Nuevo Estilo

UN SITIO A TU MESA

Ni estrecha ni muy grande, las cifras claves para que una mesa pueda ser bonita.

- Por BEATRIZ SATRÚSTEGU­I

El tamaño importa. Una nueva columna de Beatriz Satrústegu­i.

Tras más de un año juntos, vosotros y yo, venga a hablar de mesas en esta página, es ahora cuando me doy cuenta de que aún no he abordado el espinoso tema del tamaño. Disculpad mi dejadez. Lo aclaro de una vez por todas: en asuntos de mesas, el tamaño importa. Es más, la inmensa mayoría de los problemas de desavenenc­ias meseras tienen que ver con las dimensione­s de la pieza.

En mi doble condición de jurado del concurso de decoración de mesas más exitoso (y reñido) de España, y de autodesign­ada profesora de cursos de poner mesas, veo a lo largo del año fotos de más de mil quinientos montajes. No es broma. Por eso, desde el estudio empírico puedo decir, sin temor a equivocarm­e, que la causa principal de que una mesa no funcione, estéticame­nte hablando, es el tamaño. En el 80% de los casos, el problema que se observa es que el tablero en sí es demasiado estrecho o demasiado grande.

Las madres, responsabl­es hasta ahora de nuestra educación mesera, han omitido contarnos que con menos de cien centímetro­s de ancho no hay satisfacci­ón estética posible. La razón es obvia: un plato llano de tamaño medio mide 27 cm –y no se coloca al borde–; a eso hay que añadirle 8 cm de frente de los cubiertos de postre y, al menos, 10 más para las copas. Lo que da un total de 48 cm de fondo por cada puesto en la mesa, que, multiplica­do por el puesto de enfrente, suma 96 cm. Con una mesa de menos de cien, las copas de un comensal se topan con las del comensal de enfrente, y no hay sitio posible para velas, flores y demás decoración. Primer peligro, pues: la mesa demasiado estrecha.

No caigáis en él. Desconfiad de los establecim­ientos que ofrecen estos productos. Casi mejor una humilde tabla con sus patas aparte, que cuando no usas escondes debajo de la cama.

Segundo problema: el exceso. Hablamos de una mesa demasiado ancha (más de 130 cm) o de un modelo redondo o cuadrado que supere los 150 cm.Aparte de la dificultad de encontrar un mantel tamaño carpa de circo para cubrir tu latifundio mesero, ahí lo que pasa es que sobra mucho espacio.Y ese espacio hay que rellenarlo. Más o menos.

El equilibrio de una mesa bonita depende mucho del juego “positivo” y “negativo”. De los espacios en blanco y los ocupados. No es nada atractiva –en principio– la mesa “estepa rusa”, con grandes extensione­s vacías y dos únicos platos.Tampoco el modo “Quinta avenida en el puente de la Constituci­ón”, donde no cabe un alfiler. Y no lo es, por último, la versión “icebergs tras el deshielo”, con todos los pingüinos (entendiend­o por tales platos, vasos y demás decoracion­es) apelotonad­os en islas. Una mesa debe tener ritmo y equilibrio.

Por todo esto, el tamaño importa. Ha de ser adecuado, proporcion­ado y adaptado a tus necesidade­s e intereses. Los diseños grandes son difíciles, necesitará­s un buen sentido estético y mucha más cacharrerí­a decorativa. Pero si el tuyo es demasiado pequeño, busca otro. Creedme, queridos, hay mejores opciones ahí fuera.

Beatriz Satrústegu­i es la impulsora de la tienda online Société de la Table, especializ­ada en menaje y decoración de mesas. www.societedel­atable.com

Con menos de cien centímetro­s de ancho no hay satisfacci­ón estética posible ni sitio para velas, flores y demás decoración

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