Nou Horta

¡Es lo que hay!

- Rafael Escrig

Suelo tener a mano un libro de ensayos. Alguno que no me obligue a una lectura continuada; un libro de ensayos que pueda ir leyendo en los ratos perdidos. Este es el caso del que tengo ahora entre manos. El autor, Piergiorgi­o Odifreddi, es un pensador que dice cosas como “La vera religione è la matematica, il resto è superstizi­one”. Odifreddi, matemático y filósofo nos hace reflexiona­r a cada paso y nos fuerza a cuestionar todas las ideas preestable­cidas, las conocidas como verdades oficiales. Odifreddi nos advierte sobre las tradicione­s y nos invita a replantear­nos tanto la religión como la filosofía o la ciencia. Nos invita a la crítica que es lo que nos lleva a examinar e interpreta­r aquello que se nos presenta como algo incontesta­ble. Con la crítica, juzgamos y nos creamos una opinión propia, todo lo contrario de lo que resulta de creer por el cómodo método de la fe. No hemos de tener miedo ni pereza en cuestionar­lo todo, al contrario, hemos de hacerlo. Las cosas si no son analizadas por uno mismo nunca pueden llegar a entenderse. Leer y reflexiona­r sobre esas verdades establecid­as es lo que nos hará libres. Las verdades preestable­cidas son legión en el campo de la religión y en el de la historia. Estamos a punto de abandonar esas fechas festivas de diciembre que para unos pueden representa­r unas fechas aciagas, por lo que tienen de obligado cumplimien­to y de gasto, para otros son fechas muy especiales por lo que tienen de diferentes y para muchos otros, fechas to- talmente entrañable­s por lo que representa­n. ¿Y qué es lo que representa­n? Representa­n algo que se supone que sucedió, pero que no sucedió realmente. Hablamos de la Navidad, claro. La Navidad o nacimiento de Jesús, es celebrada por el cristianis­mo desde los primeros siglos de nuestra era. Precisamen­te fue el Papa Julio I, allá por el año 340 de nuestra era, el que fijó el día 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús. Pero cuando caemos en la cuenta de que Jesús no nació necesariam­ente un 24 de diciembre, de que los archiconoc­idos Reyes Magos de Oriente, no llegaron a Belén un día 6 de enero. Cuando se cae en la cuenta de que probableme­nte no hubo un niño Jesús tal como nos explican, ni tampoco unos magos, ni una estrella tal como nos la pintan. Cuando se cae en la cuenta de que todas las celebracio­nes y vírgenes del culto católico derivan de fiestas y de diosas paganas. Cuando la presión de la sociedad occidental se hace tan fuerte que no te puedes resistir, y te das cuenta que el único dios es el dinero y que la única religión es el comercio, no tienes más remedio que colgar un árbol de Navidad, comer polvorones y comprar, comprar y comprar compulsiva­mente hasta quedar extenuado. La reflexión, en este caso nos muestra dos opciones: o seguimos la versión oficial y celebramos piadosamen­te el nacimiento de Jesús o vamos por nuestra cuenta de cabeza al consumismo. Ambas opciones son igual de irracional­es pero, como ahora se dice, ¡es lo que hay!

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