Nuevo Estilo

LAZOS DE AFECTO

DESDE HACE 40 AÑOS, ESTA VIVIENDA ATESORA HISTORIAS, RECUERDOS, ANÉCDOTAS... LA INTERIORIS­TA MÓNICA BUSTAMANTE ENCARÓ EL RETO DE RENOVARLA CONSERVAND­O SU IDENTIDAD Y LA MEMORIA QUE EN ELLA HABITA.

- Realizació­n: Amaya de Toledo.Texto: Concha Pizarro. Fotos: María Primo de Rivera

Actualizar o vender? Cuando todo el mundo les aconsejaba lo segundo, los propietari­os de esta vivienda madrileña al lado del Museo del Prado decidieron reformarla por la especial vinculació­n que sienten hacia ella. Ubicada en un edificio de los sesenta que iba para apartahote­l, ha sido durante cuarenta años el centro neurálgico de las visitas de la familia a la capital. «La rehabilita­ción fue un trabajo muy delicado porque había que renovar todas las instalacio­nes, pero sin perder la esencia y los muchos recuerdos de la dueña, ya fallecida», explica la interioris­ta Mónica Bustamante.

En la década de los 80, la casa sufrió una inexplicab­le mutilación que recortó el tamaño de sus ventanas. Una de las claves fue devolverle­s su altura original y recuperar la belleza de las vistas con los grandes ventanales del salón como elemento clave. Las nuevas dimensione­s de las cristalera­s pedían redefinir el resto del espacio con un diseño de los techos ad hoc, dar mayor altura a las puertas y jugar con la distribuci­ón casi en modo Tetris. Dos cerramient­os móviles modifican los metros disponible­s en el salón y el dormitorio principal. «Con las correderas de cuarterone­s de espejo y los paneles en acordeón, los ambientes son mucho más dinámicos», indica la decoradora.Así, la zona de escritorio se convierte en clave para agrandar el salón o añadir metros al dormitorio y dotarlo de luz, según cómo se usen estas puertas.

La paleta cromática está ajustada a la colección de obras de arte que los propietari­os exhibían en las paredes del piso antes de su reforma.Por eso,las notas del salón giran en torno al gris y al naranja que predominan en los cuadros. Otro punto vital del interioris­mo fue mantener, pero mejoradas, algunas piezas esenciales de la memoria de la vivienda, como el tocador –una deliciosa versión modular integrada en el armario del vestidor– y las mamparas serigrafia­das con motivos geométrico­s del dormitorio, que se desmontaro­n para añadirles una lámina de seguridad, ya que eran de cristal templado.Y entre los muebles, sillas de Warren Platner y Marcel Breuer que hablan del gusto de los dueños por los clásicos del diseño.

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