Subido de TONO
A las afueras de Madrid, esta casa es un ejemplo de modernidad confortable. Concilia clásicos del diseño del s.XX, utilitarismo y colores explosivos en un ejercicio estético de vibrante equilibrio.
Vibrante e intensa. En esta casa familiar no hay miedo al color, esa es la primera impresión. Eleva el ánimo sutilmente con sacudidas de turquesa y fucsia, con naranjas y azules poderosos. Una paleta manejada con maestría para que no pese el exceso en los juegos cromáticos y el conjunto sea estimulante y armonioso a partes iguales. La segunda característica es su factura moderna, cómoda y funcional, con espacios amplios y fluidos. En ellos apenas se ha llevado a cabo reforma alguna. Sus actuales propietarios modernizaron suelos y puertas, y redistribuyeron la superficie mínimamente con la restitución de la terraza original, que estaba incorporada al interior cuando entraron a vivir y ahora abraza el salón y el dormitorio. A través de los grandes ventanales la conexión con el paisaje y las copas de los árboles es total, la luz natural invade muy gratamente hasta el último rincón. El equipamiento se ha ido comprando aquí y allá y compone una miscelánea de medido eclecticismo. Destacan las joyas italianas de autor –muebles y lámparas de los años sesenta y setenta– junto a otras adquiridas en anticuarios y almonedas.También hay una clara apuesta por los textiles high quality: no solo las alfombras –obras artesanas que tapizan los suelos de todas las estancias principales–, sino también los tejidos de terciopelo y lana que cubren los asientos, e incluso los de los almohadones y cojines que los visten. Son la guinda del pastel en este cóctel fresco y elegante, cuyos ingredientes han sido perfecta y milimétricamente dosificados.