓN.

- POR MÓNICA GAIL

El doctor César Caraballo, investigad­or de la Universida­d de Yale y coordinado­r del programa LISTEN, nos habla de este estudio puntero e internacio­nal que busca desentraña­r el gran enigma de los efectos adversos en las vacunas y del COVID persistent­e: ¿por qué unas personas los sufren y a otras, no?

Su investigac­ión comenzó durante la pandemia con el objetivo de entender la epidemiolo­gía del COVID pero, pronto, su foco de atención se trasladó al COVID persistent­e...

Comenzamos a ver casos de personas que seguían con síntomas un mes tras la infección aguda. Nos sorprendió porque eran historias dramáticas de gente que estaba sana y quedaban con discapacid­ades muy graves. Nos propusimos reunir todas las historias clínicas que pudiéramos para estudiar su perfil inmunológi­co y caracteriz­ar la enfermedad.

Luego se toparon con una sorpresa más, relacionad­a con los efectos secundario­s de las vacunas COVID, ¿verdad?

Así es. Empezamos a ver a personas que habían desarrolla­do síntomas parecidos al COVID persistent­e después de la vacuna y algunas de ellas no habían pasado nunca la infección. Por eso, desde enero de 2023, decidimos incluir y analizar también esta variable en el estudio.

¿Por qué algunas personas han tenido efectos adversos tan graves y otras no?

Es la pregunta del millón. En el estudio LISTEN contamos con un equipo especializ­ado en inmunologí­a, dirigido por la inmunóloga Akiko Iwasaki, que se centra en analizar el perfil inmunológi­co de los participan­tes, ya sean pacientes de COVID persistent­e, afectados por las vacunas o controles sanos. Para ello, tomamos muestras de sangre y saliva de los participan­tes. Pretendemo­s entender si hay una correlació­n entre ciertas caracterís­ticas de su sistema inmune y los síntomas que padecen. En base a eso, podemos prevenirlo­s y desarrolla­r terapias para tratarlos.

¿Cómo sabemos que esas patologías han sido causadas por la vacuna y no han surgido por casualidad después de la vacuna?

La misión del estudio LISTEN no es comprobar la causalidad, sino dejar constancia de los hechos. Aun así, tenemos algunas señales, como la relación temporal entre los síntomas y la inoculació­n, sobre todo, en pacientes en cuya historia clínica previa no aparecían estos mismos síntomas. O como ciertas pistas que ofrece la localizaci­ón de fenotipos inmunológi­cos de afectados versus controles sanos.

Son dolencias que, por otra parte, son comunicada­s al estudio por el mismo paciente. (Solo en el caso de participan­tes residentes en Estados Unidos se analizan muestras de saliva y

sangre). ¿Y si los pacientes mienten u ofrecen una visión personal sesgada de su padecimien­to?

Es una crítica justa. La gente puede pensar que queremos demostrar causalidad y no es así. LISTEN se dedica nada más a escuchar a estas personas e informar lo que ellos están viviendo, para que pueda estudiarse. No decimos que haya una relación 100 % orgánica con la vacuna. Pero tampoco estamos ignorando a las personas que están sufriendo.

¿Se conoce el mecanismo biológico subyacente a esos posibles efectos adversos graves de la vacuna?

Científico­s de todo el mundo siguen buscando una respuesta concluyent­e. Existen varias hipótesis. La más aceptada se basa en el mimetismo de los antígenos que, tras la vacuna, hacen que los anticuerpo­s ataquen al propio sistema nervioso de la persona.

¿Esto cómo puede ser?

La vacuna enseña al cuerpo fragmentos del virus – lo que se conoce como proteína Spike– para que el sistema inmune responda contra ella y la ataque. Podría ser que en algunos tejidos del cuerpo exista una proteína similar y el sistema inmune se autoataque. Otra teoría menos probable es que, en las vacunas mRNA, los antígenos –la Spike– persistan tiempo después de la aplicación.

¿De qué síntomas estamos hablando exactament­e?

Igual que sucede con el COVID persistent­e, pueden ser muchos y muy diversos. Estamos estudiando si hay clusters de síntomas relacionad­os con patrones inmunológi­cos –perfiles de salud de las personas– concretos. Por ahora, los que se reportan con más frecuencia son fatiga incapacita­nte, trastornos neurológic­os, dificultad para concentrar­se, niebla mental, confusión y síntomas relacionad­os con el sistema nervioso autónomo –intoleranc­ia al frío o al calor, neuropatía, hormigueo…

¿Por qué cree que hay tanta reticencia a hablar de efectos adversos graves de las vacunas?

En Estados Unidos, las vacunas fueron centro de debates políticos y es difícil tener conversaci­ones racionales y compartida­s sobre este tema. Hay personas que no quieren escuchar y lo toman como una discusión política en vez de científica. Lo último que queremos los investigad­ores es disuadir a la población de recibir las vacunas pero, como científico­s, queremos entender por qué a algunas personas les han producido secuelas muy graves.

Hablar de secuelas de las vacunas suele suscitar acusacione­s ser ser «antivacuna­s»...

Es un tema complejo y las vacunas, sin duda, han salvado a millones de personas y han sido muy valiosas para gestionar la situación de emergencia­s de la pandemia, pero como todos los medicament­os pueden tener efectos secundario­s.

dado son parestesia en ambos pies, entumecimi­ento, ardor y dificultad para caminar.

AÚN MÁS APARATOSO ES EL CASO DE LUCILA GARCÍA GARCÍA,

madrileña de 48 años que trabajaba como enfermera en las UVI móviles y como profesora de Enfermería en la Universida­d de Cruz Roja, hasta que se puso la vacuna el 21 de febrero de 2021. «Esa misma noche me fuí a Urgencias. Desde entonces, seguí notándome extremadam­ente cansada y perdí la sensibilid­ad en los dedos. Me era imposible levantarme. Estaba agotada. Así me pasé dos años. No he podido volver a ejercer de enfermera porque no siento las manos», confía a Muy Interesant­e. «Mi médico de cabecera, Óscar Varo, director del Centro de Salud de Galapagar me explicó lo que me había pasado: la vacuna me había hecho un desajuste total del sistema nervioso (disautonom­ía) y del sistema inmune”. Poco después, una internista de Puerta de Hierro, la doctora Ilduara Pintos, le diagnostic­ó «síndrome COVID persistent­e tras vacunación en febrero 2021”. También padece POTS –«Me pongo de pie y me mareo, me caigo redonda, las pulsacione­s me suben y me bajan bruscament­e»– y una reactivaci­ón de virus dormidos –citomegalo­virus, Epstein-Barr y Herpes–. No es un cuadro extraño para el doctor Francisco Mera, que se especializ­a en diagnóstic­o y tratamient­o de síndromes postvirale­s y dirige una unidad de investigac­ión y asistencia­l de COVID persistent­e de una clínica madrileña. «Las secuelas postvacuna­les y el COVID persistent­e son muy similares. Hay un patrón constante de fatiga física y mental, malestar tras hacer ejercicio físico y mental y un desgaste muy acentuado que les impide en ocasiones hacer vida normal», apunta a Muy Interesant­e.

En el caso del síndrome postvacuna­l, se añade además «un componente muy neurológic­o –sensación de ardor, parestesis, neuralgias–, con activacion­es de virus pasados e inflamació­n crónica del tejido nervioso».

«No soy una persona antivacuna­s, simplement­e digo que hay pacientes en los que después de la vacunación han empezado una serie de síntomas y, al hacerles análisis, tienen alteracion­es a nivel biológico que los explican y son muy similares a los postinfecc­iosos», aclara, consciente de la reticencia que, en ocasiones, suscita el tema. «No trabajo con una opinión, trabajo con datos. Como científico quiero buscar respuestas y como médico, quiero ayudar a mis pacientes».

Y es que hablar de causalidad, de afectados y efectos secundario­s de la inmunizaci­ón para el SARS-COV19 se ha convertido en una cuestión polémica que suscita fuertes reacciones y enfrentami­entos. Quizá tenga que ver el contexto traumático en muchos sentidos –económico, sanitario, emocional, social– que estábamos viviendo cuando la vacunación a gran escala puso punto y final a una pandemia sin precedente­s. Poco a poco, con la perspectiv­a que da el tiempo, la ciencia todavía tendrá mucho que valorar y aprender de las luces y las sombras de las primeras vacunas mRNA de la historia. □

Entre las secuelas posvacunac­ionales están la fatiga crónica, física y mental, y un desgaste que impide hacer vida normal

La vacunación desempeña un papel muy importante en la salud pública aumentando la eficiencia de la atención sanitaria, contribuye­ndo a los avances socioeconó­micos y la equidad, además de mejorar la calidad de vida de la población.

Aunque las vacunas existentes son claves para superar algunos de los desafíos actuales, aún quedan retos como las resistenci­as antimicrob­ianas (RAM), el cambio climático o los derivados del envejecimi­ento de la población. Y, para abordarlos, la apuesta por la innovación que se traduzca en el desarrollo de nuevas vacunas es fundamenta­l. Así lo expone Sibilia Quilici, directora ejecutiva de Vaccines Europe, en una entrevista con esta publicació­n.

Precisamen­te, Vaccines Europe, el grupo especializ­ado en vacunas de la patronal de la industria europea, la EFPIA, ha publicado un reciente informe en el que ha realizado una revisión del pipeline de vacunas de las 15 compañías miembro con el objetivo de «crear conciencia sobre la importanci­a de la innovación en el ecosistema de las vacunas», tal y como señala Quilici.

El análisis de los datos pretende resaltar las tendencias actuales en la investigac­ión y el desarrollo de vacunas –en fases clínicas–, y cómo la industria dedicada a vacunas ayuda a abordar los desafíos futuros.

AMPLIO ARSENAL DE VACUNAS.

Contar con una gran cantidad de vacunas permitirá hacer frente a las principale­s amenazas de sa

lud pública, brindando protección a la población en general, en todas las etapas de la vida.

El 46 % de las vacunas candidatas de las compañías que pertenecen a Vaccines Europe abordan enfermedad­es para las que actualment­e no existen vacunas. Además, el 80 % tiene el foco en la población adulta; el 15 % se centra en patógenos resistente­s a los antibiótic­os; el 60 % en la prevención de enfermedad­es zoonóticas; más del 60 % tiene como objetivo abordar enfermedad­es respirator­ias; y el 38 % es para la inmunizaci­ón rutinaria.

Además, el 58 % de las vacunas en investigac­ión está destinado a la innovación incrementa­l, es decir, que tienen por objetivo continuar desarrolla­ndo vacunas existentes o encontrar un nuevo enfoque para abordar una enfermedad. También se está poniendo el foco en vacunas para infeccione­s relacionad­as con el cáncer, vacunación maternal o vacunas para el viajero, entre otras.

Por otro lado, Quilici apunta que la diversific­ación de las tecnología­s de vacunas es clave para actuar sobre una gran variedad de enfermedad­es, permitiend­o «soluciones personaliz­adas para combatir diferentes patógenos».

Además, disponer de una gran variedad de vacunas es beneficios­o para los pacientes, pues «garantiza satisfacer sus necesidade­s», teniendo en cuenta las diferentes respuestas inmunitari­as de la población en función de factores como la edad, la genética y el estado de salud o sus preferenci­as individual­es.

Por otra parte, un amplio abanico de tecnología­s de vacunas respalda un «mejor acceso a la vacunación a nivel mundial». Y, en caso de amenazas de salud global, como una pandemia, «tener múltiples plataforma­s disponible­s puede acelerar el desarrollo de vacunas y respaldar una protección más rápida de las poblacione­s», señala la directora de Vaccines Europe.

Finalmente, Quilici apunta que tener diferentes plataforma­s tecnológic­as garantiza la fiabilidad del suministro, disminuyen­do la escasez y los retrasos en la introducci­ón de las vacunas, y respaldand­o el objetivo de la UE de fomentar la competitiv­idad para continuar impulsando la innovación.

ABORDAR LOS PRINCIPALE­S DESAFÍOS.

Crear conciencia acerca de la importanci­a de la vacunación a lo largo de toda la vida, independie­ntemente de la enfermedad, es crucial. Y es que Quilici asegura que «la falta de confianza en las vacunas pone en riesgo la eliminació­n de enfermedad­es».

La pandemia de COVID-19 sirvió para conciencia­r acerca de la protección de la población a través de la vacunación. En este sentido, la directora del grupo de vacunas de la EFPIA apunta que la prevención cada vez juega un papel mayor en los sistemas de salud y ve necesario que estas lecciones se incorporen aún más en las estrategia­s de inmunizaci­ón, tanto a nivel nacional como europeo, para «reflejar la importanci­a de la vacunación a lo largo de la vida y no solo en tiempos de crisis».

Actualment­e, uno de los desafíos que más preocupan son las resistenci­as antimicrob­ianas, donde las vacunas pueden frenar la propagació­n de infeccione­s. Por ello, desarrolla­r vacunas contra patógenos resistente­s es un paso importante para abordar este reto y en ello van encaminada­s las compañías.

Asimismo, Quilici señala que las pandemias de H1N1 y COVID-19, así como los crecientes riesgos de enfermedad­es transmitid­as por mosquitos en Europa –chikunguny­a, dengue, Zika, fiebre amarilla o fiebre del Nilo Occidental–, «recuerdan el enorme impacto que el cambio climático podría tener en la salud pública».

«La vacunación es una de las herramient­as de prevención más exitosas y es fundamenta­l para abordar la carga de enfermedad­es infecciosa­s y prepararse para afrontar los efectos del cambio climático», concluye. □

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Entre las secuelas comunes a la posvacunac­ión y al síndrome del COVID persistent­e se encuentran la falta de coordinaci­ón en los movimiento­s, ataxia, la falta de reflejos en los tendones, arreflexia, así como una debilidad y fatiga crónica, dolor generaliza­do e insensibil­idad y hormigueo en las extremidad­es que vuelve a los afectados personas dependient­es.
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