TRASTERO CHIC
EL INTERIORISTA ALBERTO RIBERA HA CONVERTIDO UNA CASA DE PUEBLO EN ESTE REFUGIO DE VACACIONES SUMAMENTE ACOGEDOR. SUS ESPACIOS LUCEN UNA DECO AUDAZ, CON ARTE CONTEMPORÁNEO Y GUIÑOS A LOS SETENTA.
Los viejos muros de piedra y las vigas de esta casa segoviana acogen una puesta en escena sensacional, con la firma del interiorista Alberto Ribera.
Fuera tópicos. Esta casa de pueblo en la provincia de Segovia es cualquier cosa menos un prototipo de rusticidad. Una observación pausada deja ver, pese a las vigas vistas y los muros de piedra, un concepto muy contemporáneo, en el que ha primado un elevado sentido del confort. Desde el principio, los propietarios querían que fuera una segunda residencia actual, donde recibir a los amigos en vacaciones.A una distancia perfecta de Madrid, tenía además el encanto inequívoco de haber sido el locutorio telefónico de la localidad hasta el año 1975. El cartel ha quedado en la fachada principal para no olvidar su pasado. La vivienda fue construida en 1930, y muchos de los elementos y materiales originales han permanecido en el proyecto de reforma y decoración, realizado por el estudio de interiorismo de Alberto Ribera Ibargüen: «Me gustaron sobremanera la estructura del techo, el trabajo de las vigas, los huecos de fachada, sus paredes de piedra... Cuando vi la casa, supe que tenía personalidad por sí misma», explica. Mantener lo antiguo en su estado natural, poner en valor la autenticidad de los espacios pero con intervenciones de hoy, y lograr esta armonía sin que lo actual prevaleciera sobre lo original fue el planteamiento al realizar la redistribución de los ambientes. Por esta razón, hay zonas que se han dejado tal y como se encontraron, mientras que otras han cambiado por completo. Un trabajo en el que participaron la constructora Jusar Hidalgo y también la empresa de carpintería exterior Iberlum.
El corazón de la vivienda es ahora un espacio diáfano que reúne el área de cocina, comedor y salón. En este núcleo hogareño y lleno de vida, el suelo y las paredes se han renovado con materiales modernos y a partir de los 2,20 m de altura el edificio está tal cual se encontró.Tras la reforma, se apostó por una decoración viva y sin directrices de estilos, «una versión chic de las casas de campo de nuestros padres, que se iban acondicionando con el mobiliario guardado en el trastero de Madrid», recalca Alberto Ribera. Este mix de piezas de rastros y anticuarios, objetos con vida, muebles funcionales y algún que otro diseño propio se ha vuelto más cálido y ha perdido seriedad mediante una paleta cromática luminosa y fresca a base de fondos neutros en tonos grises, piedra y blancos. La elegante base salpicada de colores intensos, como rojos, amarillos y turquesas, asombra por su delicada sintonía.
Toques setenteros. Se han introducido algunos muebles que recuerdan a esta época, como el sofá del salón tapizado en rayas rojas. Son piezas que refuerzan la idea de una decoración nada campestre. Amor al arte contemporáneo. Los cuadros acaparan la atención y revalorizan el sello actual de la deco. Trabajos abstractos, un retrato de un joven africano... Son obras de artistas presentes en ARCOlisboa.