«Queremos entender por qué a algunas personas les ha producido secuelas muy graves»
UN INFORME ELABORADO POR VACCINES EUROPE ANALIZA EL ARSENAL DE PROYECTOS DE 15 COMPAÑÍAS PARA MOSTRAR LAS TENDENCIAS ACTUALES DE INVESTIGACIÓN.
El doctor César Caraballo, investigador de la Universidad de Yale y coordinador del programa LISTEN, nos habla de este estudio puntero e internacional que busca desentrañar el gran enigma de los efectos adversos en las vacunas y del COVID persistente: ¿por qué unas personas los sufren y a otras, no?
Su investigación comenzó durante la pandemia con el objetivo de entender la epidemiología del COVID pero, pronto, su foco de atención se trasladó al COVID persistente...
Comenzamos a ver casos de personas que seguían con síntomas un mes tras la infección aguda. Nos sorprendió porque eran historias dramáticas de gente que estaba sana y quedaban con discapacidades muy graves. Nos propusimos reunir todas las historias clínicas que pudiéramos para estudiar su perfil inmunológico y caracterizar la enfermedad.
Luego se toparon con una sorpresa más, relacionada con los efectos secundarios de las vacunas COVID, ¿verdad?
Así es. Empezamos a ver a personas que habían desarrollado síntomas parecidos al COVID persistente después de la vacuna y algunas de ellas no habían pasado nunca la infección. Por eso, desde enero de 2023, decidimos incluir y analizar también esta variable en el estudio.
¿Por qué algunas personas han tenido efectos adversos tan graves y otras no?
Es la pregunta del millón. En el estudio LISTEN contamos con un equipo especializado en inmunología, dirigido por la inmunóloga Akiko Iwasaki, que se centra en analizar el perfil inmunológico de los participantes, ya sean pacientes de COVID persistente, afectados por las vacunas o controles sanos. Para ello, tomamos muestras de sangre y saliva de los participantes. Pretendemos entender si hay una correlación entre ciertas características de su sistema inmune y los síntomas que padecen. En base a eso, podemos prevenirlos y desarrollar terapias para tratarlos.
¿Cómo sabemos que esas patologías han sido causadas por la vacuna y no han surgido por casualidad después de la vacuna?
La misión del estudio LISTEN no es comprobar la causalidad, sino dejar constancia de los hechos. Aun así, tenemos algunas señales, como la relación temporal entre los síntomas y la inoculación, sobre todo, en pacientes en cuya historia clínica previa no aparecían estos mismos síntomas. O como ciertas pistas que ofrece la localización de fenotipos inmunológicos de afectados versus controles sanos.
Son dolencias que, por otra parte, son comunicadas al estudio por el mismo paciente. (Solo en el caso de participantes residentes en Estados Unidos se analizan muestras de saliva y
sangre). ¿Y si los pacientes mienten u ofrecen una visión personal sesgada de su padecimiento?
Es una crítica justa. La gente puede pensar que queremos demostrar causalidad y no es así. LISTEN se dedica nada más a escuchar a estas personas e informar lo que ellos están viviendo, para que pueda estudiarse. No decimos que haya una relación 100 % orgánica con la vacuna. Pero tampoco estamos ignorando a las personas que están sufriendo.
¿Se conoce el mecanismo biológico subyacente a esos posibles efectos adversos graves de la vacuna?
Científicos de todo el mundo siguen buscando una respuesta concluyente. Existen varias hipótesis. La más aceptada se basa en el mimetismo de los antígenos que, tras la vacuna, hacen que los anticuerpos ataquen al propio sistema nervioso de la persona.
¿Esto cómo puede ser?
La vacuna enseña al cuerpo fragmentos del virus – lo que se conoce como proteína Spike– para que el sistema inmune responda contra ella y la ataque. Podría ser que en algunos tejidos del cuerpo exista una proteína similar y el sistema inmune se autoataque. Otra teoría menos probable es que, en las vacunas mRNA, los antígenos –la Spike– persistan tiempo después de la aplicación.
¿De qué síntomas estamos hablando exactamente?
Igual que sucede con el COVID persistente, pueden ser muchos y muy diversos. Estamos estudiando si hay clusters de síntomas relacionados con patrones inmunológicos –perfiles de salud de las personas– concretos. Por ahora, los que se reportan con más frecuencia son fatiga incapacitante, trastornos neurológicos, dificultad para concentrarse, niebla mental, confusión y síntomas relacionados con el sistema nervioso autónomo –intolerancia al frío o al calor, neuropatía, hormigueo…
¿Por qué cree que hay tanta reticencia a hablar de efectos adversos graves de las vacunas?
En Estados Unidos, las vacunas fueron centro de debates políticos y es difícil tener conversaciones racionales y compartidas sobre este tema. Hay personas que no quieren escuchar y lo toman como una discusión política en vez de científica. Lo último que queremos los investigadores es disuadir a la población de recibir las vacunas pero, como científicos, queremos entender por qué a algunas personas les han producido secuelas muy graves.
Hablar de secuelas de las vacunas suele suscitar acusaciones ser ser «antivacunas»...
Es un tema complejo y las vacunas, sin duda, han salvado a millones de personas y han sido muy valiosas para gestionar la situación de emergencias de la pandemia, pero como todos los medicamentos pueden tener efectos secundarios.
dado son parestesia en ambos pies, entumecimiento, ardor y dificultad para caminar.
AÚN MÁS APARATOSO ES EL CASO DE LUCILA GARCÍA GARCÍA,
madrileña de 48 años que trabajaba como enfermera en las UVI móviles y como profesora de Enfermería en la Universidad de Cruz Roja, hasta que se puso la vacuna el 21 de febrero de 2021. «Esa misma noche me fuí a Urgencias. Desde entonces, seguí notándome extremadamente cansada y perdí la sensibilidad en los dedos. Me era imposible levantarme. Estaba agotada. Así me pasé dos años. No he podido volver a ejercer de enfermera porque no siento las manos», confía a Muy Interesante. «Mi médico de cabecera, Óscar Varo, director del Centro de Salud de Galapagar me explicó lo que me había pasado: la vacuna me había hecho un desajuste total del sistema nervioso (disautonomía) y del sistema inmune”. Poco después, una internista de Puerta de Hierro, la doctora Ilduara Pintos, le diagnosticó «síndrome COVID persistente tras vacunación en febrero 2021”. También padece POTS –«Me pongo de pie y me mareo, me caigo redonda, las pulsaciones me suben y me bajan bruscamente»– y una reactivación de virus dormidos –citomegalovirus, Epstein-Barr y Herpes–. No es un cuadro extraño para el doctor Francisco Mera, que se especializa en diagnóstico y tratamiento de síndromes postvirales y dirige una unidad de investigación y asistencial de COVID persistente de una clínica madrileña. «Las secuelas postvacunales y el COVID persistente son muy similares. Hay un patrón constante de fatiga física y mental, malestar tras hacer ejercicio físico y mental y un desgaste muy acentuado que les impide en ocasiones hacer vida normal», apunta a Muy Interesante.
En el caso del síndrome postvacunal, se añade además «un componente muy neurológico –sensación de ardor, parestesis, neuralgias–, con activaciones de virus pasados e inflamación crónica del tejido nervioso».
«No soy una persona antivacunas, simplemente digo que hay pacientes en los que después de la vacunación han empezado una serie de síntomas y, al hacerles análisis, tienen alteraciones a nivel biológico que los explican y son muy similares a los postinfecciosos», aclara, consciente de la reticencia que, en ocasiones, suscita el tema. «No trabajo con una opinión, trabajo con datos. Como científico quiero buscar respuestas y como médico, quiero ayudar a mis pacientes».
Y es que hablar de causalidad, de afectados y efectos secundarios de la inmunización para el SARS-COV19 se ha convertido en una cuestión polémica que suscita fuertes reacciones y enfrentamientos. Quizá tenga que ver el contexto traumático en muchos sentidos –económico, sanitario, emocional, social– que estábamos viviendo cuando la vacunación a gran escala puso punto y final a una pandemia sin precedentes. Poco a poco, con la perspectiva que da el tiempo, la ciencia todavía tendrá mucho que valorar y aprender de las luces y las sombras de las primeras vacunas mRNA de la historia. □
Entre las secuelas posvacunacionales están la fatiga crónica, física y mental, y un desgaste que impide hacer vida normal
La vacunación desempeña un papel muy importante en la salud pública aumentando la eficiencia de la atención sanitaria, contribuyendo a los avances socioeconómicos y la equidad, además de mejorar la calidad de vida de la población.
Aunque las vacunas existentes son claves para superar algunos de los desafíos actuales, aún quedan retos como las resistencias antimicrobianas (RAM), el cambio climático o los derivados del envejecimiento de la población. Y, para abordarlos, la apuesta por la innovación que se traduzca en el desarrollo de nuevas vacunas es fundamental. Así lo expone Sibilia Quilici, directora ejecutiva de Vaccines Europe, en una entrevista con esta publicación.
Precisamente, Vaccines Europe, el grupo especializado en vacunas de la patronal de la industria europea, la EFPIA, ha publicado un reciente informe en el que ha realizado una revisión del pipeline de vacunas de las 15 compañías miembro con el objetivo de «crear conciencia sobre la importancia de la innovación en el ecosistema de las vacunas», tal y como señala Quilici.
El análisis de los datos pretende resaltar las tendencias actuales en la investigación y el desarrollo de vacunas –en fases clínicas–, y cómo la industria dedicada a vacunas ayuda a abordar los desafíos futuros.
AMPLIO ARSENAL DE VACUNAS.
Contar con una gran cantidad de vacunas permitirá hacer frente a las principales amenazas de sa
lud pública, brindando protección a la población en general, en todas las etapas de la vida.
El 46 % de las vacunas candidatas de las compañías que pertenecen a Vaccines Europe abordan enfermedades para las que actualmente no existen vacunas. Además, el 80 % tiene el foco en la población adulta; el 15 % se centra en patógenos resistentes a los antibióticos; el 60 % en la prevención de enfermedades zoonóticas; más del 60 % tiene como objetivo abordar enfermedades respiratorias; y el 38 % es para la inmunización rutinaria.
Además, el 58 % de las vacunas en investigación está destinado a la innovación incremental, es decir, que tienen por objetivo continuar desarrollando vacunas existentes o encontrar un nuevo enfoque para abordar una enfermedad. También se está poniendo el foco en vacunas para infecciones relacionadas con el cáncer, vacunación maternal o vacunas para el viajero, entre otras.
Por otro lado, Quilici apunta que la diversificación de las tecnologías de vacunas es clave para actuar sobre una gran variedad de enfermedades, permitiendo «soluciones personalizadas para combatir diferentes patógenos».
Además, disponer de una gran variedad de vacunas es beneficioso para los pacientes, pues «garantiza satisfacer sus necesidades», teniendo en cuenta las diferentes respuestas inmunitarias de la población en función de factores como la edad, la genética y el estado de salud o sus preferencias individuales.
Por otra parte, un amplio abanico de tecnologías de vacunas respalda un «mejor acceso a la vacunación a nivel mundial». Y, en caso de amenazas de salud global, como una pandemia, «tener múltiples plataformas disponibles puede acelerar el desarrollo de vacunas y respaldar una protección más rápida de las poblaciones», señala la directora de Vaccines Europe.
Finalmente, Quilici apunta que tener diferentes plataformas tecnológicas garantiza la fiabilidad del suministro, disminuyendo la escasez y los retrasos en la introducción de las vacunas, y respaldando el objetivo de la UE de fomentar la competitividad para continuar impulsando la innovación.
ABORDAR LOS PRINCIPALES DESAFÍOS.
Crear conciencia acerca de la importancia de la vacunación a lo largo de toda la vida, independientemente de la enfermedad, es crucial. Y es que Quilici asegura que «la falta de confianza en las vacunas pone en riesgo la eliminación de enfermedades».
La pandemia de COVID-19 sirvió para concienciar acerca de la protección de la población a través de la vacunación. En este sentido, la directora del grupo de vacunas de la EFPIA apunta que la prevención cada vez juega un papel mayor en los sistemas de salud y ve necesario que estas lecciones se incorporen aún más en las estrategias de inmunización, tanto a nivel nacional como europeo, para «reflejar la importancia de la vacunación a lo largo de la vida y no solo en tiempos de crisis».
Actualmente, uno de los desafíos que más preocupan son las resistencias antimicrobianas, donde las vacunas pueden frenar la propagación de infecciones. Por ello, desarrollar vacunas contra patógenos resistentes es un paso importante para abordar este reto y en ello van encaminadas las compañías.
Asimismo, Quilici señala que las pandemias de H1N1 y COVID-19, así como los crecientes riesgos de enfermedades transmitidas por mosquitos en Europa –chikungunya, dengue, Zika, fiebre amarilla o fiebre del Nilo Occidental–, «recuerdan el enorme impacto que el cambio climático podría tener en la salud pública».
«La vacunación es una de las herramientas de prevención más exitosas y es fundamental para abordar la carga de enfermedades infecciosas y prepararse para afrontar los efectos del cambio climático», concluye. □