El verano es lo que tiene
Una casa de verano es libre, la más libre de todas las decoraciones que podamos practicar. La más auténtica también. Los interiores aquí tienen que estar en sintonía con la flexibilidad de horarios, con el mínimo trabajo, con las puertas abiertas a los amigos y con la cocina non stop. En ella podemos permitirnos licencias estéticas o el lujo de apostar por colores excepcionales en nuestra rutina del año.También, sencillamente, dejarla desnuda. La casa de verano sabe a infancia y a gazpacho junto a la piscina, y en su decoración no faltan alusiones al sitio en que se halla, a la cerámica local y a la cestería del pueblo. ¡Qué fácil es aquí todo! ¡Y qué bueno el instante de llegar, recién inauguradas las vacaciones! Con los hombros todavía sin quemar, deshacemos las maletas y respiramos hondo, mientras el ánimo se va expandiendo y la descompresión actúa. Es el momento de alegrarnos por tantos aciertos que tenemos con ella y de poner en marcha los que hemos apuntado a lo largo de los meses pasados. En este sentido, tengo que deciros que, así como de cada museo que visito elijo una obra para hacerla mía (sí, vale, en mi imaginación), de cada una de las viviendas que publicamos me quedo con una idea que me seduce, me sorprende y hasta me envalentona. De las que ahora presentamos escojo esa divertida pared en 3D de azulejos ¡en un salón!, el maravilloso olivo/ escultura que lo llena todo y las mesas de centro paralelas, estrechas y largas, que me parecen el colmo de la funcionalidad discreta. ¿Lo descubrís conmigo?