#VISITA DE OBRA
Os podéis imaginar que sigo en las redes sociales a casi todos los interioristas de cuyo trabajo nos hacemos eco aquí.Y entre cientos de imágenes, siempre me detengo en la que lleva el hashtag #visitadeobra: son fotos de andamios, suelos a medio poner y paredes en crudo esperando el maravilloso revestimiento.Al pie de ellas suele haber un comentario que desvela la gran ilusión y celo con la que trabaja el profesional, implicándose hasta el fondo en esa nube de polvo que, cuando se despeje, será un gran proyecto. Pienso, sobre todo, en el cliente al que va destinado ese empeño, en ti, que nos lees hoy y que seguro has vivido o vas a vivir ese “momento cascote”. Es emocionante. Todo está por llegar y pinta bien. De repente, ese piso oscuro está abriéndose a la luz natural y, aunque el suelo crepita de restos bajo las pisadas, ya se ve la cerámica en los muros de la cocina y el corazón da un brinco de alegría imaginando los almuerzos maravillosos que saldrán de ahí. Veo las molduras a medio instalar en el techo e intuyo la conversación entre el decorador y el futuro habitante de esos muros: «Mira, la iluminación procede de ese perímetro y bañará así el salón». Los dos están con la cabeza hacia arriba, pero, además, uno tiene la boca abierta. De admiración. «Qué idea más buena», piensa, y al proyectarse allí, sentado bajo esa luz dulce, la vida es mucho mejor. Sí, comprendo que las visitas de obra –dirigiendo, enmendando, deshaciendo, cambiando de opinión, aplaudiendo resultados...– son parte de la aventura. Las geniales casas que ahora te presentamos también pasaron ese momento y hoy son brillantes gracias a que muchas veces se salió de ellas con los bajos del pantalón llenos de polvo.