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La casualidad está en el origen del descubrimi­ento del cristal.

- Beatriz Satrústegu­i es la impulsora de la tienda Société de la Table, especializ­ada en menaje y decoración de mesas. www.societedel­atable.com

Nací en el Mediterrán­eo. Este mes, Beatriz Satrústegu­i nos cuenta la historia del cristal.

Cuando veo un percebe, inevitable­mente pienso en el valor que le echó el primero que se comió uno. Intuir que dentro de un tubo neumático peludo acabado en uña verduzca se esconde un manjar es de muy hábiles. Deduzco que, como en todo, tuvo que haber un punto de casualidad en ello. Como con el cristal. Nadie sabe bien cuál es su origen. Plinio, que era a la Roma antigua lo que el Hola a la España de hoy, dice que lo descubrier­on de casualidad unos fenicios que transporta­ban sales yodadas hacia Egipto. Hicieron una parada técnica en una playa de Siria y allí mismo se montaron su "barbacoa". Quiso la suerte –o la monumental tajada– que parte de su cargamento de sales cayera en la hoguera, y aquella mezcla de arena, natrón y fuego dio a luz al primer trozo de cristal. Como siempre, a veces salen maravillas de mezclar cosas raras (no es el caso de la Pantoja con Paquirri, pero podía haber sido).

Otros discuten la versión de Plinio y hablan de cristal egipcio –el natrón, sal de sodio con la que se hace el cristal, servía también para embalsamar momias– e incluso de cristal romano.Todo ello se pierde en la noche de los tiempos. Lo que sí está claro es que, desde el casual descubrimi­ento de los "dominguero­s" fenicios, las ciudades sirias de Damasco y Alepo fueron, hasta el siglo XIV, el centro mundial del mejor y más famoso cristal. Hasta que apareció un mongol llamado Tamerlán, que en su idioma significa Timur el Cojo, y cojeando o no, dejó ambas ciudades sirias absolutame­nte planas.

Gracias al Mediterrán­eo, que era la autopista del sur de Europa desde la Edad Antigua, el natrón mezclado con plomo y arena acabó enVenecia. Más de una vez los hornos de los vidrieros fueron los causantes de grandes incendios y, por eso, en 1291 todos los vidrieros deVenecia se vieron forzados a mudarse a la isla de Murano.Además de eliminar el riesgo de fuego, el traslado sirvió también para facilitar el control, por parte de la República, sobre el gremio de los cristalero­s, depositari­os de un saber que les había hecho famosos en el mundo entero y que reportaba a la Serenísima enormes beneficios. Los vidrieros estaban obligados a vivir en la isla y no podían abandonarV­enecia sin un permiso especial emitido por el dogo, so pena de ser enviados agaleras. A cambio des use mi cautiverio, Venecia los colmaba de honores. Solo los maestros vidrieros y sus hijos, incluso siendo plebeyos, podían casarse con las familias más nobles. Ser vidriero molaba. Daba acceso a todo tipo de prebendas y beneficios, y los ingresos eran substancio­sos. Casar bien, en laVenecia del siglo XVI, no era "pillar" un notario, era echarle el lazo al cristalero.

Pero en 1630 llegó la peste.Y con ella la huida de muchos venecianos, incluidos muraneses, lejos de su laguna patria. Unos emigraron a Alemania, otros a Bohemia, y con ellos salieron de Murano los secretos que la Serenísima tan celosament­e guardaba. Otros cristalero­s tomaron la autopista del Mediterrán­eo y recalaron en Malta y Mallorca.Y eso, queridos míos, la crónica del bello cristal mallorquín que hasta el día de hoy se sopla a mano en la isla, forma parte de otra historia que, si me hacéis un sitio a vuestra mesa, me gustaría contaros más adelante.

En la Venecia del s.XVI, casar bien no era "pillar" un notario, era echarle el lazo al cristalero

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