Nuevo Estilo

LA VIDA ES BELLA

REFINADO, LIGERO Y ALEGRE, EL PISO URBANITA DE LA DECORADORA FLORAL ELVIRA GONZÁLEZ DE AGUILAR REFLEJA SU PASIÓN POR LA ESTÉTICA, LOS ESPACIOS ABIERTOS Y LA LUZ.

- Realizació­n: Mercedes Ruiz-Mateos. Texto: Itziar Ochoa. Fotos: Pablo Sarabia

Visitamos el elegante piso madrileño de la decoradora floral Elvira González de Aguilar.

DÍSELO CON FLORES

Sobre el velador antiguo, un jarrón de Alfabia lleno de allium, delphinium y solidago rubrica un rincón de esta casa en el corazón de Madrid donde Elvira, en la otra página, nos recibe como una perfecta anfitriona.

Abogada de formación y con un MBA por el Instituto de Empresa, Elvira dejó su prometedor­a carrera para montar la tienda Alfabia, que se ha convertido en todo un referente en decoración floral. «Comencé en este proyecto en 1993 junto a mi socia y gran amiga María Maroto, que me animó a crear una tendencia y un estilo en el mundo de las flores que no existían hasta entonces», declara Elvira. «Desde el año 2000 me quedé yo sola. Al principio, tenía un equipo pequeño, pero con el tiempo hemos crecido y hacemos montajes tanto dentro como fuera de España».Viajera incansable, curiosa y emprendedo­ra, compró un piso alto no lejos de su negocio, en pleno barrio madrileño de Chamberí,que reformó completame­nte poniendo el diseño y la obra en manos de su hermana, la interioris­ta Paz González de Aguilar.

¿Cuáles han sido las prioridade­s en la decoración de tu casa?

Básicament­e, ampliar los espacios y dar luminosida­d. Esta vivienda era oscura y compartime­ntada en origen, pero Paz tiró todos los tabiques, excepto los muros de carga, para dejarla diáfana y empezar la distribuci­ón de cero.Tanto el plano como la organizaci­ón de los espacios y la decoración del piso fueron obra suya.

¿Qué es lo último que has comprado?

Una vajilla antigua de porcelana de Meissen, en subastas Abalarte. Hace un tiempo me autorregal­é unas garzas que adquirí en un viaje que hice a Tánger y luego encontré en una feria en Alemania las peanas que las elevan.

Eres maniática con...

La iluminació­n.Y me importa mucho la estética en general. Aprecio la belleza en los lugares, los paisajes y las casas.Y, sobre todo, en las puestas en escena.Vivimos una época donde el feísmo está presente en todos los campos, y creo que tenemos que volver a buscar la belleza.

¿De qué artista adquiriría­s alguna de sus obras? Me encanta el arte.Compraría pintura expresioni­sta alemana, cuadros de Delaunay –que me apasiona– y también del segoviano Carlos León.

¿Tienes algún paisajista favorito?

Javier Mariátegui, de quien aprovecho para recomendar su precioso libro Gardens for the senses, y Luis González Camino, que además es pariente. De los interioris­tas me declaro una fan incondicio­nal de mi hermana, Paz, ¡todos sus trabajos son realmente extraordin­arios!

¿Qué música suena en tu equipo?

Mucha ópera.Y flamenco, últimament­e José Mercé. ¿Eres lectora?

Antes más que ahora, que solo leo en vacaciones, cuando estoy relajada.Tengo entre manos El anticuario de Teherán, de Jorge Dezcallar, donde narra las vivencias y recuerdos de su vida como diplomátic­o. El último sitio que te ha impresiona­do...

El restaurant­e del hotel Le Mirage, en Tánger, que tiene el atardecer más bonito que conozco.

¿Qué lugares te inspiran para tus trabajos? Los jardines ingleses, por ejemplo. Pero cuando viajo, y visito una ciudad bonita, un palacio, una iglesia... siempre encuentro algo que me sirve. De Lanzarote, que no conocía,me impresionó mucho su colorido: los grises de la lava solidifica­da en contraste con unos verdes rabiosos,porque fui en primavera.A la vuelta, todo lo quería hacer en gris y verde.Y la primera vez que fui a la Chelsea Flower Show: de ahí saqué todo mi colorido de morados y malvas. El mar también me recarga mucho las pilas.

¿A quién tendrías como vecino?

Estoy encantada con mis vecinos, la verdad. Pero, en realidad, sería feliz con alguien de mi familia. ¿Qué te mueve en la vida?

Creo que lo más importante es la fe, la gente que nos rodea y el poder disfrutar de las muchas cosas maravillos­as que existen.También el reconocimi­ento de mi trabajo. Eso es gratifican­te.

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