Nou Horta

La tarea de escribir

- Rafael Escrig

No tengo nada que escribir, nada que decir. No se me ocurre nada. Estoy en blanco. Estas frases se suelen escuchar corrientem­ente entre los que escribimos algo. En realidad, decir, se pueden decir muchas cosas, pero sin sustancia. Son las cosas de interés las que a veces no salen de nuestra mollera. Otra cosa es que con el ejercicio de escribir vaya saliendo algo poco a poco. De hecho, una de las técnicas que se emplea en los talleres de escritura es la conocida como “cascada de ideas” que se obtiene dejando a la mano que escriba libremente. Se trata de escribir todo aquello que te venga a la cabeza, aunque no tenga sentido ni ilación. Al final puede servirte para perder ese miedo al papel en blanco tan coreado entre los escritores. Todos recordamos haber visto esa imagen en las películas en que el protagonis­ta, escritor en este caso, empieza su relato frente a una máquina de escribir, pero siempre acaba sacando el papel, rompiéndol­o y tirándolo a la papelera. Cosa que me parece un disparate con lo caro que es el papel y conforme está el asunto con el ecologismo. Por suerte, ahora, con los teclados del ordenador se puede escribir y corregir cien veces sin usar papel. Alguna ventaja habría de tener un ordenador, digo yo. Aunque esta ventaja no te asegura que te cueste empezar, que dudes y que rehagas lo escrito. En mi caso, yo siempre tengo hilvanadas un par de ideas que suelo escribir a mano en mi libreta de escribidor, esa que suelo llevar siempre encima con un bolígrafo Faber-Castell, que así de pijo soy. Y para empezar, siem- pre recuerdo lo que dijo el maestro Azorín con su habitual laconismo: “Escribir es tan sencillo como poner una palabra detrás de otra. Eso es todo”. Y ya que estamos en estas y suponiendo que alguien habrá entre los lectores de esta columna, con su corazoncit­o de escritor, que quiere comenzar a hacerlo o ya lo hace de una u otra forma, para él o ella van mis consejos: 1º Tener prevista alguna idea. 2º Empezar escribiend­o en la cara B de un folio usado y 3º Pasarlo a limpio en el ordenador. No iban a creer ustedes que les contaría la técnica de Vargas Llosa o de Pérez-Reverte para conseguir una novela de éxito, verdad. Lo que sí les digo es que ellos empezaron igual: sin saber, con muchas dudas y practicand­o una y mil veces. Al final, el mejor tiene que corregir y corregir, después dejar lo escrito “en la nevera” como decía mi profesor y a la semana siguiente volver a repasar. Como última prevención imprimir y leerlo en papel (reciclado, por supuesto), esto se traducirá en un par de correccion­es más. No te importe. Ha llegado ese momento en que lo que escribiste se ha mutilado por varios sitios y ha engordado por otros. Otro repaso, otra corrección y dalo a leer a tu persona de confianza. Después, si hace falta, le das el último toque y ¡por Dios, déjalo ya! porque si no lo haces se puede estar corrigiend­o toda la vida. Ya puedes empezar. Todo es cuestión de ponerse. Ya sabes: “una palabra detrás de otra. Eso es todo.”

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